domingo, 28 de diciembre de 2014

DOMINGO DE LA SAGRADA FAMILIA

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS 2, 22-40
Cuando llegó el tiempo de la purificación, según la ley de Moisés, los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén, para presentarlo al Señor. (De acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: «Todo primogénito varón será consagrado al Señor"), y para entregar la oblación, como dice la ley del Señor: "un par de tórtolas o dos pichones.
Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre honrado y piadoso, que aguardaba el Consuelo de Israel; y el Espíritu Santo moraba en él. Había recibido un oráculo del Espíritu Santo: que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu, fue al templo. Cuando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo previsto por la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo:
-- Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel.
Su padre y su madre estaban admirados por lo que se decía del niño. Simeón los bendijo, diciendo a María, su madre:
-- Mira, éste está puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; será como una bandera discutida: así quedará clara la actitud de muchos corazones. Y a ti, una espada te traspasará el alma.
Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana; de jovencita había vivido siete años casada, y luego viuda hasta los ochenta y cuatro; no se apartaba del templo día y noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. Acercándose en aquel momento, daba gracias a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén.
Y cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y robusteciéndose, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios lo acompañaba.

HOMILÍA

Una joven pareja entró en el mejor comercio de juguetes de la ciudad. Ambos se entretuvieron mirando los juguetes alineados en las estanterías. Había de todo tipo. No llegaban a decidirse. Se les acercó una dependienta muy simpática.

- "Mira", le explicó la mujer. "Tenemos una niña muy pequeña, pero estamos casi todo el día fuera de casa y, a veces, hasta de noche."

- "Es una cría que apenas sonríe", continuó el hombre. "Quisiéramos comprarle algo que la hiciera feliz, algo que le diera alegría aún cuando estuviera sola"

- "Lo siento", sonrió la dependienta con gentileza. "Pero aquí no vendemos padres."
Celebramos hoy el día de la Sagrada Familia. Recordamos con cariño, aquel pequeño hogar de Nazaret donde Jesús pasó 30 años, acompañado de María y José, pero sobre todo hoy recordamos que lo que los mantenía unidos no era un contrato, sino un vínculo mucho más fuerte: el amor.
Hoy en día nos preocupamos tanto de nosotros mismos, de nuestros gustos, de ser felices, que se nos olvida que la auténtica felicidad está en amar y en hacer felices a los que están más cerca de nosotros, a nuestra familia.
Y para hacerlos felices no hace falta dinero, no hace falta tener muchas cosas. Lo único necesario es quererlos y sentirse querido.
Por eso, en estas fechas en los que los regalos llenan las casas, regalemos lo más precioso que tenemos a nuestra familia, nuestro amor, nuestro tiempo, a nosotros mismos, seguro que así, nosotros encontraremos ese amor y sobre todo la gran alegría que procede del corazón de Dios.

FELIZ DOMINGO Y QUE DIOS BENDIGA A TODAS LAS FAMILIAS.

jueves, 25 de diciembre de 2014

FIESTA DE LA NATIVIDAD DEL SEÑOR

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN 1, 1-18
En el principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. La Palabra en el principio estaba junto a Dios. Por medio de la Palabra se hizo todo, y sin ella no se hizo nada de lo que se ha hecho. En la Palabra había vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no la recibió.
Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él todos vinieran a la fe. No era él la luz, sino testigo de la luz.
La Palabra era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre. Al mundo vino, y en el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre. Éstos no han nacido de sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios. Y la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad.
Juan da testimonio de él y grita diciendo:
-- Este es de quien dije: "El que viene detrás de mí pasa delante de mí, porque existía antes que yo."
Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia. Porque la Ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo. A Dios nadie lo ha visto jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer.

HOMILÍA
Fiesta grande la que celebramos hoy, fiesta llena de sentimientos, llena de grandes celebraciones. La NAVIDAD es una fiesta diferente, pero sobre todo es una fiesta para acordarnos de aquel que quiso hacerse hombre como nosotros para demostrarnos lo que nos quiere.
La misma palabra de la Navidad es la que hoy nos puede ayudar a darle sentido a esta fiesta, y si no veamos lo que nos dice.
“N” de nacimiento. Hoy recordamos que Dios quiso nacer pequeño y pobre, que se quiso hacer uno de nosotros para enseñarnos a querernos los unos a los otros.
“A” de amor. El mismo amor que Dios nos tiene y que nosotros debemos tener a los que nos rodean.
“V” de vida. Él quiso nacer, morir y resucitar para darnos una nueva vida, una nueva esperanza, una nueva meta en nuestro caminar.
“I” de ilusión, de empezar cada día de nuevo, de darnos una nueva oportunidad, de olvidarse nuestros errores y amarnos como somos.
Ya solo nos quedan tres letras, pero esas no las voy a separar, porque nos quedad “DAD”, y es lo que realmente le da sentido a esta fiesta. Todo lo que habéis recibido dadlo, dad amor, como el que Dios nos ha tenido, dad a los que lo necesiten, como Dios nos da lo que necesitamos, dad aunque no tengáis nada que dar, porque el daros a vosotros mismos es más que suficiente para Dios y para los que os rodean. Dad incluso lo malo que hay en cada uno de vosotros, porque al fin y al cabo eso es lo que Dios quiere, nuestra debilidad, lo que nosotros somos, él lo transformará en algo bueno,.
NAVIDAD, tiempo de esperanza, pero sobre todo , tiempo de hacer realidad aquello que celebramos, que Dios ha nacido entre nosotros, simplemente por amor, para darnos vida e ilusión y sobre todo para que nosotros se la demos a los demás.

FELIZ NAVIDAD A TODOS, Y QUE EL NIÑO QUE NACE NOS HAGA A NOSOTROS NACER A UNA VIDA LLENA DE AMOR. 

domingo, 21 de diciembre de 2014

DOMINGO IV DEL TIEMPO DE ADVIENTO

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS 1, 26- 38
En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María. El ángel, entrando en su presencia, dijo:
-- Alégrate, llena de gracias, el Señor esta contigo.
Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquel. El ángel le dijo:
-- No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.
Y María dijo al ángel:
-- ¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?
El ángel le contestó:
-- El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible.
María contestó:
-- Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu
palabra.
Y la dejó el ángel.

HOMILÍA
Cuentan que una vez tres árboles jóvenes estaban conversando sobre lo que querían ser cuando fueran grandes. El primero decía: «A mi me gustaría ser utilizado en la construcción de un gran Palacio para servir de techo a Reyes y Príncipes». El segundo dijo: «A mi me gustaría ser el mástil mayor de un hermoso barco que surque los mares llevando riquezas, alimentos, personas y noticias de un lado a otro de los océanos». El tercero, por su parte, dijo: «A mi me gustaría ser utilizado para construir un gran monumento de esos que se colocan en medio de las plazas o avenidas y que cuando la gente me vea, admire a Dios por su grandeza».
Pasaron los años, los árboles crecieron y llegó el tiempo del hacha y la sierra. Cada uno de los tres árboles fue a dar a distintos sitios: El primero fue utilizado para construir la casita de un campesino pobre que con el tiempo fue destruida y abandonada. Con los restos se levantó un pequeño establo para que los animales se protegieran del frío y de la noche... El segundo fue utilizado para la construcción de la barca de un pobre pescador que se pasaba la mayor parte del tiempo amarrada a la orilla de un lago... El tercero fue utilizado para la construcción de una cruz, donde fueron ajusticiados varios hombres...
No era lo que esperaban, pero si era lo que Dios necesitaba de ellos. Lo mismo que la Virgen, “ella se extrañó ante estas palabras y se preguntaba que saludo era aquel”, nos dice San Lucas. María no había ni imaginado lo que Dios tenía reservado para ella, y sin embargo su respuesta fue de total disponibilidad.
Al igual con nosotros, Nuestras expectativas y deseos, muchas veces no se cumplen, pero debemos pensar que lo que nos ocurre tiene su razón, y sobre todo, que allí donde estemos podemos servirle, y mucho, a Dios.
No es cuestión de quejarnos por que nuestros planes no han salido, es cuestión de alegrarnos, porque en cada momento, en cada situación Dios se sirve de nosotros, de nuestras vidas para seguir construyendo su gran obra de la salvación.
Tengamos la disponibilidad de María, y allí donde la vida y Dios nos hayan llevado digámosle, “aquí está la esclava del Señor, hágase en mi según tu palabra”.

FELIZ DOMINGO Y QUE DIOS OS BENDIGA.

domingo, 14 de diciembre de 2014

DOMINGO III DEL TIEMPO DE ADVIENTO

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN 1, 6-8. 19-28
Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venia como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él todos vinieran a la fe. No era él la luz, sino testigo de la luz. Y éste fue el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron desde Jerusalén sacerdotes y levitas a Juan, a que le preguntaran:
-- ¿Tú quién eres?
El confesó sin reservas:
-- Yo no soy el Mesías.
Le preguntaron:
-- Entonces, ¿qué? ¿Eres tú Elías?
El dijo:
-- No lo soy.
--¿Eres tú el Profeta?
Respondió:
-- No.
Y le dijeron:
-- ¿Quién eres? Para que podamos dar una respuesta a los que nos han enviado, ¿qué dices de ti mismo?
Contestó:
-- Yo soy la voz que grita en el desierto: "Allanad el camino del Señor" (como dijo el Profeta Isaías).
Entre los enviados había fariseos y le preguntaron:
-- Entonces, ¿por qué bautizas, si tú no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta?
Juan les respondió:
-- Yo bautizo con agua; en medio de vosotros hay uno que no conocéis, el que viene detrás de mí, que existía antes que yo y al que no soy digno de desatar la correa de la sandalia.
Esto pasaba en Betania, en la otra orilla del Jordán, donde estaba Juan bautizando.

HOMILÍA
Un niño quería conocer a Dios. Sabía que tendría que hacer un largo viaje para llegar hasta donde Dios vive, así que preparó su maleta con pastelitos de chocolate, refrescos y emprendió el viaje.

Cuando había caminado unos minutos, se encontró con una mujer anciana que estaba sentada en el parque, contemplando en silencio algunas palomas que picoteaban las migajas de pan que ella les traía todas las tardes.

El niño se sentó junto a ella y abrió su maleta. Estaba a punto de beber uno de sus refrescos cuando notó que la anciana parecía algo hambrienta, así que le ofreció uno de sus pastelitos.

Ella agradecida aceptó con una dulce sonrisa, el niño le ofreció también uno de sus refrescos. De nuevo ella le sonrió. ¡El niño estaba encantado y feliz con su nueva compañera! Tanto, que se quedó toda la tarde junto a ella comiendo y sonriendo, aunque ninguno de los dos dijo palabra alguna.

Mientras oscurecía, el niño se sintió cansado y decidió regresar a su casa, después de haber dado algunos pasos, se detuvo, se dio la vuelta y corrió hacia la anciana, dándole un beso y un fuerte abrazo. Ella a cambió le regalo la más grande y hermosa sonrisa.

Cuando el niño llegó a su casa, su madre se quedó sorprendida al ver la cara de felicidad del niño y le preguntó: Hijo ¿qué ha pasado hoy que estás tan feliz?

El niño con toda naturalidad le contestó: Es que hoy merendé con Dios. Y antes de que su madre contestara, añadió: Y ¿sabes qué? ¡Dios tiene la sonrisa más hermosa que he visto en mi vida!"

Mientras tanto, la anciana, también radiante de felicidad, regresó a su casa. Su hijo, también vio una gran felicidad y paz en su rostro y le preguntó: Mamá ¿qué ha pasado hoy que estás tan feliz? La anciana reposadamente le contestó: Estuve en el parque, merendando con Dios. Y antes de que su hijo respondiera, añadió: Y ¿sabes? ¡Es más joven de lo que pensaba! 
En este tercer domingo de Adviento, la Iglesia nos presenta la figura de Juan como el testigo de la luz. Es verdad que él no hizo milagros, que él no se presentaba como el Mesías, no pretendía serlo, porque no era ese su cometido. Él era el que lo presentaba, el que lo anunciaba.
También a nosotros se nos presenta la ocasión de ser testigos. Está claro que ninguno de nosotros está a la altura, que no podemos pasar por Mesías ni parecernos a Jesucristo, pero sí que está en nuestras manos hacer presente a Dios, ser testigos de la luz, porque para eso sólo nos hace falta abrir vuestro corazón a todo aquel que se nos acerque.
No importa la edad, o las fuerzas que tengamos, siempre, con gestos insignificantes como una sonrisa, o compartir lo que tengamos, podemos ser testigos de la luz.
Que nunca nos cansemos, porque nunca sabemos dónde Dios quiere hacerse presente por medio de nosotros.

FELIZ DOMINGO Y QUE DIOS OS BENDIGA

lunes, 8 de diciembre de 2014

SOLEMNIDAD DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN DE MARÍA

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS 1, 26- 38
En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María. El ángel, entrando en su presencia, dijo:
-- Alégrate, llena de gracias, el Señor esta contigo.
Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquel. El ángel le dijo:
-- No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.
Y María dijo al ángel:
-- ¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?
El ángel le contestó:
-- El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible.
María contestó:
-- Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.
Y la dejó el ángel.

HOMILÍA
Había una vez un gusano que se había enamorado de una flor.

Era por supuesto, un amor imposible, pero el animalito no quería seducirla ni hacerla su pareja. Ni siquiera quería hablarle de amor. Él solamente soñaba con llegar hasta ella, y darle un beso. Un solo beso.

Cada día, y cada tarde, el gusano miraba a su amada, cada vez más alta, cada vez más lejos. Cada noche soñaba que, finalmente, llegaba a ella y la besaba.

Un día, el animalito decidió que no podía seguir soñando cada noche con la flor y no hacer nada para cumplir su sueño. Así que, valientemente, avisó a sus amigos, los escarabajos, las hormigas y las lombrices, que treparía por el tallo para besar a la flor.

Todos coincidieron en que estaba loco, y la mayoría intentó disuadirlo, pero no hizo caso. El gusano llegó arrastrándose hasta la base del tallo y comenzó la escalada.

Trepó toda la mañana y toda la tarde, pero cuando el sol se ocultó, sus músculos estaban exhaustos.

- "Pasaré la noche agarrado del tallo, y mañana seguiré subiendo. Estoy más cerca que ayer", pensó, aunque sólo había avanzado diez centímetros y la flor estaba a más de un metro y medio de altura.

Sin embargo, lo peor fue que, mientras el gusano dormía, su cuerpo viscoso y húmedo resbaló por el tallo, y por la mañana el gusano amaneció donde había comenzado un día antes.

Miró hacia arriba y pensó que debía redoblar los esfuerzos durante el día y aferrarse mejor durante la noche. De nada sirvieron las buenas intenciones. Cada día, el gusano trepaba, y cada noche, resbalaba otra vez hasta el piso. Sin embargo, cada noche, mientras descendía sin saberlo, seguía soñando con un beso deseado.

Sus amigos le pidieron que renunciara a su sueño, o que soñara otra cosa, pero el gusano sostuvo, con razón, que no podía cambiar lo que soñaba cuando dormía, y que si renunciaba a sus sueños, dejaría de ser quien era.

Todo siguió igual durante días, hasta que una noche que el gusano soñó tan intensamente con su flor, que sus sueños se transformaron en alas... y a la mañana el gusano despertó mariposa, desplegó las alas, voló a la flor... y la besó.
Hoy día de la Inmaculada Concepción de María, el Señor nos regala lo más bello, el ejemplo de su madre. Nos da la posibilidad de seguir creciendo en nuestra vida de cristianos y parecernos cada vez más a María, porque lo que a ella la hace grande no es ser la madre del Señor, sino sentirse amada por él y sobre todo saber trasformar su vida a ejemplo de ese amor.
Hoy María, quiere acompañarnos en nuestro caminar, para que también nosotros seamos capaces de sentir el amor inmenso del Padre. Amor que nos envía, como a María, a llevar al mundo al Salvador.
Que nunca nos cansemos de amarle, porque sólo así podremos mostrar al mundo, que el amor es el único que transforma la vida de los que nos dejamos amar por Él.

FELIZ DÍA DE LA INMACULADA Y QUE MARÍA OS BENDIGA A TODOS.

domingo, 7 de diciembre de 2014

DOMINGO II DEL TIEMPO DE ADVIENTO

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MARCOS 1, 1-8
Comienza el Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios.
Está escrito en el profeta Isaías: Yo envío mi mensajero delante de ti para que te prepare el camino. Una voz grita en el desierto: "Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos." Juan bautizaba en el desierto; predicaba que se convirtieran y se bautizaran, para que se les perdonasen los pecados. Acudía la gente de Judea y de Jerusalén, confesaban sus pecados, y él los bautizaba en el Jordán. Juan iba vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Y proclamaba: "Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco agacharme para desatarle las sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo."

HOMILÍA
Preparad el camino al Señor, allanad sus senderos. Así comienza el Evangelio de Marcos. Pero ¿Adónde va ese camino?, ¿cómo le preparamos los senderos al Señor? La respuesta es bastante fácil, de decir, claro está, porque llevarla a la práctica nos cuesta más trabajo: la única manera de hacerlo es implantar en este mundo el Reino de los cielos. Hacer de nuestro mundo un trocito de cielo ya en esta tierra. Pero claro, ¿cómo es el cielo?.
Cierto día, un gran sabio le pidió a Dios que le permitiera ver como era el Cielo y el Infierno para compartir su experiencia con los demás hombres.
Dios decidió mostrarle primero el infierno. Era una gran mansión, cuya única habitación era un largo e infinito comedor. El comedor era tan amplio como un gran río y al frente de cada comensal estaban servidos los mejores y más variados platos y manjares existentes. El sabio observó detenidamente sus caras y notó que estaban enfermos, y que tenían hambre ya que sus cubiertos eran tan largos como remos, y por más que intentaran estirar sus brazos no alcanzaban a alimentarse.
El sabio simplemente observó detenidamente y en silencio. Imaginaba que el cielo sería totalmente diferente.
Después de observar unos segundos más, Dios decidió mostrarle al sabio el Cielo.
Cual sería el asombro de ver la misma mansión, y entrar en ella. La única habitación era un gran comedor con las mismas dimensiones y características del infierno. Estaba servida con los mismos manjares ostentosos…
Observó que los comensales, a pesar de tener cucharas tan largas como remos se veían saludables, llenos de vigor y felices.. Él sabio se preguntó a sí mismo: ¿Pero cómo están tan felices si ellos por si mismos no pueden alimentarse?.
Y observó que cada comensal alimentaba al que estaba en frente.
Esa tiene que ser nuestra tarea para preparar el camino al Señor, una tarea que sí que podemos realizar. ¿O no es verdad que podemos mirar al que tenemos al lado y ayudarle cuando nos necesite?, ¿no es verdad que podemos estar atentos cuando nuestro hermano sufre y ser capaz de paliar su sufrimiento en lo que nos sea posible?.
Eso significa preparar el camino al Señor, esa es la manera de hacer de este mundo un pedacito de cielo, esa es la única manera de vivir el adviento y nuestra vida cristiana. Hagamos realidad ya entre nosotros lo que un día disfrutaremos para siempre.

FELIZ DOMINGO Y QUE DIOS OS BENDIGA.

lunes, 1 de diciembre de 2014

ANIVERSARIO DE MI ORDENACIÓN SACERDOTAL

Parece que fue ayer, y sin embargo han pasado ya doce años. El 1 de Diciembre de 2002, 6 jóvenes eran ordenados sacerdotes por D. Antonio Cañizares en la catedral de Granada. Desde ese día han sido muchas experiencias, muchas vivencias, pero sobretodo han sido muchas personas las que han hecho posible que el Dios que los llamó, se haya hecho presente en cada momento y en cada acontecimiento de sus vidas.
Para mí, han sido doce años de alegrías, de felicidad continua y sobre todo han sido doce años llenos del amor de Dios que me lo ha ido demostrando día a día.
Hoy doce años después sólo me salen palabras de agradecimiento para aquel que me llamó, que me encomendó la tarea de anunciarlo y de llevarlo al corazón de todos.
Es verdad que también ha habido momentos malos, momentos en los que mi debilidad y mi pobreza se han hecho más patentes y manifiestas, pero también él conocía esa pequeñez mía y sobre todo que es en esos momentos donde se hace más palpable y visible que todo mi trabajo, que toda mi vida depende de Dios.
Desde ese día 1 de diciembre de 2002, muchas son las personas que han pasado por mi vida, y cada una de ellas han dejado una huella especial. Cada una ha ido calando en mi vida y sobre todo, cada una de ellas ha ido haciendo que vaya creciendo como persona, como cristiano y como sacerdote.
Todos los pueblos por los que he pasado, han sido especiales para mí, porque cada uno de ellos, con sus luces y sus sombras, han ido dando sentido a mi vocación.
Mi primer destino, Pinos Puente, fue una escuela maravillosa donde viví la experiencia de cómo el trabajo realizado por los diáconos que me precedieron y de los curas que había allí daba frutos y donde mi trabajo era continuar con esa labor. Allí encontré gente maravillosa de la cual sigo teniendo la inmensa alegría de compartir pedacitos de su vida.
Aquel primer destino tuvo una sorpresa increíble e inesperada, mi primera parroquia, Olivares. Inolvidable su gente, su calidez humana, que contrasta con el frio del invierno, y sobre todo que fue allí donde aprendí lo mucho que te pueden dar las personas y lo mucho que te puede dar Dios a través de ellas.
Después llegaron tres pequeños pueblos donde he tenido mi segunda familia, Gualchos, Lújar y Rubite. Cada uno distinto del otro, pero todos con una característica común para mí, me he sentido querido, acogido y sobre todo me he sentido plenamente feliz compartiendo mi vida y mi fe que todos.
A los seis años de estar allí vino otra sorpresa increíble, Castell y Los Carlos. Tres años de compartir, de llenarse de Dios a través de todos esos pequeños momentos vividos y de descubrir como Dios va trabajando aún cuando tu estas lleno de limitaciones. Dios sabe lo que hace con cada uno de nosotros.
Y es precisamente eso lo que pensé en mi último cambio, Almuñécar. Dios sabe por qué nos pone a cada uno en un sitio, por qué hace las cosas que hace. Un lugar, donde me siento otra vez como en mi casa, querido, acogido y sobre todo experimentando cada día, el amor de Dios en cada persona y en cada acontecimiento. Un regalo que el Señor me ha hecho y que espero no desaprovechar.
Sé, que tengo motivos más que de sobra para darle hoy gracias a Dios por mi vocación y por todo lo que ha hecho en mi vida, y por eso quería compartir con todos esta pequeña reflexión, para que sigáis pidiendo a Dios por mi y por mis compañeros, no sólo para que nos vaya bien, sino para que sepamos demostrarles a todos los que nos rodean que merece la pena dejarse amar por Dios y poder trasmitir a los demás ese amor maravilloso.

Que Dios os bendiga. 

domingo, 30 de noviembre de 2014

DOMINGO I DE ADVIENTO

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MARCOS 13, 33-37
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
-- Mirad, vigilad: pues no sabéis cuando es el momento. Es igual que un hombre que se fue de viaje y dejo su casa, y dio a cada uno de sus criados su tarea, encargando al portero que velara. Velad entonces, pues no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa, si al atardecer, o a medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer; no sea que venga inesperadamente y os encuentre dormidos. Lo que os digo a vosotros lo digo a todos: ¡Velad!

HOMILÍA
Era un pequeño y antiguo pueblecito, presidido por un castillo aún más viejo, que estaban situados en la frontera de un país lejano, al lado de un gran desierto. Tanto el pueblo como el castillo eran muy aburridos, porque raramente pasaba alguien cerca de ellos. Alguna vez se detenían a pernoctar extrañas caravanas o caminantes solitarios, pero, en cuanto se alimentaban y descansaban, volvían a irse, dejando a los habitantes del pueblecito y del castillo con su diario aburrimiento.
Y así hasta que un día llegó un mensaje del rey de la nación informando de que, en la corte, se habían recibido noticias de que Dios en persona iba a venir a su país, si bien aún no se sabía qué ciudades y zonas visitaría. Pero era probable o, al menos, posible que pasara por nuestro
pueblecito. Por lo cual, por si acaso, el pueblo y el castillo debían prepararse para recibirle tal y como Dios se merecía.
Esto trastornó de entusiasmo a las autoridades, que mandaron reparar las calles, limpiar las fachadas, construir arcos triunfales, llenar de colgaduras los balcones. Y, sobre todo, nombraron centinela al más noble habitante de la aldea. Este centinela tendría la obligación de irse a vivir a la torre más alta del castillo y desde allí avizorar constantemente el horizonte,
para dar lo antes posible la noticia de la llegada de Dios.
El centinela recibió el encargo con orgullo: jamás en su vida había hecho algo tan importante. Y se dispuso a permanecer firme en la torre con los ojos abiertos como platos. "¿Cómo será Dios?", se preguntaba a sí mismo. "¿Y cómo vendrá? ¿Tal vez con un gran ejército? ¿Quizá con una corte de carros majestuosos?" En este caso, se decía, será fácil adivinar su
llegada cuando aún esté lejos.
Y durante las veinticuatro horas del día y de la noche no pensaba en otra cosa y permanecía en pie y con los ojos abiertos. Pero, cuando hubieron pasado así algunos días y noches, el sueño comenzó a rendirle y pensó que tampoco pasaría nada si daba unas cabezadas, ya que Dios
vendría precedido por sones de trompetas, que, en todo caso, le despertarían.
Y pasaron no sólo los días, sino también las semanas, y la gente del pequeño pueblo regresó a su vida de cada día y comenzó a olvidarse de la venida de Dios. Y hasta el propio centinela dormía ya tranquilo las noches enteras y él mismo se dedicaba a pensar en otras cosas, porque ya no era capaz de concentrarse sólo en aquella espera.
Y pasaron no sólo las semanas, sino también los meses e incluso los años y ya nadie en el pueblo se acordaba de aquel anuncio para nada. Incluso un año de gran hambre, la población fue desfilando, uno tras otro, hacia tierras más prósperas. Y se quedó solo el centinela, aún subido en su torre, esperando, aunque ya con una muy débil esperanza. Y pasaban ejércitos y caravanas que, por unos momentos, encendían sus sueños, pero ninguno era el ejército o la caravana del Dios anunciado.
Y el centinela comenzó a pensar: "¿Para qué va a venir Dios? Si este pueblo nunca tuvo interés alguno, y ahora, vacío, mucho menos. Y si viniera al país, ¿por qué iba a detenerse precisamente en este castillo tan insignificante?" Pero, como a él le habían dado esa orden y como esa orden le había levantado la esperanza, su decisión de permanecer era más fuerte
que sus dudas.
Hasta que un día se dio cuenta de que, con el paso de los días y los años, se había vuelto viejo y sus piernas se resistían a subir la escalera de la torre. Sintió que sus ojos se iban cerrando, que ya apenas veía y que la muerte estaba acercándose. Y no pudo evitar que de su garganta saliera una especie de grito: "Me he pasado toda la vida esperando la visita de Dios
y me voy a morir sin verle."
Y entonces, justamente en ese momento, oyó una voz muy tierna a sus espaldas. Una voz que decía: "Pero ¿es que no me conoces?" Entonces el centinela, aunque no veía a nadie, estalló de alegría y dijo: "¡Oh, ya estás aquí! ¿Por qué me has hecho esperar tanto? Y ¿por dónde has venido que yo no te he visto?" Y, aún con mayor dulzura, la voz respondió: "Siempre
he estado cerca de ti, a tu lado, más aún: dentro de ti. Has necesitado muchos años para darte cuenta. Pero ahora ya lo sabes. Este es mi secreto: yo estoy siempre con los que me esperan y sólo los que me esperan, pueden verme."
Y entonces el alma del centinela se llenó de alegría. Y viejo y casi muerto, como estaba, volvió a abrir los ojos y se quedó mirando, amorosamente, al horizonte.
Comenzamos el tiempo de Adviento. Tiempo de espera, tiempo de mirar en nosotros y encontrarnos con aquel que nos ama, con aquel que siempre está a nuestro lado, con aquel que pasa por nuestras vidas deseando que lo reconozcamos. Que no pase este tiempo como algo más. Que nos sirva para encontrarnos con un Dios que nos espera hecho hombre para que lo amemos como Él nos ama a nosotros.


FELIZ DOMINGO Y QUE DIOS OS BENDIGA

domingo, 23 de noviembre de 2014

DOMINGO DE CRISTO REY DEL UNIVERSO

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO 25, 31-46
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
-- Cuando venga en su gloria el Hijo del hombre, y todos los ángeles con él, se sentará en el trono de su gloria, y serán reunidas ante él todas las naciones. Él separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas de las cabras. Y pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda. Entonces dirá el rey a los de su derecha: "Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme." Entonces los justos le contestarán: "Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de beber?; ¿cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos?; ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?" Y el rey les dirá: "Os aseguro que cada vez que lo hicisteis con uno de éstos, mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis." Y entonces dirá a los de su izquierda: "Apartaos de mi, malditos, id al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber, fui forastero y no me hospedasteis, estuve desnudo y no me vestisteis, enfermo y en la cárcel y no me visitasteis." Entonces también éstos contestarán: "Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o forastero o desnudo, o enfermo o en la cárcel, y no te asistimos?" Y él replicará: "Os aseguro que cada vez que no lo hicisteis con uno de éstos, los humildes, tampoco lo hicisteis conmigo." Y éstos irán al castigo eterno, y los justos a la vida eterna.

HOMILÍA
Cierto día un maestro preguntó a sus discípulos:
¿Cómo podemos saber que la noche ha terminado y que ha empezado el día?
Todos los discípulos se apresuraron a responder: “Cuando vemos salir los primeros rayos de luz”, otros decían: “cuando podemos distinguir un árbol de una persona”, y así continuaron diciendo respuestas.
El maestro callaba, hasta que terminaron de hablar, entonces repuso: “Estáis equivocados, la noche termina y el día empieza cuando miramos a una persona y vemos al prójimo en ella”.
Ese es el reino que Jesús viene a traer. Ese es el reino que nosotros debemos implantar aquí en la tierra. Un lugar donde no veamos a hombres o a mujeres, sino en el que veamos a hermanos, al prójimo en cada esquina de la vida.
Al final de nuestra vida, nos van a juzgar de las veces que hayamos visto al prójimo en el que tenemos al lado, del amor que hayamos dado, del cariño que hayamos repartido, de la misericordia que hayamos tenido.
Cristo quiere reinar en nuestras vidas, y lo único que nos pide es que seamos capaces de iluminar las vidas de los que se acercan a nosotros, que hagamos que un nuevo sol se alce sobre el mundo. Un sol lleno de amor, de entrega, de generosidad.
Cristo puede reinar en este mundo, sólo debemos abrir los ojos y ver en cada uno de los que pasan a nuestro lado al prójimo, ser capaces de verlo a Él en el hermano.

FELIZ DOMINGO Y QUE DIOS OS BENDIGA.

domingo, 16 de noviembre de 2014

DOMINGO XXXIII DEL TIEMPO ORDINARIO

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO 25, 14-15.19-21
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola:
--Un hombre, al irse de viaje, llamó a sus empleados y los dejó encargados de sus bienes: a uno le dejó cinco talentos de plata, a otro dos, a otro uno, a cada cual según su capacidad; luego se marchó. El que recibió cinco talentos fue enseguida a negociar con ellos y ganó otros cinco. El que recibió dos hizo lo mismo y ganó otros dos. En cambio el que recibió uno hizo un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor.
Al cabo de mucho tiempo volvió el señor de aquellos empleados y se puso a ajustar las cuentas con ellos. "Señor, cinco talentos me dejaste; mira, he ganado otros cinco." Su señor le dijo: "Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor." Se acercó luego el que había recibido dos talentos y dijo: "Señor, dos talentos me dejaste; mira he ganado otros dos." Su Señor le dijo: "Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor."
Finalmente, se acercó el que había recibido un talento y dijo: "Señor, sabía que eras exigente, que siegas donde no siembras y recoges donde no esparces; tuve miedo y fui a esconder tu talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo." El señor le respondió: "Eres un empleado negligente y holgazán. ¿Conque sabías que siego donde no siembro y recojo donde no esparzo? Pues debías haber puesto mi dinero en el banco para que al volver yo pudiera recoger lo mío con los intereses. Quitadle el talento y dádselo al quien tiene diez. Porque al que tiene se le dará y le sobrará; pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene. Y a ese empleado inútil echadlo fuera, a las tinieblas; allí será el llanto y el rechinar de dientes”.

HOMILÍA
Hace unos días me llegó este mensaje por el correo electrónico: “Aquel día lo vi distinto. Tenía la mirada enfocada en lo distante. Casi ausente. Pienso ahora que tal vez presentía que ese era el último día de su vida. Me aproximé y le dije: – ¡Buen día, abuelo! Él extendió su silencio. Me senté junto a su sillón y luego de un misterioso instante, exclamó: – ¡Hoy es día de inventario, hijo! – ¿Inventario? – pregunté sorprendido. – Si... ¡El inventario de las cosas perdidas! – me contestó con cierta energía y no sé si con tristeza o alegría. Y prosiguió: – En el lugar de donde yo vengo las montañas quiebran el cielo como monstruosas presencias constantes. Siempre tuve deseos de escalar la más alta, nunca lo hice, no tuve tiempo ni la voluntad suficiente para sobreponerme a mi inercia. Recuerdo también a Mara, aquella chica que amé en silencio por cuatro años, hasta que un día se marchó del pueblo, sin yo saberlo. ¿Sabes algo? También estuve a punto de estudiar ingeniería, pero mis padres no pudieron pagarme los estudios. Además, el trabajo en la carpintería de mi padre no me permitía viajar. ¡Tantas cosas no concluidas, tantos amores no declarados, tantas oportunidades perdidas! Luego, su mirada se hundió aun más en el vacío y se humedecieron sus ojos. Y continuó: – En los treinta años que estuve casado con Rita, creo que sólo cuatro o cinco veces le dije: "Te amo". Luego de un breve silencio, regresó de su viaje mental y mirándome a los ojos me dijo: – Este es mi inventario de cosas perdidas, la revisión de mi vida. A mí ya no me sirve. A ti sí. Te lo dejo como regalo para que puedas hacer tu inventario a tiempo.
Y luego, con cierta alegría en el rostro, continuó con entusiasmo y casi divertido: – ¿Sabes qué he descubierto en estos días? – ¿Qué, abuelo? Aguardó unos segundos y no contestó. Sólo me interrogó nuevamente: –¿Cuál es el pecado más grave en la vida de un hombre? La pregunta me sorprendió y sólo atine a decir, con inseguridad: – No lo había pensado. Supongo que matar a otros seres humanos, odiar al prójimo y desearle mal. ¿Tener malos pensamientos, tal vez? Su cara reflejaba una negativa. Me miró intensamente, como marcando el momento y en tono grave y firme me señaló: – El pecado más grave en la vida de un ser humano es el pecado por omisión. Y lo más doloroso es descubrir las cosas perdidas sin tener tiempo para encontrarlas y recuperarlas.
Al día siguiente regresé temprano a casa, luego del entierro del abuelo, para realizar en forma urgente mi propio inventario de las cosas perdidas. El expresarnos nos deja muchas satisfacciones, así que no tengas miedo, y procura hacer lo que sabes que es bueno... antes de que sea demasiado tarde. Dile a ese ser: "Te amo, perdóname, me equivoqué”. Dile a Él: “Me arrepiento, Señor, por favor perdóname".
Muchas veces nos quedamos mirando a los que recibieron más, o a los que recibieron menos... Las monedas que hemos recibido, no son para guardarlas en un hoyo, sino para hacerlas producir, en la medida de nuestras capacidades. Carpe diem, decían los antiguos... Hay que aprovechar el día, cada día y hacer lo que tenemos que hacer.

FELIZ DOMINGO Y QUE DIOS OS BENDIGA.

domingo, 9 de noviembre de 2014

DOMINGO XXXII DEL TIEMPO ORDINARIO - LA DEDICACIÓN DE LA BASÍLICA DE LETRAN

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN 2, 13-22
Se acercaba la Pascua de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén. Y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas sentados; y, haciendo un azote de cordeles, los echó a todos del templo, ovejas y bueyes; y a los cambistas les esparció las monedas y les volcó las mesas; y a los que vendían palomas les dijo:
—Quitad esto de aquí; no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre».
Sus discípulos se acordaron de lo que está escrito: «El celo de tu casa me devora».
Entonces intervinieron los judíos y le preguntaron:
— ¿Qué signos nos muestras para obrar así?
Jesús contestó:
—Destruid este templo, y en tres días lo levantaré.
Los judíos replicaron:
—Cuarenta y seis años ha costado construir este templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?
Pero él hablaba del templo de su cuerpo. Y, cuando resucitó de entre los muertos, los discípulos se acordaron de que lo había dicho, y dieron fe a la Escritura y a la palabra que había dicho Jesús.

HOMILÍA
Una vez había una gran fiesta en un pueblo. Toda la gente
había dejado sus trabajos y ocupaciones de cada día para reunirse en
la plaza principal, en donde estaban los juegos y los puestitos de
venta de cuanta cosa linda una pudiera imaginarse.
Los niños eran quienes gozaban con aquellos festejos
populares. Había venido de lejos todo un circo, con payasos y
equilibristas, con animales amaestrados y domadores que les hacían
hacer pruebas y cabriolas. También se habían acercado hasta el pueblo toda clase de vendedores, que ofrecían golosinas, alimentos y
juguetes para que los chicos gastaran allí  los pesos que sus padres o padrinos les habían regalado con objeto de sus cumpleaños, o
pagándoles trabajitos extras.
Entre todas estas personas había un vendedor de globos. Los tenía de
todos los colores y formas. Había algunos que se distinguían por su
tamaño. Otros eran bonitos porque imitaban a algún animal conocido, o extraño. Grandes, chicos, vistosos o raros, todos los globos eran
originales y ninguno se parecía al otro. Sin embargo, eran pocas las
personas que se acercaban a mirarlos, y menos aún los que pedían para comprar algunos.
Pero se trataba de un gran vendedor. Por eso, en un momento en que
toda la gente estaba ocupada en curiosear y detenerse, hizo algo
extraño. Tomó uno de sus mejores globos y lo soltó. Como estaba lleno de aire muy liviano, el globo comenzó a elevarse rápidamente y pronto estuvo por encima de todo lo que había en la plaza. El cielo estabaclarito, y el sol radiante de la mañana iluminaba aquel globo que trepaba y trepaba, rumbo hacia el cielo, empujado lentamente hacia el oeste por el viento quieto de aquella hora. El primer niño gritó:
-¡Mira mamá un globo!
Inmediatamente fueron varios más que lo vieron y lo señalaron a sus
chicos o a sus más cercanos. Para entonces, el vendedor ya había
soltado un nuevo globo de otro color y tamaño mucho más grande. Esto
hizo que prácticamente todo el mundo dejara de mirar lo que estaba
haciendo, y se pusiera a contemplar aquel sencillo y magnífico
espectáculo de ver como un globo perseguía al otro en su subida al
cielo.
Para completar la cosa, el vendedor soltó dos globos con los mejores
colores que tenía, pero atados juntos. Con esto consiguió que un
tropilla de niños pequeños lo rodeara, y pidiera a gritos que su papá o su mamá  le comprara  un globo como aquellos que estaban subiendo y subiendo. Al gastar gratuitamente algunos de sus mejores globos,
consiguió que la gente le valorara todos los que aún le quedaban, y
que eran muchos. Porque realmente tenía globos de todas formas,
tamaños y colores. En poco tiempo ya eran muchísimos los niños que se paseaban con ellos, y hasta había alguno que imitando lo que viera, había dejado que el suyo trepara en libertad por el aire.
Había allí cerca un niño negro, que con dos lagrimones en los ojos,
miraba con tristeza todo aquello. Parecía como si un honda angustia
se hubiera apoderado de él. El vendedor, que era un buen hombre, se
dio cuenta de ello y llamándole le ofreció un globo. El pequeño movió la cabeza negativamente, y se rehusó a tomarlo.
-Te lo regalo, pequeño-le dijo el hombre con cariño, insistiéndole
para que lo tomara.
Pero el niño negro, de pelo corto y ensortijado, con dos grandes ojos tristes, hizo nuevamente un ademán negativo rehusando aceptar lo que se le estaba ofreciendo. Extrañado el buen hombre le preguntó al pequeño que era entonces lo que lo entristecía. Y el negrito le
contestó, en forma de pregunta:
-Señor, si usted suelta ese globo negro que tiene ahí ¿Será que sube
tan alto como los otros globos de colores?
Entonces el vendedor entendió. Tomó un hermoso globo negro, que nadie había comprado, y desatándolo se lo entregó al pequeño, mientras le decía:-Hace vos mismo la prueba. Soltalo y verás como también tu globo sube igual que todos los demás.
Con ansiedad y esperanza, el negrito soltó lo que había recibido, y
su alegría fue inmensa al ver que también el suyo trepaba velozmente
lo mismo que habían hecho los demás globos. Se puso a bailar, a
palmotear, a reírse de puro contento y felicidad.
Entonces el vendedor, mirándolo a los ojos y acariciando su cabecita
enrulada, le dijo con cariño:
-Mira pequeño, lo que hace subir a los globos no es la forma ni el
color, sino lo que tiene adentro.
Somos Templos del Espíritu Santo, somos piedras vivas en este gran edificio que es la iglesia, pero lo importante no es nuestro aspecto, nuestro exterior. No importa si somos jóvenes o viejos, grandes o chicos, guapos o feos, lo que verdaderamente importa es lo que hay en nuestro interior.
El amor que seamos capaces de dar, es lo que nos hace ser tan importantes y tan necesarios a los ojos de Dios. Y al igual que hay muchos tipos de piedras en un edificio, y todas son importantes si cumplen con su función de sostener el edificio, nosotros, que todos somos distintos, si cumplimos con nuestra tarea de amar a Dios y a los hermanos, también somos imprescindibles para Dios.
No nos cansemos nunca de ser parte de este gran edificio que es la Iglesia, y sobre todo, no nos cansemos nunca de llenarnos del amor de Dios, para así poder subir como el globo y hacer subir hacia Dios a los demás.

FELIZ DOMINGO Y QUE DIOS OS BENDIGA

domingo, 2 de noviembre de 2014

DOMINGO XXXI DEL TIEMPO ORDINARIO - LOS FIELES DIFUNTOS

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN 14, 1-6
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: -No perdáis la calma: creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas estancias, y me voy a prepararos sitio. Cuando vaya y os prepare sitio, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo, estéis también vosotros. Y a donde yo voy, ya sabéis el camino. Tomás le dice:
--Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?
Jesús le responde:
--Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre sino por mí.

HOMILÍA

La liturgia de este domingo, coincide con el día de todos los fieles difuntos. Hoy recordamos y rezamos por todas esas personas que han pasado por nuestra vida y que ya nos han precedido en el momento de la muerte. Pero no es sólo un día para recordar y para sufrir por aquellos que ya no están entre nosotros, hoy es un día para la esperanza, para recordarnos que todos nosotros pasaremos por ese momento y que hay que vivir la vida desde la seguridad de saber que Cristo murió por nosotros para que el momento de la muerte no fuera el final.
Una mañana llegó a las puertas de la ciudad un mercader árabe y allí se encontró con un pordiosero medio muerto de hambre. Sintió pena por él y le socorrió dándole dos monedas de cobre.

Horas más tarde, los dos hombres volvieron a coincidir cerca del mercado:

- “¿Qué has hecho con las monedas que te he dado?”, preguntó el mercader.

- “Con una de ellas me he comprado pan, para tener de qué vivir; con la otra me he comprado una rosa, para tener por qué vivir…”.
Cada día el Señor nos regala rosas para que nuestra vida tenga sentido, aunque las cosas salgan mal, aunque muchas veces no encontremos sentido, cada día Dios sale a nuestro encuentro para darnos miles de razones para vivir, para aprovechar cada segundo de nuestra vida, y sobre todo para vivir con la esperanza de que todo lo que hagamos en esta vida, tendrá un sentido junto al Padre.
No es cuestión de estar pensando cada día en la muerte, sino, pensar en la vida, en lo que tenemos y en la nueva vida que tendremos. Sólo así pasaremos por esta vida con la alegría de saber que todo tiene sentido, y que depende de nosotros ver esas rosas por las que vivir.


FELIZ DOMINGO Y QUE DIOS OS BENDIGA.

sábado, 1 de noviembre de 2014

SOLEMNIDAD DE TODOS LOS SANTOS

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO 5, 1-12a
En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió a la montaña, se sentó y se acercaron los discípulos; y él se puso a hablar, enseñándolos:
-- Dichosos los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Dichosos lo que lloran, porque ellos serán consolados. Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la tierra. Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos quedarán saciados. Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán la misericordia. Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos se llamarán los Hijos de Dios. Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. Dichosos vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo.

HOMILÍA
Hoy celebramos una de las fiestas más cercanas a todos nosotros. Recordamos a los mejores hijos de la Iglesia a aquellos que siendo como tu y como yo lograron llevar una vida parecida al Evangelio, una vida fundamentada en el mensaje de la Bienaventuranzas.
El Señor nos pide a nosotros que sigamos el ejemplo de todas aquellas personas que, siendo como nosotros, con sus fallos y sus equivocaciones, nos han demostrado que se pueda, en esta vida, cumplir el mensaje del Señor.
Pero él sabe que esto es difícil, por eso nos deja un regalo para que podamos hacerlo.
Hace ya un tiempo, un hombre castigó su pequeña niña de 3 anos por desperdiciar un rollo de papel de regalo dorado.

El dinero era escaso en esos días por lo que exploto en furia, cuando vio a la niña tratando de envolver una caja para ponerla debajo del árbol de Navidad, mas sin embargo la niña le llevo el regalo a su padre la siguiente mañana y
dijo:
" Esto es para ti, Papá "
" El se sintió avergonzado de su reacción de furia, pero este volvió a explotar cuando vio que la caja estaba vacía.

Le volvió a gritar diciendo: " ¡¡¡Que no sabes que cuando das un regalo a alguien se supone que debe haber algo adentro!!!

La pequeñita se volvió hacia arriba con lagrimas en los ojos y dijo, " Oh, Papá, no está vacía, Yo sople besos dentro de la caja, Todos para ti, Papi. "

El Padre se sintió morir; Puso sus brazos alrededor de su niña y le suplico que lo perdonara.

Se ha dicho que el hombre guardó esa caja dorada cerca de su cama por años y siempre que se sentía derrumbado, él tomaba de la caja un beso imaginario y recordaba el amor que su niña había puesto ahí.
Así es el regalo que el Señor nos ha dejado, con todos los santos. No los vemos, pero todos ellos están intercediendo por nosotros, ayudándonos a vivir cada día mejor, a dar lo mejor de nosotros mismos.
Disfrutemos de este día, disfrutemos de todas las personas que han marcado nuestra vida y que ya están descansando en el Señor, pero sobre todo disfrutemos de esta vida, viviendo las bienaventuranzas, con la ayuda de todos aquellos santos que han pasado por nuestra vida y que sigan protegiéndonos y animándonos.

QUE DIOS OS BENDIGA Y FELIZ DÍA DE TODOS LOS SANTOS.

domingo, 19 de octubre de 2014

DOMINGO XXIX DEL TIEMPO ORDINARIO

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO 22, 15-21
En aquel tiempo, se retiraron los fariseos y llegaron a un acuerdo para comprometer a Jesús con una pregunta. Le enviaron unos discípulos, con unos partidarios de Herodes, y le dijeron:
-- Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas el camino de Dios conforme a la verdad; sin que te importe nadie, porque no miras lo que la gente sea. Dinos, pues, qué opinas: ¿es lícito pagar impuesto al César o no?
Comprendiendo su mala voluntad, les dijo Jesús:
-- Hipócritas, ¿por qué me tentáis? Enseñadme la moneda del impuesto.
Le presentaron un denario. Él les preguntó:
-- ¿De quién son esta cara y esta inscripción?
Le respondieron:
-- Del César.
Entonces les replicó:
-- Pues pagadle al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.

HOMILÍA

Al igual que el agua y el aceite no se pueden mezclar, la política y el dinero tampoco hay que mezclarlo con la Iglesia. Eso es precisamente lo que Jesús nos quiere decir hoy en el evangelio, aunque podemos dar un paso más.

Un periodista visitó un día a la madre Teresa de Calcuta mientras ella estaba ocupada en curar a un enfermo en un estado verdaderamente repugnante. "Yo no haría esto" - dijo el periodista a la madre Teresa - ni por un millón de dólares" "Por un millón de dólares tampoco yo lo haría", respondió la madre y siguió en su tarea tan repugnante para el periodista pero lo más natural para ella que veía en el enfermo el mismo rostro de Jesús..

Al igual que en la moneda vieron al César, nuestra moneda no es otro que el prójimo, el más necesitado. Eso es darle a Dios lo que es de Dios, darle dignidad en aquel que la ha perdido, darle amor a aquel que está falto de cariño, darle compañía al que se siente solo, darle alegría al que se siente triste.

Dios no quiere de nosotros nada para él, porque no necesita nada, pero clama cada día por aquello que tenemos nosotros y que tantos necesitan.
Seamos capaces de separar, dinero e Iglesia, pero nunca separemos Dios y prójimo.


FELIZ DOMINGO Y QUE DIOS OS BENDIGA.

domingo, 12 de octubre de 2014

DOMINGO XXVIII DEL TIEMPO ORDINARIO

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO 22, 1-14
En aquel tiempo, de nuevo tomó Jesús la palabra y habló en parábolas a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo:
--El reino de los cielos se parece a un rey que celebraba la boda de su hijo. Mandó criados para que avisaran a los convidados a la boda, pero no quisieron ir. Volvió a mandar criados, encargándoles que les dijeran: "Tengo preparado el banquete, he matado terneros y reses cebadas, y todo está a punto. Venid a la boda". Los convidados no hicieron caso; uno se marchó a sus tierras, otro a sus negocios; los demás les echaron mano a los criados y los maltrataron hasta matarlos. El rey montó en cólera, envió sus tropas, que acabaron con aquellos asesinos y prendieron fuego a la ciudad. Luego dijo a sus criados: "La boda está preparada, pero los convidados no se la merecían. Id ahora a los cruces de los caminos, y a todos los que encontréis, convidadlos a la boda." Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos. La sala del banquete se llenó de comensales. Cuando el rey entró a saludar a los comensales, reparó en uno que no llevaba traje de fiesta y le dijo: "Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin vestirte de fiesta?" El otro no abrió la boca. Entonces el rey dijo a los camareros: "Atadlo de pies y manos y arrojadlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes." Porque muchos son los llamados y pocos los escogidos.

HOMILÍA

Algo que suele pasar desapercibido en esta parábola y que para mí es fundamental, es el hecho de que el rey necesita que haya invitados para poder celebrar la boda. No es un capricho, ni algo que le guste, es una necesidad de que haya gente, porque sin esa gente no hay celebración ni banquete.
A Dios le pasa lo mismo. Él nos llama continuamente, no porque le apetezca, sino porque nos necesita. Puede sonar raro que Dios nos necesite, pero es así. Para poder amar necesitamos a alguien a quien amar, y Dios para poder amar también nos necesita. La cuestión de esta parábola está en que nosotros nos demos cuenta de que también lo necesitamos a Él.
Durante una guerra, una bomba destruyó una iglesia. El crucifijo quedó mutilado de los dos brazos. Al concluir la guerra, los obreros que reconstruyeron aquel templo, repusieron la estatua del crucifijo en su lugar pero no quisieron pegarle los dos brazos rotos; dejaron el crucifijo mutilado. En cambio, al pie de la cruz grabaron esta inscripción: "Jesús, queremos ser tus brazos".
Dios nos necesita para ser sus brazos en este mundo, nosotros lo necesitamos para que nos de su alimento, su fuerza y su amor. No podemos vivir el uno sin el otro. Por eso respondamos a su llamada con la alegría de sabernos imprescindibles para Dios.

FELIZ DOMINGO Y QUE DIOS OS BENDIGA.

domingo, 5 de octubre de 2014

DOMINGO XXVII DEL TIEMPO ORDINARIO

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO 21, 33-43
En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo:
-- Escuchad otra parábola: Había un propietario que plantó una viña, la rodeó con una cerca, cavó en ella un lagar, construyó la casa del guarda, la arrendó a unos labradores y se marchó de viaje. Llegado el tiempo de la vendimia, envió sus criados a los labradores, para percibir los frutos que le correspondían. Pero los labradores, agarrando a los criados, apalearon a uno, mataron a otro, y a otro lo apedrearon. Envió de nuevo otros criados, más que la primera vez, e hicieron con ellos lo mismo. Por último les mandó a su hijo, diciéndose: "Tendrán respeto a mi hijo." Pero los labradores, al ver al hijo, se dijeron: "Éste es el heredero: venid, lo matamos y nos quedamos con su herencia." Y, agarrándolo, lo empujaron fuera de la viña y lo mataron. Y ahora, cuando vuelva el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores?
Le contestaron:
-- Hará morir de mala muerte a esos malvados y arrendará la viña a otros labradores, que le entreguen los frutos a sus tiempos.»
Y Jesús les dice:
-- ¿No habéis leído nunca en la Escritura?: "La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente" Por eso os digo que se os quitará a vosotros el reino de Dios y se dará a un pueblo que produzca sus frutos.

HOMILÍA
Está claro que la parábola de hoy va dirigida al pueblo de Israel. Ellos eran la viña del Señor, pero no reconocieron a Jesucristo como su Mesías y se le quitó para dársela a un pueblo que diera sus frutos a su tiempo, se nos dio a nosotros los cristianos. Y aquí es donde viene la pregunta del millón. ¿Qué frutos estamos dando nosotros con la viña que el Señor nos ha dado?
Y ya no estoy hablando de nuestra familia, de nuestro9 pueblo, de nuestra vida, sino que miramos nuestro mundo, esa gran viña que el Señor nos ha dado, y ¿qué frutos estamos dando?
Algunos datos para que veamos los frutos que estamos dando:
El 10% de la población mundial posee el 86% de los recursos del planeta, mientras que el 70% más pobre (más de 3.000 millones de adultos) sólo cuenta con el 3%.
La riqueza mundial está dividida en dos sectores: la mitad está en manos del 1% más rico de la población, y la otra mitad se reparte entre el 99% restante.
El 40% de la población mundial vive con menos de 2 dólares/día; la esperanza de vida en África Subsahariana es 31 años menos que en la OCDE, y cada año siguen muriendo 10,7 millones de niños y niñas por causa de la pobreza.
Os cuento una historia: El único sobreviviente de la inundación de un barco a causa de una terrible tormenta, fue llevado por las olas a una isla completamente deshabitada. El hombre, desesperado y sin saber qué hacer, rezaba continuamente a Dios pidiendo por su rescate. Todos los días miraba hacia al horizonte en busca de algún barco, pero nunca veía nada. Ni siquiera el indicio de una pequeña señal. Con el paso del tiempo perdió toda esperanza. Ya cansado decidió construir una pequeña choza con ramas secas para protegerse del viento y la lluvia, y además, guardar las pocas pertenencias que conservaba.
Pero un día, mientras escarbaba en el suelo en busca de algo de comida, vio sorprendido que su pequeña choza ardía en llamas: estaba siendo consumida por el fuego con todo lo que había dentro. La desesperación fue total. Ya no podía pasarle nada peor. Todo estaba perdido. El hombre estaba derrumbado: “¡Dios mío, cómo pudiste hacerme esto!”, exclamaba mientras lloraba amargamente. 
Al día siguiente, muy temprano, por la mañana, al hombre le despertó el sonido de un barco que se aproximaba a la isla.  ¡Venían a rescatarlo!
“¿Cómo supieron que estaba aquí?”, preguntó a los hombres que lo rescataron. “Tuviste suerte, - le contestaron – Vimos tus señales de humo”.
En la viña del Señor también hay muchas señales de humo, son todos esos datos que nos muestran que hay mucho trabajo por hacer y que de nosotros depende que vayamos a rescatarlos. Esos son los verdaderos frutos que se nos piden y ante esas señales no podemos cerrar los ojos o volver la cabeza, porque esta viña es responsabilidad de todos, y luego deberemos dar cuenta de nuestras obras.
Por eso pidamos hoy al Señor que esta viña que él ha puesto en nuestras manos seamos capaces de cuidarla y que todas las señales de humo que hay en ella aviven en nosotros el deseo de salir a rescatar a todas las personas que sufren y que en muchas ocasiones está en nuestra mano hacer algo por ellas.

FELIZ DOMINGO Y QUE DIOS OS BENDIGA.

domingo, 28 de septiembre de 2014

DOMINGO XXVI DEL TIEMPO ORDINARIO

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO 21, 28-32
En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo:
--¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Se acercó al primero y le dijo: "Hijo, ve hoy a trabajar en la viña". Él le contestó: "No quiero." Pero después recapacitó y fue. Se acercó al segundo y le dijo lo mismo. Él le contestó: "Voy, señor." Pero no fue. ¿Quién de los dos hizo lo que quería el padre?
Contestaron:
-- El primero.
Jesús les dijo:
-- Os aseguro que los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el camino del reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros enseñándoos el camino de la justicia, y no le creísteis; en cambio, los publicanos y prostitutas le creyeron. Y, aun después de ver esto, vosotros no recapacitasteis ni le creísteis.

HOMILÍA
Dos son las partes en los que podríamos dividir el Evangelio de hoy. Por un lado encontramos a los hijos, dos en los que las palabras son los que los pierden. Palabras que abundan mucho hoy en día y que sin embargo cada vez tienen menos sentido. Cuantas palabras desperdician los políticos, la sociedad y la Iglesia. Palabras que no llevan a ningún lugar, porque carecen de obras que las acompañen.
Nosotros no podemos ser cristianos de palabra, que se conformen con escuchar las palabras del cura, o con decir muchas palabras en la oración. Nosotros debemos ser cristianos de obras, personas que lleven a su vida lo que la palabra de Dios nos dice en el Evangelio. Pero está claro que ninguno de nosotros es perfecto, y que sabemos que por más que nos comprometamos a intentar cambiar de vida, se nos hace cuesta arriba. Y es ahí donde entra el segundo personaje. El padre representa a ese Dios, que a pesar de la negativa de su hijo a ir, no se desespera con él, sino que tiene paciencia.
Eses es nuestro Dios, un Dios siempre dispuesto a darnos una segunda oportunidad. Un Dios olvidadizo, de nuestras faltas.
Siempre que hablo de esto, me acuerdo de una anécdota que me contaron: Se decía en una aldea que una anciana señora era una vidente. El cura quiso averiguar la autenticidad de sus visiones. La llamó y le dijo: "La próxima vez que Dios te hable pídele que te revele mis pecados, que sólo Él conoce. La mujer regresó pocos días más tarde y el cura le preguntó si Dios se le había vuelto a hablar. Y, al responderle que sí, le dijo: "¿Y le pediste lo que te ordené? "Sí, lo hice" ¿Y qué te dijo? Dile al cura que he olvidado sus pecados".
Ese es nuestro Dios mostrémoselo al mundo, no solo de palabras sino de obras. Y para terminar os cuento otra anécdota: En un hospital una hermana había curado con infinita ternura a un paciente totalmente incrédulo. Nunca le pudo hablar de Dios ni de Jesucristo. Cuando le dieron de alta, este hombre le dijo a la religiosa: "Hermana, usted no me habló de Dios, pero hizo mucho más: me lo hizo ver".

FELIZ SEMANA Y QUE DIOS OS BENDIGA.

domingo, 21 de septiembre de 2014

DOMINGO XXV DEL TIEMPO ORDINARIO

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO 20, 1-16
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola:
-- El Reino de los Cielos se parece a un propietario que al amanecer salió a contratar jornaleros para su viña. Después de ajustarse con ellos en un denario por jornada, los mandó a la viña. Salió otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo, y les dijo: "Id también vosotros a mi viña, y os pagaré lo debido." Ellos fueron. Salió de nuevo hacia mediodía y a media tarde e hizo lo mismo. Salió al caer la tarde y encontró a otros, parados, y les dijo: "¿Cómo es que estáis aquí el día entero sin trabajar?" Le respondieron: "Nadie nos ha contratado." Él les dijo: "Id también vosotros a mi viña."
Cuando oscureció, el dueño de la viña dijo al capataz: "Llama a los jornaleros y págales el jornal, empezando por los últimos y acabando por los primeros." Vinieron los del atardecer y recibieron un denario cada uno. Cuando llegaron los primeros, pensaban que recibirían más, pero ellos también recibieron un denario cada uno. Entonces se pusieron a protestar contra el amo: "Estos últimos han trabajado sólo una hora, y los has tratado igual que a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el bochorno." Él replicó a uno de ellos: "Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No nos ajustamos en un denario? Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último igual que a ti. ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos? ¿O vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?" Así, los últimos serán los primeros y los primeros los últimos.

HOMILÍA
Muchos estaréis pensando, y yo el primero, que lo que cuenta la parábola de hoy es una auténtica injusticia. A mí me hace alguien lo que le hizo el dueño de la viña a los trabajadores primeros y no sé lo que haría. ¿Cómo me va a pagar lo mismo a mí, que he estado trabajando todo el día, que a alguien que solo ha trabajado una hora?, no es justo.
Y es que la parábola de hoy no habla de justicia, no habla de lo que es justo o no. Habla de algo, que sin nombrarlo, llena toda la parábola. Habla de palabras que la mayoría de las veces no entran dentro de nuestro vocabulario, habla de perdón, de misericordia, de amor.
Ese es nuestro Dios, un Dios en el que el perdón y el amor priman por encima de la justicia humana. Lo que pasa es que estamos tan acostumbrados a regirnos por nuestras leyes, que se nos escapa que Dios no haga lo mismo. No acabamos de entender que para Dios un solo momento de arrepentimiento, está por encima de todo lo malo que hayamos podido hacer.
Por eso hoy se nos pide, que mostremos al mundo a ese Dios misericordioso. Que nos olvidemos del Dios que castiga, del Dios que da miedo, y entreguemos a los demás ese Dios que perdona por encima de todo. Pero claro, ¿cómo podemos hacerlo? Cómo les mostramos a los demás a ese Dios?.
Existía un monasterio que estaba ubicado en lo alto de la montaña. Sus monjes eran pobres, pero conservaban en una vitrina tres manuscritos antiguos muy piadosos. Vivían de su esforzado trabajo rural y fundamentalmente de las limosnas que les dejaban los fieles curiosos que se acercaba a conocer los tres rollos, únicos en el mundo. Eran viejos papiros con fama universal de importantes y profundos pensamientos.
En cierta oportunidad, un ladrón robó dos rollos y se fugó por la ladera. Los monjes avisaron con rapidez al abad. El superior, como un rayo, buscó la parte que había quedado y con todas sus fuerzas corrió tras el agresor y lo alcanzó: "¿Qué has hecho?. Me has dejado con un sólo rollo. No me sirve. Nadie va a venir a leer un mensaje que está incompleto. Tampoco tiene valor lo que me robaste. Me das lo que es del templo o te llevas también este texto. Así tienes la obra completa."
"Padre, estoy desesperado, necesito urgente hacer dinero con estos escritos santos".
El abad le dijo:
“Bueno, toma el tercer rollo, si no, se va a perder en el mundo algo muy valioso. Véndelo bien. Estamos en paz”. 
Los monjes no llegaron a comprender la actitud del abad. Estimaron que se había comportado débil con el ladrón, y que era el monasterio el que había perdido. Pero guardaron silencio, y todos dieron por terminado el episodio.
 Cuenta la historia que después de una semana, el ladrón regresó. Pidió hablar con el Padre Superior:
"Aquí están los tres rollos, no son míos. Los devuelvo. Te pido, en cambio que me permitas ingresar como un monje. Cuando me alcanzaste, todo me esperaba, menos que tuvieras la generosidad como para darme el tercer rollo y la confianza en mí como para creer el valor de mi necesidad, y que todavía dijeras que estábamos en paz, perdonándome con mucha sinceridad. Eso me ha hecho cambiar. Mi vida se ha transformado".
Nunca ese hombre había sentido la grandeza del perdón, la presencia de tanta generosidad. El abad recuperó los tres manuscritos para beneficio del monasterio, ahora mucho más concurrido por la leyenda del robo y del resarcimiento. Y además consiguió un monje trabajador y de una honestidad a toda prueba.
Esta es la única forma de mostrar al mundo el Dios en el que creemos: haciendo nosotros lo mismo. Probemos a hacerlo, veremos cómo la imagen que los demás tienen de Dios cambia, pero sobre todo, también cambiará nuestra forma de ver a los demás.

FELIZ DOMINGO Y QUE DIOS OS BENDIGA.

domingo, 14 de septiembre de 2014

FIESTA DE LA EXALTACIÓN DE LA SANTA CRUZ

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN 3, 13-17
En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo:
--Nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre. Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna. Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen el él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.

HOMILÍA

Una niña en África, le dio a su maestra un regalo de cumpleaños.

Se trataba de un hermoso caracol.

- "¿Dónde lo encontraste?", le preguntó la maestra.

La niña le dijo que esos caracoles se encontraban solamente en cierta playa lejana.

La maestra se conmovió profundamente porque sabía que la niña había caminado muchos kilómetros para buscar el caracol.

- "No debiste haber ido tan lejos sólo para buscarme un regalo"

La sabia niña sonrió y le contestó:

- "Maestra, la larga caminata es también parte del regalo"
Hoy, 14 de septiembre, celebramos la exaltación de la Santa Cruz, hoy recordamos como Cristo, a través de la cruz nos dio el mejor regalo que nadie nos podía dar, la vida eterna, pero yo hoy me pregunto: ¿por qué sufrir la cruz? ¿no había otra manera, menos cruel, para darnos la vida? Y hoy Cristo, nos responde lo mismo que la niña a su maestra, la cruz es parte del regalo.
Nuestra vida está llena de momentos preciosos, pero también de momentos de cruz, y es en esos momentos, cuando miramos a Cristo crucificado, cuando vemos que el recorrió ya nuestro camino, pero sobre todo, que todo lo malo, todas nuestras faltas y sufrimientos, Cristo las clavó en la cruz para ser él el que las sufrirá, y así poder nosotros sufrir un poquito menos.
Pero sobre todo, la cruz, está puesta para recordarnos, que el verdadero regalo es la vida, y que es lo que nosotros debemos trasmitir. Cada vez que somos cruces para los demás, estamos haciendo todo lo contrario a lo que hizo Jesús. Nuestra tarea, es regalar vida, porque la cruz nos recuerda todo lo que Dios nos amó, para que nosotros pudiéramos amar a los demás.

FELIZ DOMINGO Y QUE DIOS OS BENDIGA.

domingo, 31 de agosto de 2014

DOMINGO XXII DEL TIEMPO ORDINARIO

Lectura del Santo Evangelio según San Mateo 
En aquel tiempo, empezó Jesús a explicar a sus discípulos que tenía que ir a  Jerusalén y padecer allí mucho por parte de los ancianos, sumos sacerdotes  y escribas, y que tenía que ser ejecutado y resucitar al tercer día.  Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo:  -«¡No lo permita Dios, Señor! Eso no puede pasarte.»  Jesús se volvió y dijo a Pedro:  -«Quítate de mi vista, Satanás, que me haces tropezar; tú piensas como los  hombres, no como Dios.»  Entonces dijo Jesús a sus discípulos:  -«El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con  su cruz y me siga.  Si uno quiere salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí la  encontrará.  ¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida?  ¿O qué podrá dar para recobrarla?  Porque el Hijo del hombre vendrá entre sus ángeles, con la gloria de su  Padre, y entonces pagará a cada uno según su conducta.


HOMILIA

 Un joven sentía que no podía más con sus problemas.  Cayó entonces de  rodillas rezando: "Señor, no puedo seguir.  Mi cruz es demasiado pesada"     El Señor le contestó:  "Hijo mío, si no puedes llevar el peso de tu cruz,  guárdala  dentro de esa habitación. Después escoge la cruz que tu quieras".   El joven suspiró aliviado: "Gracias Señor".  Luego dio muchas vueltas por la  habitación observando las cruces, había de todos los tamaños.  Finalmente  fijó sus ojos en una pequeña cruz apoyada junto a la puerta y susurró:  "Señor, quisiera esa cruz".  El Señor le contestó:  "Hijo mío, esa es la cruz  que acabas de dejar".
Una de las cosas más importantes en la vida de un cristiano es la confianza en el Señor, en saber que El sabe lo que hace con nosotros, y que toda nuestra vida, tanto los momentos malos como los buenos tienen un sentido.
Tomar nuestra cruz no es sufrir por sufrir, no es ser masoquistas y desear que nos pasen cosas malas, sino saber aceptar nuestra vida tal y como es, intentar mejorarla pero sobre todo, no desesperar cuando las cosas no salen como queremos sino saber que tanto los buenos como los malos momentos tienen su sentido, aunque nosotros no se lo encontremos.
Confiemos en que Dios sabe lo que hace con nosotros, sigamos caminando alegres y sobre todo tomemos nuestra cruz y sigamos al único que puede darnos la felicidad completa.
FELIZ DOMINGO Y QUE DIOS OS BENDIGA.

domingo, 17 de agosto de 2014

DOMINGO XX DEL TIEMPO ORDINARIO

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO 15, 21-28
En aquel tiempo, Jesús se marchó y se retiró al país de Tiro y Sidón. Entonces una mujer cananea, saliendo de uno de aquellos lugares, se puso a gritarle:
-- Ten compasión de mí, Señor, Hijo de David. Mi hija tiene un demonio muy malo.
Él no le respondió nada. Entonces los discípulos se le acercaron a decirle:
-- Atiéndela, que viene detrás gritando.
Él les contestó:
-- Sólo me han enviadlo a las ovejas descarriadas de Israel.
Ella los alcanzó y se postró ante él, y le pidió de rodillas:
-- Señor, socórreme.
Él le contestó:
-- No está bien echar a los perros el pan de los hijos.
Pero ella repuso:
--Tienes razón, Señor; pero también los perros se comen las migajas que caen de la mesa de los amos.
Jesús le respondió:
-- Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas.
En aquel momento quedó curada su hija.

HOMILÍA
¿Quién es este Jesús que me lo han cambiado? ¿Dónde está el dulce, el pacífico, el Señor que amaba a todos, que nos pedía que amásemos a todos? ¿Qué clase de respuesta es la que le da a aquella mujer que sólo quería una ayuda para su hija?.
Como siempre todo lo que hace Jesús lleva un sentido, una moraleja por así decirlo. Pero en este caso no es para la mujer cananea, no era para ponerla a prueba, El Señor ya sabía de la fe de aquella mujer. Esa reacción fue para poner a prueba a sus discípulos, y sobre todo para enseñarles una de las lecciones más maravillosas que podía enseñarles, y que hoy en día nos puede enseñar a nosotros.
Aquella mujer era una cananea, una mujer que no era judía, y que por consiguiente no podía tener trato con los judíos, y sin embargo, Jesús les quiere mostrar a sus discípulos, que por encima del lugar donde nazca uno, hay algo que los une con aquella mujer que es su fe y su amor.
Y esa es precisamente la lección que nos quiera dar a nosotros, hoy también. En nuestras iglesias hay gente de todos tipos, habrá gente de nuestros pueblos o de nuestras ciudades, y otros de fuera, habrá gente de izquierdas y gente de derechas, habrá gente que sea del Madrid y otros de Barcelona, y otros a los que no les guste el futbol, habrá gente a la que le guste la paella y otros a los que no, pero por encima de todas las diferencias hay algo que nos une, que es nuestra fe y nuestro amor a Dios.
Entonces, si lo que nos une es mucho más fuerte que lo que nos separa, ¿por qué dejamos que lo que nos diferencia nos separe tanto?, ¿Cómo es posible que en la Iglesia haya divisiones por tonterías, y no nos percatemos de aquello que en realidad nos une y que nos hace vernos como hermanos y tratarnos como hermanos?
Cierto día, un niño preguntó a su padre: ¿Papá, porqué cuando nos enfadamos nos gritamos?.
El padre le dijo: “mira, cuando nos enfadamos, nuestros corazones se distancian, y para que se puedan oír necesitan alzar la voz. Cuando nos queremos, nuestros corazones están juntos, y por tanto con un susurro se pueden escuchar.”
Cuando los cristianos vemos al otro como un hermano, por encima de divisiones y por encima de disputas, por muy serias que sean, nuestros corazones están unidos, porque creemos en un mismo Dios, en un mismo amor.
Entre nosotros no puede haber divisiones por ideologías, por estrato social o por lo que sea. A nosotros nos une alguien que está por encima de todo, no dejemos que nos separen tonterías. Mostrémosle al mundo nuestra unión, que puedan reconocernos, no porque llevemos un cartel, sino porque puedan decir, “mira como se aman”.

FELIZ DOMINGO Y QUE DIOS OS BENDIGA.