domingo, 31 de diciembre de 2017

DOMINGO DE LA SAGRADA FAMILIA

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS 2, 22-40
Cuando llegó el tiempo de la purificación, según la ley de Moisés, los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén, para presentarlo al Señor. (De acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: «Todo primogénito varón será consagrado al Señor"), y para entregar la oblación, como dice la ley del Señor: "un par de tórtolas o dos pichones.
Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre honrado y piadoso, que aguardaba el Consuelo de Israel; y el Espíritu Santo moraba en él. Había recibido un oráculo del Espíritu Santo: que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu, fue al templo. Cuando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo previsto por la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo:
-- Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel.
Su padre y su madre estaban admirados por lo que se decía del niño. Simeón los bendijo, diciendo a María, su madre:
-- Mira, éste está puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; será como una bandera discutida: así quedará clara la actitud de muchos corazones. Y a ti, una espada te traspasará el alma.
Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana; de jovencita había vivido siete años casada, y luego viuda hasta los ochenta y cuatro; no se apartaba del templo día y noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. Acercándose en aquel momento, daba gracias a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén.
Y cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y robusteciéndose, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios lo acompañaba.

HOMILIA
Una joven pareja entró en el mejor comercio de juguetes de la ciudad. Ambos se entretuvieron mirando los juguetes alineados en las estanterías. Había de todo tipo. No llegaban a decidirse. Se les acercó una dependienta muy simpática.

- "Mira", le explicó la mujer. "Tenemos una niña muy pequeña, pero estamos casi todo el día fuera de casa y, a veces, hasta de noche."

- "Es una cría que apenas sonríe", continuó el hombre. "Quisiéramos comprarle algo que la hiciera feliz, algo que le diera alegría aún cuando estuviera sola"

- "Lo siento", sonrió la dependienta con gentileza. "Pero aquí no vendemos padres."

Celebramos hoy el día de la Sagrada Familia. Recordamos con cariño, aquel pequeño hogar de Nazaret donde Jesús pasó 30 años, acompañado de María y José, pero sobre todo hoy recordamos que lo que los mantenía unidos no era un contrato, sino un vínculo mucho más fuerte: el amor.
Hoy en día nos preocupamos tanto de nosotros mismos, de nuestros gustos, de ser felices, que se nos olvida que la auténtica felicidad está en amar y en hacer felices a los que están más cerca de nosotros, a nuestra familia.
Y para hacerlos felices no hace falta dinero, no hace falta tener muchas cosas. Lo único necesario es quererlos y sentirse querido.
Por eso, en estas fechas en los que los regalos llenan las casas, regalemos lo más precioso que tenemos a nuestra familia, nuestro amor, nuestro tiempo, a nosotros mismos, seguro que así, nosotros encontraremos ese amor y sobre todo la gran alegría que procede del corazón de Dios.

FELIZ DOMINGO Y QUE DIOS OS BENDIGA A VOSOTROS Y A TODAS LAS FAMILIAS.

lunes, 25 de diciembre de 2017

SOLEMNIDAD DE LA NATIVIDAD DEL SEÑOR

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN 1, 1-18
En el principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. La Palabra en el principio estaba junto a Dios. Por medio de la Palabra se hizo todo, y sin ella no se hizo nada de lo que se ha hecho. En la Palabra había vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no la recibió.
Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él todos vinieran a la fe. No era él la luz, sino testigo de la luz.
La Palabra era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre. Al mundo vino, y en el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre. Éstos no han nacido de sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios. Y la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad.
Juan da testimonio de él y grita diciendo:
-- Este es de quien dije: "El que viene detrás de mí pasa delante de mí, porque existía antes que yo."
Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia. Porque la Ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo. A Dios nadie lo ha visto jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer.

HOMILÍA
Como sabes, hoy es mi cumpleaños. Todos los  años se hace una gran fiesta en mi honor y creo que en este año sucederá lo mismo. En estos días la gente hace muchas compras, hay anuncios en la radio, en la televisión y, en todas partes, no se habla de otra.
 La verdad, es agradable saber que, al menos un día del año, algunas personas piensan un poco en mi. Como tú sabes, hace muchos años empezaron a festejar mi cumpleaños. Al principio parecían comprender y agradecer lo mucho que hice por ellos, pero hoy en día nadie  sabe para qué lo celebran. La gente se reúne y se divierte mucho, pero no sabe de qué se trata. Recuerdo el año pasado, al llegar el día de mi cumpleaños, hicieron una gran fiesta en mi honor. Había cosas muy deliciosas en la mesa, todo estaba decorado y recuerdo también que había muchos regalos; pero.... ¿Sabes una cosa? Ni siquiera me invitaron. Yo era el invitado de honor y ni  siquiera se acordaron de invitarme. La fiesta era para mí y cuando llegó el gran  día me dejaron afuera, me cerraron la puerta... y yo quería compartir la mesa con ellos.  La verdad no me sorprendí, porque en los últimos años todos me cierran  la  puerta. Y, como no me invitaron, se me ocurrió estar sin hacer ruido. Entré  y me quedé en el rincón. Estaban todos bebiendo, había algunos ebrios contando chistes, carcajeándose. La estaban pasando en grande. Para colmo, llegó un viejo gordo vestido de rojo, de barba blanca y gritando ¡jo-jo-jo-jo!. Parecía que había bebido de más. Se dejó caer pesadamente en  un sillón y todos los niños corrieron hacia él, diciendo: ¡Papa Noël, Papá Noël!". ¡Como si la fiesta fuese en su honor! Llegaron las doce de  la noche y todos comenzaron a abrazarse; yo extendí mis brazos esperando  que alguien me abrazara y, ¿sabes?, nadie me abrazó... De repente todos empezaron a repartirse los regalos, uno a uno los fueron abriendo, hasta que  se abrieron todos. Me acerqué para ver si de casualidad había alguno  para  mí. ¿Qué sentirías si el día de tu cumpleaños se hicieran regalos unos a otros y a ti no te regalaran nada?. Comprendí entonces que yo sobraba en esa  fiesta, salí sin hacer ruido, cerré la puerta y me retiré. Cada año que pasa es peor, la gente sólo se acuerda de la cena, de los regalos y de las fiestas, y de mi nadie se acuerda.  Quisiera que esta Navidad me permitieras entrar en tu vida, quisiera que  reconocieras que hace casi dos mil años vine a este mundo para dar mi vida  por ti en la cruz y de esa forma poder salvarte. Hoy sólo quiero que tú reconozcas esto con todo tu corazón.
Voy a contarte algo, he pensado que como muchos no me invitaron a su fiesta, voy a hacer la mía propia, una fiesta grandiosa como la que  jamás nadie se imaginó, una fiesta espectacular. Todavía estoy haciendo los últimos arreglos, por lo que este año estoy  enviando muchas invitaciones y en este día, hay una invitación para ti,  sólo quiero que me digas si quieres asistir, te reservaré un lugar, y escribiré tu nombre con letras de oro en mi gran libro de invitados. En esta fiesta sólo habrá invitados con previa reserva, y se tendrán que quedar afuera aquellos que no contesten mi  invitación.  Prepárate porque cuando todo esté listo, daré la gran fiesta. Hasta pronto...TU AMIGO, JESÚS.

FELIZ NAVIDAD A TODOS, Y QUE EL NIÑO QUE NACE NOS HAGA A NOSOTROS NACER A UNA VIDA LLENA DE AMOR. 

domingo, 24 de diciembre de 2017

IV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS 1, 26- 38
En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María. El ángel, entrando en su presencia, dijo:
-- Alégrate, llena de gracias, el Señor está contigo.
Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquel. El ángel le dijo:
-- No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.
Y María dijo al ángel:
-- ¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?
El ángel le contestó:
-- El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible.
María contestó:
-- Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.
Y la dejó el ángel.

HOMILÍA
Cuentan que una vez tres árboles jóvenes estaban conversando sobre lo que querían ser cuando fueran grandes. El primero decía: «A mi me gustaría ser utilizado en la construcción de un gran Palacio para servir de techo a Reyes y Príncipes». El segundo dijo: «A mi me gustaría ser el mástil mayor de un hermoso barco que surque los mares llevando riquezas, alimentos, personas y noticias de un lado a otro de los océanos». El tercero, por su parte, dijo: «A mi me gustaría ser utilizado para construir un gran monumento de esos que se colocan en medio de las plazas o avenidas y que cuando la gente me vea, admire a Dios por su grandeza».
Pasaron los años, los árboles crecieron y llegó el tiempo del hacha y la sierra. Cada uno de los tres árboles fue a dar a distintos sitios: El primero fue utilizado para construir la casita de un campesino pobre que con el tiempo fue destruida y abandonada. Con los restos se levantó un pequeño establo para que los animales se protegieran del frío y de la noche... El segundo fue utilizado para la construcción de la barca de un pobre pescador que se pasaba la mayor parte del tiempo amarrada a la orilla de un lago... El tercero fue utilizado para la construcción de una cruz, donde fueron ajusticiados varios hombres...
No era lo que esperaban, pero si era lo que Dios necesitaba de ellos. Lo mismo que la Virgen, “ella se extrañó ante estas palabras y se preguntaba que saludo era aquel”, nos dice San Lucas. María no había ni imaginado lo que Dios tenía reservado para ella, y sin embargo su respuesta fue de total disponibilidad.
Al igual con nosotros, Nuestras expectativas y deseos, muchas veces no se cumplen, pero debemos pensar que lo que nos ocurre tiene su razón, y sobre todo, que allí donde estemos podemos servirle, y mucho, a Dios.
No es cuestión de quejarnos porque nuestros planes no han salido, es cuestión de alegrarnos, porque en cada momento, en cada situación Dios se sirve de nosotros, de nuestras vidas para seguir construyendo su gran obra de la salvación.
Tengamos la disponibilidad de María, y allí donde la vida y Dios nos hayan llevado digámosle, “aquí está la esclava del Señor, hágase en mi según tu palabra”.
FELIZ DOMINGO Y QUE DIOS OS BENDIGA.

domingo, 17 de diciembre de 2017

III DOMINGO DEL TIEMPO DE ADVIENTO

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN 1, 6-8. 19-28
Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venia como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él todos vinieran a la fe. No era él la luz, sino testigo de la luz. Y éste fue el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron desde Jerusalén sacerdotes y levitas a Juan, a que le preguntaran:
-- ¿Tú quién eres?
El confesó sin reservas:
-- Yo no soy el Mesías.
Le preguntaron:
-- Entonces, ¿qué? ¿Eres tú Elías?
El dijo:
-- No lo soy.
--¿Eres tú el Profeta?
Respondió:
-- No.
Y le dijeron:
-- ¿Quién eres? Para que podamos dar una respuesta a los que nos han enviado, ¿qué dices de ti mismo?
Contestó:
-- Yo soy la voz que grita en el desierto: "Allanad el camino del Señor" (como dijo el Profeta Isaías).
Entre los enviados había fariseos y le preguntaron:
-- Entonces, ¿por qué bautizas, si tú no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta?
Juan les respondió:
-- Yo bautizo con agua; en medio de vosotros hay uno que no conocéis, el que viene detrás de mí, que existía antes que yo y al que no soy digno de desatar la correa de la sandalia.
Esto pasaba en Betania, en la otra orilla del Jordán, donde estaba Juan bautizando.

HOMILÍA
Un niño quería conocer a Dios. Sabía que tendría que hacer un largo viaje para llegar hasta donde Dios vive, así que preparó su maleta con pastelitos de chocolate, refrescos y emprendió el viaje.

Cuando había caminado unos minutos, se encontró con una mujer anciana que estaba sentada en el parque, contemplando en silencio algunas palomas que picoteaban las migajas de pan que ella les traía todas las tardes.

El niño se sentó junto a ella y abrió su maleta. Estaba a punto de beber uno de sus refrescos cuando notó que la anciana parecía algo hambrienta, así que le ofreció uno de sus pastelitos.

Ella agradecida aceptó con una dulce sonrisa, el niño le ofreció también uno de sus refrescos. De nuevo ella le sonrió. ¡El niño estaba encantado y feliz con su nueva compañera! Tanto, que se quedó toda la tarde junto a ella comiendo y sonriendo, aunque ninguno de los dos dijo palabra alguna.

Mientras oscurecía, el niño se sintió cansado y decidió regresar a su casa, después de haber dado algunos pasos, se detuvo, se dio la vuelta y corrió hacia la anciana, dándole un beso y un fuerte abrazo. Ella a cambió le regalo la más grande y hermosa sonrisa.

Cuando el niño llegó a su casa, su madre se quedó sorprendida al ver la cara de felicidad del niño y le preguntó: Hijo ¿qué ha pasado hoy que estás tan feliz?

El niño con toda naturalidad le contestó: Es que hoy merendé con Dios. Y antes de que su madre contestara, añadió: Y ¿sabes qué? ¡Dios tiene la sonrisa más hermosa que he visto en mi vida!"

Mientras tanto, la anciana, también radiante de felicidad, regresó a su casa. Su hijo, también vio una gran felicidad y paz en su rostro y le preguntó: Mamá ¿qué ha pasado hoy que estás tan feliz? La anciana reposadamente le contestó: Estuve en el parque, merendando con Dios. Y antes de que su hijo respondiera, añadió: Y ¿sabes? ¡Es más joven de lo que pensaba! 
En este tercer domingo de Adviento, la Iglesia nos presenta la figura de Juan como el testigo de la luz. Es verdad que él no hizo milagros, que él no se presentaba como el Mesías, no pretendía serlo, porque no era ese su cometido. Él era el que lo presentaba, el que lo anunciaba.
También a nosotros se nos presenta la ocasión de ser testigos. Está claro que ninguno de nosotros está a la altura, que no podemos pasar por Mesías ni parecernos a Jesucristo, pero sí que está en nuestras manos hacer presente a Dios, ser testigos de la luz, porque para eso sólo nos hace falta abrir nuestro corazón a todo aquel que se nos acerque.
No importa la edad, o las fuerzas que tengamos, siempre, con gestos insignificantes como una sonrisa, o compartir lo que tengamos, podemos ser testigos de la luz.
Que nunca nos cansemos, porque nunca sabemos dónde Dios quiere hacerse presente por medio de nosotros.

FELIZ DOMINGO Y QUE DIOS OS BENDIGA

domingo, 10 de diciembre de 2017

II DOMINGO DEL TIEMPO DE ADVIENTO

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MARCOS 1, 1-8
Comienza el Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios.
Está escrito en el profeta Isaías: Yo envío mi mensajero delante de ti para que te prepare el camino. Una voz grita en el desierto: "Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos." Juan bautizaba en el desierto; predicaba que se convirtieran y se bautizaran, para que se les perdonasen los pecados. Acudía la gente de Judea y de Jerusalén, confesaban sus pecados, y él los bautizaba en el Jordán. Juan iba vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Y proclamaba: "Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco agacharme para desatarle las sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo."

HOMILÍA
Preparad el camino al Señor, allanad sus senderos. Así comienza el Evangelio de Marcos. Pero ¿Adónde va ese camino?, ¿cómo le preparamos los senderos al Señor? La respuesta es bastante fácil, de decir, claro está, porque llevarla a la práctica nos cuesta más trabajo: la única manera de hacerlo es implantar en este mundo el Reino de los cielos. Hacer de nuestro mundo un trocito de cielo ya en esta tierra. Pero claro, ¿cómo es el cielo?.
Cierto día, un gran sabio le pidió a Dios que le permitiera ver como era el Cielo y el Infierno para compartir su experiencia con los demás hombres.
Dios decidió mostrarle primero el infierno. Era una gran mansión, cuya única habitación era un largo e infinito comedor. El comedor era tan amplio como un gran río y al frente de cada comensal estaban servidos los mejores y más variados platos y manjares existentes. El sabio observó detenidamente sus caras y notó que estaban enfermos, y que tenían hambre ya que sus cubiertos eran tan largos como remos, y por más que intentaran estirar sus brazos no alcanzaban a alimentarse.
El sabio simplemente observó detenidamente y en silencio. Imaginaba que el cielo sería totalmente diferente.
Después de observar unos segundos más, Dios decidió mostrarle al sabio el Cielo.
Cual sería el asombro de ver la misma mansión, y entrar en ella. La única habitación era un gran comedor con las mismas dimensiones y características del infierno. Estaba servida con los mismos manjares ostentosos…
Observó que los comensales, a pesar de tener cucharas tan largas como remos se veían saludables, llenos de vigor y felices.. Él sabio se preguntó a sí mismo: ¿Pero cómo están tan felices si ellos por si mismos no pueden alimentarse?.
Y observó que cada comensal alimentaba al que estaba en frente.
Esa tiene que ser nuestra tarea para preparar el camino al Señor, una tarea que sí que podemos realizar. ¿O no es verdad que podemos mirar al que tenemos al lado y ayudarle cuando nos necesite?, ¿no es verdad que podemos estar atentos cuando nuestro hermano sufre y ser capaz de paliar su sufrimiento en lo que nos sea posible?.
Eso significa preparar el camino al Señor, esa es la manera de hacer de este mundo un pedacito de cielo, esa es la única manera de vivir el adviento y nuestra vida cristiana. Hagamos realidad ya entre nosotros lo que un día disfrutaremos para siempre.

FELIZ DOMINGO Y QUE DIOS OS BENDIGA.

viernes, 8 de diciembre de 2017

SOLEMNIDAD DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS 1, 26- 38
En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María. El ángel, entrando en su presencia, dijo:
-- Alégrate, llena de gracias, el Señor está contigo.
Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquel. El ángel le dijo:
-- No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.
Y María dijo al ángel:
-- ¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?
El ángel le contestó:
-- El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible.
María contestó:
-- Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.
Y la dejó el ángel.

HOMILÍA
Había una vez un gusano que se había enamorado de una flor.

Era por supuesto, un amor imposible, pero el animalito no quería seducirla ni hacerla su pareja. Ni siquiera quería hablarle de amor. Él solamente soñaba con llegar hasta ella, y darle un beso. Un solo beso.

Cada día, y cada tarde, el gusano miraba a su amada, cada vez más alta, cada vez más lejos. Cada noche soñaba que, finalmente, llegaba a ella y la besaba.

Un día, el animalito decidió que no podía seguir soñando cada noche con la flor y no hacer nada para cumplir su sueño. Así que, valientemente, avisó a sus amigos, los escarabajos, las hormigas y las lombrices, que treparía por el tallo para besar a la flor.

Todos coincidieron en que estaba loco, y la mayoría intentó disuadirlo, pero no hizo caso. El gusano llegó arrastrándose hasta la base del tallo y comenzó la escalada.

Trepó toda la mañana y toda la tarde, pero cuando el sol se ocultó, sus músculos estaban exhaustos.

- "Pasaré la noche agarrado del tallo, y mañana seguiré subiendo. Estoy más cerca que ayer", pensó, aunque sólo había avanzado diez centímetros y la flor estaba a más de un metro y medio de altura.

Sin embargo, lo peor fue que, mientras el gusano dormía, su cuerpo viscoso y húmedo resbaló por el tallo, y por la mañana el gusano amaneció donde había comenzado un día antes.

Miró hacia arriba y pensó que debía redoblar los esfuerzos durante el día y aferrarse mejor durante la noche. De nada sirvieron las buenas intenciones. Cada día, el gusano trepaba, y cada noche, resbalaba otra vez hasta el piso. Sin embargo, cada noche, mientras descendía sin saberlo, seguía soñando con un beso deseado.

Sus amigos le pidieron que renunciara a su sueño, o que soñara otra cosa, pero el gusano sostuvo, con razón, que no podía cambiar lo que soñaba cuando dormía, y que si renunciaba a sus sueños, dejaría de ser quien era.

Todo siguió igual durante días, hasta que una noche que el gusano soñó tan intensamente con su flor, que sus sueños se transformaron en alas... y a la mañana el gusano despertó mariposa, desplegó las alas, voló a la flor... y la besó.
Hoy día de la Inmaculada Concepción de María, el Señor nos regala lo más bello, el ejemplo de su madre. Nos da la posibilidad de seguir creciendo en nuestra vida de cristianos y parecernos cada vez más a María, porque lo que a ella la hace grande no es ser la madre del Señor, sino sentirse amada por él y sobre todo saber trasformar su vida a ejemplo de ese amor.
Hoy María, quiere acompañarnos en nuestro caminar, para que también nosotros seamos capaces de sentir el amor inmenso del Padre. Amor que nos envía, como a María, a llevar al mundo al Salvador.
Que nunca nos cansemos de amarle, porque sólo así podremos mostrar al mundo, que el amor es el único que transforma la vida de los que nos dejamos amar por Él.

FELIZ DÍA DE LA INMACULADA Y QUE MARÍA OS BENDIGA A TODOS.

domingo, 3 de diciembre de 2017

I DOMINGO DEL TIEMPO DE ADVIENTO

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MARCOS 13, 33-37 
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: 
-- Mirad, vigilad: pues no sabéis cuando es el momento. Es igual que un hombre que se fue de 
viaje y dejo su casa, y dio a cada uno de sus criados su tarea, encargando al portero que velara. 
Velad entonces, pues no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa, si al atardecer, o a 
medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer; no sea que venga inesperadamente y os 
encuentre dormidos. Lo que os digo a vosotros lo digo a todos: ¡Velad! 
HOMILÍA 
Era un pequeño y antiguo pueblecito, presidido por un castillo aún más viejo, que estaban 
situados en la frontera de un país lejano, al lado de un gran desierto. Tanto el pueblo como el 
castillo eran muy aburridos, porque raramente pasaba alguien cerca de ellos. Alguna vez se 
detenían a pernoctar extrañas caravanas o caminantes solitarios, pero, en cuanto se 
alimentaban y descansaban, volvían a irse, dejando a los habitantes del pueblecito y del 
castillo con su diario aburrimiento. 
Y así hasta que un día llegó un mensaje del rey de la nación informando de que, en la corte, se 
habían recibido noticias de que Dios en persona iba a venir a su país, si bien aún no se sabía 
qué ciudades y zonas visitaría. Pero era probable o, al menos, posible que pasara por nuestro 
pueblecito. Por lo cual, por si acaso, el pueblo y el castillo debían prepararse para recibirle tal y 
como Dios se merecía. 
Esto trastornó de entusiasmo a las autoridades, que mandaron reparar las calles, limpiar las 
fachadas, construir arcos triunfales, llenar de colgaduras los balcones. Y, sobre todo, 
nombraron centinela al más noble habitante de la aldea. Este centinela tendría la obligación de 
irse a vivir a la torre más alta del castillo y desde allí avizorar constantemente el horizonte, 
para dar lo antes posible la noticia de la llegada de Dios. 
El centinela recibió el encargo con orgullo: jamás en su vida había hecho algo tan importante. Y 
se dispuso a permanecer firme en la torre con los ojos abiertos como platos. "¿Cómo será 
Dios?", se preguntaba a sí mismo. "¿Y cómo vendrá? ¿Tal vez con un gran ejército? ¿Quizá con 
una corte de carros majestuosos?" En este caso, se decía, será fácil adivinar su 
llegada cuando aún esté lejos. 
Y durante las veinticuatro horas del día y de la noche no pensaba en otra cosa y permanecía en 
pie y con los ojos abiertos. Pero, cuando hubieron pasado así algunos días y noches, el sueño 
comenzó a rendirle y pensó que tampoco pasaría nada si daba unas cabezadas, ya que Dios 
vendría precedido por sones de trompetas, que, en todo caso, le despertarían. 
Y pasaron no sólo los días, sino también las semanas, y la gente del pequeño pueblo regresó a 
su vida de cada día y comenzó a olvidarse de la venida de Dios. Y hasta el propio centinela 
dormía ya tranquilo las noches enteras y él mismo se dedicaba a pensar en otras cosas, porque 
ya no era capaz de concentrarse sólo en aquella espera. 
Y pasaron no sólo las semanas, sino también los meses e incluso los años y ya nadie en el 
pueblo se acordaba de aquel anuncio para nada. Incluso un año de gran hambre, la población 
fue desfilando, uno tras otro, hacia tierras más prósperas. Y se quedó solo el centinela, aún 
subido en su torre, esperando, aunque ya con una muy débil esperanza. Y pasaban ejércitos y caravanas que, por unos momentos, encendían sus sueños, pero ninguno era el ejército o la 
caravana del Dios anunciado. 
Y el centinela comenzó a pensar: "¿Para qué va a venir Dios? Si este pueblo nunca tuvo interés 
alguno, y ahora, vacío, mucho menos. Y si viniera al país, ¿por qué iba a detenerse 
precisamente en este castillo tan insignificante?" Pero, como a él le habían dado esa orden y 
como esa orden le había levantado la esperanza, su decisión de permanecer era más fuerte 
que sus dudas. 
Hasta que un día se dio cuenta de que, con el paso de los días y los años, se había vuelto viejo 
y sus piernas se resistían a subir la escalera de la torre. Sintió que sus ojos se iban cerrando, 
que ya apenas veía y que la muerte estaba acercándose. Y no pudo evitar que de su garganta 
saliera una especie de grito: "Me he pasado toda la vida esperando la visita de Dios 
y me voy a morir sin verle." 
Y entonces, justamente en ese momento, oyó una voz muy tierna a sus espaldas. Una voz que 
decía: "Pero ¿es que no me conoces?" Entonces el centinela, aunque no veía a nadie, estalló 
de alegría y dijo: "¡Oh, ya estás aquí! ¿Por qué me has hecho esperar tanto? Y ¿por dónde has 
venido que yo no te he visto?" Y, aún con mayor dulzura, la voz respondió: "Siempre 
he estado cerca de ti, a tu lado, más aún: dentro de ti. Has necesitado muchos años para darte 
cuenta. Pero ahora ya lo sabes. Este es mi secreto: yo estoy siempre con los que me esperan y 
sólo los que me esperan, pueden verme." 
Y entonces el alma del centinela se llenó de alegría. Y viejo y casi muerto, como estaba, volvió 
a abrir los ojos y se quedó mirando, amorosamente, al horizonte. 
Comenzamos el tiempo de Adviento. Tiempo de espera, tiempo de mirar en nosotros y 
encontrarnos con aquel que nos ama, con aquel que siempre está a nuestro lado, con aquel 
que pasa por nuestras vidas deseando que lo reconozcamos. Que no pase este tiempo como 
algo más. Que nos sirva para encontrarnos con un Dios que nos espera hecho hombre para 
que lo amemos como Él nos ama a nosotros. 
FELIZ DOMINGO Y QUE DIOS OS BENDIGA