LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS 17, 5-10
En aquel tiempo, los apóstoles le pidieron al Señor:
-- Auméntanos la fe.
El Señor contestó:
-- Si tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esa
montaña: "Arráncate de raíz y plántate en el mar," y os obedecería.
Suponed que un criado vuestro trabaja como labrador o como pastor; cuando
vuelve del campo, ¿quién de vosotros le dice: "En seguida, ven y ponte a
la mesa? ¿No le diréis: "Prepárame de cenar, cíñete y sírveme mientras como
y bebo, y después comerás y beberás tú"? ¿Tenéis que estar agradecidos al
criado porque ha hecho lo mandado? Lo mismo vosotros: Cuando hayáis hecho todo
lo mandado, decid: "Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos
que hacer."
HOMILÍA
Pablo
VI, que era amigo de las parábolas, contaba la historia de Berdiaef, el gran
pensador de la iglesia ortodoxa rusa. Un día éste pensador visitó uno de los
más famosos monasterios ortodoxos construidos con un bellísimo claustro central
sobre el que se abrían, las puertas de las celdas de los monjes. Las puertas
eran todas iguales, distinguidas únicamente por el nombre de un santo diferente
sobre el dintel.
Cuando
llegó la noche cada monje ingresó en su celda y la paz se hizo dueña del
claustro. Era una noche muy oscura; ni la luna brillaba en el cielo. Y
Berdiaev, dado que no tenia sueño, decidió pasear un rato por el claustro, cuya
belleza tanto le había impresionado. Se sintió lleno y feliz andando y viniendo
por los corredores tanto que perdió la cuenta de las vueltas dadas por el ancho
recinto.
Cuando
al fin se sintió dominado por el sueño, tropezó con el problema de distinguir
la puerta de su celda, siendo como eran todas idénticas. En una noche
totalmente oscura era imposible distinguir los nombres de los santos que las
diferenciaban; y no sabía dónde podrían estar las llaves de la luz. ¿Tendría
que despertar a unos de los monjes? Su caridad se lo impedía. Sólo tenía la
solución de continuar dando vuelvas y vueltas al claustro hasta que llegase la
luz del día. Y así hizo.
Y la
salida del sol le dio luz suficiente para distinguir su puerta de las demás.
Había girado en torno a ella, había pasado ante ella docenas de veces sin
llegar a verla, y ahora, ahí estaba facilísima y evidente. Gracias a la luz.
Y Pablo VI comentaba: así nos ocurre a los hombres
con la verdad. Vivimos encerrados en la noche del mundo y con frecuencia nos es
casi imposible distinguir la verdad de la mentira. Pero sólo la llegada de la
luz - de la luz de Cristo - nos permitirá distinguir la puerta de la verdad.
Así pues, el tener fe no solo es cuestión de creer, sino
también de dejarse guiar por Él, de amar. Por eso cuando los discípulos le
dicen al Señor “auméntanos la fe”, no sólo le están diciendo que les ayude a
creer, sino también a amar y a entregarse a los demás. Por eso nosotros le debemos
hacer la misma petición, “auméntanos la fe” para que cada día podamos ver un
poco más claro y sobre todo podamos amar un poco más a los que nos rodean.
FELIZ DOMINGO Y QUE DIOS OS BENDIGA.
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