LECTURA DEL
SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO 11, 2- 11
En aquel tiempo, Juan, que había oído en la cárcel
las obras del Mesías, le mandó a preguntar por medio de sus discípulos:
-- ¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar
a otro?
Jesús les respondió:
-- Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y
oyendo: los ciegos ven, y los inválidos andan; los leprosos quedan limpios, y
los sordos oyen; los muertos resucitan, y a los pobres se les anuncia el
Evangelio. ¡Y dichoso el que no se sienta defraudado por mí!
Al irse ellos, Jesús se puso a hablar a la gente
sobre Juan:
-- ¿Qué salisteis a contemplar en el desierto, una
caña sacudida por el viento? ¿O qué fuisteis a ver, un hombre vestido con lujo?
Los que visten con lujo habitan en los palacios. Entonces, ¿a qué salisteis?,
¿a ver a un profeta? Sí, os digo, y más que profeta; él es de quien está
escrito: "Yo envío mi mensajero delante de ti, para que prepare el camino
ante ti”. Os aseguro que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan, el
Bautista; aunque el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él.
HOMILÍA
Era la noche de Navidad. Un ángel
se apareció a una familia rica y le dijo a la dueña de casa:
-Te traigo una buena noticia: esta noche el Señor Jesús vendrá a
visitar tu casa. La señora quedó entusiasmada: Nunca había creído posible que
en su casa sucediese este milagro. Trató de preparar una cena excelente para
recibir a Jesús. Encargó pollos, conservas y buenos vinos. De repente sonó el timbre. Era
una mujer mal vestida, de rostro sufrido, con el vientre hinchado por un
embarazo muy adelantado.
-Señora, ¿no tendría algún
trabajo para darme? Estoy embarazada y tengo mucha necesidad del trabajo.
-¿Pero ésta
es hora de molestar? Vuelva otro día, respondió la dueña de casa. Ahora estoy
ocupada con la cena para una importante visita. Poco después, un hombre sucio
de grasa llamó a su puerta.
-Señora, mi camión se ha
arruinado aquí en la esquina. ¿Por casualidad no tendría usted una caja de
herramientas que me pueda prestar?
La señora, como estaba ocupada
limpiando los vasos de cristal y los platos de porcelana, se irritó mucho:
-¿Usted piensa que mi casa es un
taller mecánico? ¿Dónde se ha visto importunar a la gente así? Por favor, no
ensucie mi entrada con esos pies inmundos.
La anfitriona siguió preparando la cena: abrió latas de caviar,
puso champán en el frigorífico, escogió de la bodega los mejores vinos, preparó
un sabroso aperitivo. Mientras tanto, alguien afuera comenzó a aplaudir.
Será que ahora llega Jesús, pensó
ella emocionada y con el corazón acelerado fue a abrir la puerta.
Pero no era Jesús. Era un niño
harapiento de la calle.
-Señora, me puede dar un plato de
comida.
-¿Cómo te voy a dar comida si
todavía no hemos cenado? Vuelve mañana, porque esta noche estoy muy atareada.
Al final, la cena estaba ya lista.
Toda la familia emocionada esperaba la ilustre visita. Sin embargo, pasaban las
horas y Jesús no aparecía. Cansados de esperar empezaron a tomar los
aperitivos, que al poco tiempo comenzaron a hacer efecto en los estómagos
vacíos y el sueño hizo olvidar los pollos y los platos preparados.
A la mañana siguiente, al
despertar, la señora se encontró, con gran espanto frente a un ángel.
-¿Un ángel puede mentir?- gritó
ella. Lo preparé todo con esmero, aguardé toda la noche y Jesús no apareció.
¿Por qué me hiciste esta broma?
-No fui yo quien mentí, fuiste tú
la que no tuvo ojos para ver, dijo el ángel. Jesús estuvo aquí tres veces, en
la persona de la mujer embarazada, en la persona del camionero y en el niño
hambriento... pero tú no fuiste capaz de reconocerlo y de acogerlo.
Seamos
capaces de reconocer al Señor, y de mostrar con nuestra vida y con nuestras
obras que el Señor está cerca, que está en medio de nosotros.
Dejemos
a un lado las palabras y comencemos a usar nuestras obras para dar testimonio
de aquel que nos amó primero y que quiere que nosotros hagamos lo mismo.
FELIZ
DOMINGO Y QUE DIOS OS BENDIGA.