domingo, 30 de junio de 2019

DOMINGO XIII DEL TIEMPO ORDINARIO


LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS 9, 51-62
Cuando se iba cumpliendo el tiempo de ser llevado al cielo, Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén. Y envío mensajeros por delante. De camino entraron en una aldea de Samaría para prepararle alojamiento. Pero no lo recibieron, porque se dirigía a Jerusalén. Al ver esto, Santiago y Juan, le preguntaron.
-- Señor, ¿quieres que mandemos bajar fuego del cielo que acabe con ellos?
El se volvió y les regañó. Y se marcharon a otra aldea. Mientras iban de camino, le dijo uno:
-- Te seguiré adonde vayas.
Jesús le respondió:
-- Las zorras tienen madriguera y los pájaros nido, pero el Hijo del Hombre no tiene dónde reclinar la cabeza.
A otro le dijo:
-- Sígueme.
Él respondió:
-- Déjame primero ir a enterrar a mi padre.
Le contestó:
-- Deja que los muertos entierren a tus muertos; tú vete a anunciar el Reino de Dios.
Otro le dijo;
-- Te seguiré, Señor. Pero déjame primero despedirme de mi familia.
Jesús le contestó:
-- El que echa mano al arado y sigue mirando atrás, no vale para el Reino de Dios.

HOMILÍA
Había una vez... otro rey. Este era el monarca de un pequeño país: el principado de Uvilandia. Su reino estaba lleno de viñedos y todos sus súbditos se dedicaban a la fabricación de vino. Con la exportación a otros países, las 15.000 familias que habitaban Uvilandia ganaban suficiente dinero como para vivir bastante bien, pagar los impuestos y darse algunos lujos.
Hacía ya varios años que el rey estudiaba las finanzas del reino. El monarca era justo y comprensivo, y no le gustaba la sensación de meterle la mano en los bolsillos a los habitantes de Uvilandia. Ponía gran énfasis, entonces, en estudiar alguna posibilidad de rebajar los impuestos.
Hasta que un día tuvo la gran idea. El rey decidió abolir los impuestos. Como única contribución para solventar los gastos del estado, el rey pediría a cada uno de sus súbditos que una vez por año, en la época en que se envasaran los vinos, se acercaran a los jardines del palacio con una jarra de un litro del mejor de su cosecha. Lo vaciarían en un gran tonel que se construiría para entonces, para ese fin y en esa fecha.
De la venta de esos 15.000 litros de vino se obtendría el dinero necesario para el presupuesto de la corona, los gastos de salud y de educación del pueblo. La noticia fue desparramada por el reino en bandos y pegada en carteles en las principales calles de las ciudades. La alegría de la gente fue indescriptible.
En todas las casas se alabó al rey y se cantaron canciones en su honor. En cada taberna se levantaron las copas y se brindó por la salud y la prolongada vida del buen rey.
Y llegó el día de la contribución. Toda esa semana en los barrios y en los mercados, en las plazas y en las iglesias, los habitantes se recordaban y recomendaban unos a otros no faltar a la cita. La conciencia cívica era la justa retribución al gesto del soberano. Desde temprano, empezaron a llegar de todo el reino las familias enteras de los viñateros con su jarra, en la mano del jefe de familia. Uno por uno subía la larga escalera hasta el tope del enorme tonel real, vaciaba su jarra y bajaba por otra escalera al pie de la cual, el tesorero del reino colocaba en la solapa de cada campesino, un escudo con el sello del rey.
A media tarde, cuando el último de los campesinos vació su jarra, se supo que nadie había faltado. El enorme barril de 15.000 litros estaba lleno. Del primero al último de los súbditos habían pasado a tiempo por los jardines y vaciado sus jarras en el tonel.
El rey estaba orgulloso y satisfecho; y al caer el sol, cuando el pueblo se reunió en la plaza frente al palacio, el monarca salió a su balcón aclamado por su gente. Todos estaban felices. En una hermosa copa de cristal, herencia de sus ancestros, el rey mandó a buscar una muestra del vino recogido. Con la copa en camino, el soberano les habló y les dijo:
— Maravilloso pueblo de Uvilandia: tal como lo imaginé,todos los habitantes del reino han estado hoy en el palacio. Quiero compartir con vosotros la alegría de la corona, por confirmar que la lealtad del pueblo con su rey, es igual que la lealtad del rey con su pueblo. Y no se me ocurre mejor homenaje que brindar por vosotros con la primera copa de este vino, que será sin dudas un néctar de dioses, la suma de las mejores uvas del mundo, elaboradas por las mejores manos del mundo y regadas con el mayor bien del reino, el amor del pueblo.
Todos lloraban y vitoreaban al rey. Uno de los sirvientes acercó la copa al rey y éste la levantó para brindar por el pueblo que aplaudía eufórico... pero la sorpresa detuvo su mano en el aire, el rey notó al levantar el vaso que el líquido era transparente e incoloro; lentamente lo acercó a su nariz, entrenada para oler los mejores vinos, y confirmó que no tenía olor ninguno.
Catador como era, llevó la copa a su boca casi automáticamente y bebió un sorbo.¡El vino no tenía gusto a vino, ni a ninguna otra cosa...! El rey mandó a buscar una segunda copa del vino del tonel, y luego otra y por último a tomar una muestra desde el borde superior. Pero no hubo caso, todo era igual: inodoro, incoloro e insípido.
Fueron llamados con urgencia los alquimistas del reino para analizar la composición del vino. La conclusión fue unánime: el tonel estaba lleno de AGUA, purísima agua y cien por cien agua. Enseguida el monarca mandó reunir a todos los sabios y magos del reino, para que buscaran con urgencia una explicación para este misterio. ¿Qué conjuro, reacción química o hechizo había sucedido para que esa mezcla de vinos se transformara en agua...? El más anciano de sus ministros de gobierno se acercó y le dijo al oído:
— ¿Milagro? ¿Conjuro? ¿Alquimia? Nada de eso, muchacho, nada de eso. Vuestros súbditos son humanos, majestad, eso es todo.
— No entiendo – dijo el rey.
— Tomemos por caso a Juan. Juan tiene un enorme viñedo que abarca desde el monte hasta el río. Las uvas que cosecha son de las mejores cepas del reino y su vino es el primero en venderse y al mejor precio. Esta mañana, cuando se preparaba con su familia para bajar al pueblo, una idea le pasó por la cabeza... ¿Y si yo pusiera agua en lugar de vino, quién podría notar la diferencia...? Una sola jarra de agua en 15.000 litros de vino... nadie notaría la diferencia... ¡Nadie!...Y nadie lo hubiera notado, salvo por un detalle, muchacho, salvo por un detalle:¡TODOS PENSARON LO MISMO!.

A todos nos llama el Señor para la construcción del Reino, y todo debemos dar lo mejor de nosotros mismos, lo que pasa es que muchas veces, la comodidad y las distintas cosas que rodean nuestra vida, hacen que caigamos en dejar que otros hagan el trabajo que debería hacer yo.
Y estamos muy equivocados, nadie puede hacer lo que nosotros no hagamos, y es responsabilidad nuestra construir ese reino de verdad, de amor, de libertad.
Seamos capaces de llenar nuestra jarra con el mejor de los vinos, con el vino del amor, y respondamos a la llamada del Señor con la alegría de saber que somos parte de esa gran obra que es hacer de nuestro mundo un mundo mejor.
FELIZ DOMINGO Y QUE DIOS OS BENDIGA

domingo, 23 de junio de 2019

SOLEMNIDAD DEL CUERPO Y DE LA SANGRE DEL SEÑOR


LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS 9, 11b-17
En aquel tiempo, Jesús se puso a hablar a la gente del Reino de Dios, y curó a los que lo necesitaban. Caía la tarde y los Doce se le acercaron a decirle:
-- Despide a la gente; que vayan a las aldeas y cortijos de alrededor a buscar alojamiento y comida; porque aquí estamos en descampado.
Él les contestó:
-- Dadles vosotros de comer.
Ellos replicaron:
-- No tenemos más que cinco panes y dos peces; a no ser que vayamos a comprar de comer para todo este gentío.
Porque eran unos cinco mil hombres. Jesús dijo a sus discípulos:
-- Decidles que se echen en grupos de unos cincuenta.
Lo hicieron así, y todos se echaron. Él, tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición sobre ellos, los partió y se los dio a los discípulos para que se los sirvieran a la gente. Comieron todos y se saciaron, y cogieron las sobras: doce cestos.
HOMILÍA
Según una vieja leyenda, un famoso guerrero va de visita a la casa de un maestro Zen. Al llegar se presenta a éste, contándole de todos los títulos y aprendizajes que ha obtenido en años de sacrificados y largos estudios.

Después de tan sesuda presentación, le explica que ha venido a verlo para que le enseñe los secretos del conocimiento Zen.

Por toda respuesta el maestro se limita a invitarlo a sentarse y ofrecerle una taza de té.

Aparentemente distraído, sin dar muestras de mayor preocupación, el maestro vierte té en la taza del guerrero, y continúa vertiendo té aún después de que la taza está llena.

Consternado, el guerrero le advierte al maestro que la taza ya está llena, y que el té se escurre por la mesa.

El maestro le responde con tranquilidad:

- "Exactamente señor. Usted ya viene con la taza llena, ¿cómo podría usted aprender algo?"

Ante la expresión incrédula del guerrero el maestro enfatizó:

- "A menos que su taza esté vacía, no podrá aprender nada".
Cada vez que vamos a la Eucaristía, se realiza en nosotros el misterio de llenarnos de Dios, de recibirlo a Él para llenar nuestra fe de su don, de su amor. Pero de nada sirve llenarnos, si nuestra taza ya estaba llena.
Llegamos con preocupaciones, y sobre todo llenamos nuestra vida de nosotros mismos, de nuestros egoísmos, de nuestras fragilidades, por eso termina la misa y salimos igual que entramos, y repartimos en nuestra vida eso que llevamos dentro.
Sin embargo, si somos capaces de vaciarnos de nosotros mismos, de llenarnos de Dios, de ese cuerpo entregado, de ese don del amor, al salir, al volver a nuestra vida, entregaremos lo que llevamos, al mismo Dios hecho cuerpo, al mismo Amor entregado.
Día grande, el que celebramos hoy, vaciémonos de nosotros mismos, llenémonos de Dios, y seamos custodias, que lleven a Cristo a la calle, para darlo y repartirlo en el amor.
FELIZ DOMINGO Y QUE DIOS OS BENDIGA.

domingo, 16 de junio de 2019

DOMINGO DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD


LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN 16, 12-15
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos:
-- Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora: cuando venga él, el Espíritu de la Verdad, os guiará hasta la verdad plena. Pues lo que hable no será suyo: hablará de lo que oye y os comunicará lo que está por venir. Él me glorificará, porque recibirá de mí lo que os irá comunicando. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso os he dicho que tomará de los mío y os lo anunciará.
HOMILÍA
Había una vez tres sabios. Y eran muy sabios. Aunque los tres eran ciegos. Como no podían ver, se habían acostumbrado a conocer las cosas con sólo tocarlas. Usaban sus manos para darse cuenta del tamaño, de la calidad y de la calidez de cuanto se ponía a su alcance.
Sucedió que un circo llegó al pueblo donde vivían los tres sabios que eran ciegos. Entre las cosas maravillosas que llegaron con el circo, venía un gran elefante blanco. Y era tan extraordinario este animal que toda la gente no hacía más que hablar de él.
Los tres sabios que eran ciegos quisieron también ellos conocer al elefante. Se hicieron conducir hasta el lugar donde estaba y pidieron permiso para poder tocarlo. Como el animal era muy manso, no hubo ningún inconveniente para que lo hicieran.
El primero de los tres estiró sus manos y tocó a la bestia en la cabeza. Sintió bajo sus dedos las enormes orejas y luego los dos tremendos colmillos de marfil que sobresalían de la pequeña boca. Quedó tan admirado de lo que había conocido que inmediatamente fue a contarles a los otros dos lo que había aprendido. Les dijo:
- El elefante es como un tronco, cubierto a ambos lados por dos frazadas, y del cual salen dos grandes lanzas frías y duras.
Pero resulta que cuando le tocó el turno al segundo sabio, sus manos tocaron al animal en la panza. Trataron de rodear su cuerpo, pero éste era tan alto que no alcanzaba a abarcarlo con los dos brazos abiertos. Luego de mucho palpar, decidió también él contar lo que había aprendido. Les dijo:
- El elefante se parece a un tambor colocado sobre cuatro gruesas patas, y está forrado de cuero con pelo para afuera.
Entonces fue el tercer sabio, y agarró el animal justo por la cola. se colgó de ella y comenzó a hamacarse como hacen los chicos con una soga. Como esto le gustaba a la bestia, estuvo largo rato divirtiéndose en medio de la risa de todos. Cuando dejó el juego, comentaba lo que sabía. También él dijo:
- Yo sé muy bien lo que es un elefante. Es una cuerda fuerte y gruesa, que tiene un pincel en la punta. Sirve para hamacarse.
Resulta que cuando volvieron a casa y comenzaron a charlar entre ellos lo que habían descubierto sobre el elefante no se podían poner de acuerdo. Cada uno estaba plenamente seguro de lo que conocía. Y además tenía la certeza de que sólo había un elefante y de que los tres estaban hablando de lo mismo, pero lo que decían parecía imposible de concordar. Tanto charlaron y discutieron que casi se pelearon.
Pero al fin de cuentas, como eran los tres muy sabios, decidieron hacerse ayudar, y fueron a preguntar a otro sabio que había tenido la oportunidad de ver al elefante con sus propios ojos. Y entonces descubrieron que cada uno de ellos tenía razón. Una parte de la razón. Pero que conocían del elefante solamente la parte que habían tocado.
Hoy celebramos el día de la Santísima Trinidad. Celebramos a ese Dios que es uno y que es Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Podríamos intentar explicarlo, como lo han intentado los grandes sabios de la Iglesia a lo largo de muchos años, pero terminaríamos por descubrir que es imposible explicarlo, ya que este gran misterio sólo se puede experimentar, sólo se puede sentir.
De nosotros depende que este Dios misterioso, sea para nosotros tan cercano y accesible como Cristo quiso hacérnoslo ver, ya que si somos capaces de sentirlo en nosotros, y de no conformarnos con pequeñas partes de él, llegaremos al conocimiento pleno de Dios.
Que no nos ocurra como a los sabios ciegos, que se quedaron en sólo una parte del elefante. Que nos preocupemos de conocer plenamente a ese Dios que es amor porque lo creó todo para nosotros (Padre), porque murió para darnos vida (Hijo) y que sigue presente en nuestro mundo para animarnos y darnos la fortaleza necesaria (Espíritu Santo).
FELIZ DOMINGO Y FELIZ SEMANA. QUE DIOS PADRE, HIJO Y ESPÍRITU SANTO OS BENDIGA.

domingo, 9 de junio de 2019

DOMINGO DE PENTECOSTÉS


LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN 20, 19-23
Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
--Paz a vosotros
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
-- Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.
Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:
-- Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.

HOMILÍA
Celebramos la fiesta de Pentecostés. Hoy hace cincuenta día que estábamos celebrando la Resurrección del Señor. Hoy recordamos cómo Dios envió su Espíritu sobre los apóstoles, y como lo sigue enviando sobre todos nosotros. Pero ¿cuál es la labor del Espíritu Santo?. ¿Cómo actúa?.
Hace ya algún tiempo un hombre castigó a su pequeña hija de tres años por desperdiciar un rollo de papel dorado para envolver. El dinero le era escaso en esos días, por lo que explotó en furia cuando vio a la niña tratando de envolver una caja.
A la mañana siguiente, la niña regaló a su padre la caja envuelta y le dijo: “Esto es para ti, papá”. Él se sintió avergonzado, pero cuando abrió la caja y la encontró vacía, otra vez gritó con ira: “¿acaso no sabes que cuando se le da un regalo a alguien se supone que tiene que haber algo dentro?”
La pequeña miró a su padre y con lágrimas en los ojos dijo: “¡Oh, papá, no está vacía! Yo soplé un montón de besos dentro de esa caja y todos son para ti”.
El padre se sintió morir, rodeó con sus brazos el pequeño cuerpo de su hija y le suplicó que lo perdonara.
Dicen que el hombre guardó esa caja dorada cerca de su cama por años y que siempre que se sentía derrumbado, tomaba de ella un beso y recordaba el amor que su hija había depositó ahí.
Hay cosas en la vida, que no se ven, pero que están ahí y que nos hacen salir adelante, y alegrarnos en los momentos difíciles. Ese es el Espíritu Santo. Es esa presencia de Dios que aunque no se ve, se nota, se siente y hace que vivamos nuestras vidas desde la voluntad de Dios, con la alegría de saber que siempre estamos acompañados, que siempre tenemos al espíritu con nosotros.
FELIZ DOMINGO Y FELIZ SEMANA. QUE DIOS OS BENDIGA.

domingo, 2 de junio de 2019

FIESTA DE LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR


LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS 24, 46-53
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos:
-- Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Y vosotros sois testigos de esto. Yo os enviaré lo que mi Padre ha prometido; vosotros quedaos en la ciudad, hasta que os revistáis de la fuerza de lo alto.
Después los sacó hacia Betania, y levantando las manos los bendijo. Y mientras los bendecía, se separó de ellos (subiendo hacia el cielo) Ellos se volvieron a Jerusalén con gran alegría; y estaban siempre en el templo bendiciendo a Dios.

HOMILÍA
Un día San Francisco de Asís, al salir del convento, se encontró con Fray Junípero. Fray Junípero era un fraile bueno y sencillo y san Francisco lo quería mucho. Al cruzarse con él, le dijo:
-Fray Junípero, vente conmigo a predicar
-Padre -le contestó éste- tú sabes que tengo pocas letras. ¿Cómo me las voy a arreglarlo para predicar a la gente?.
Pero ante la insistencia de san Francisco, Fray Junípero acabó por aceptar.
Dieron vueltas y vueltas por toda la ciudad, rezando en silencio por todos los que estaban trabajando en las tiendas y en los huertos. Sonrieron a los niños que pasaban, en especial a los más pobres. Se entretuvieron charlando un rato con los ancianos. Repartieron caricias a los enfermos y a los impedidos. Y ayudaron a una pobre mujer a llevar un pesado cántaro lleno de agua.
Después de haber recorrido varias veces la ciudad en una y otra dirección, san Francisco dijo:
-Fray Junípero, ya es hora de volver al convento.
- Pero, ¿y nuestra predicación? –preguntó sorprendido Fray Junípero.
- ¿Y qué crees tú que hemos hecho por la ciudad sino predicar? – contestó sonriente San Francisco.
“Vosotros sois testigos de esto”, fueron las palabras de despedida del Señor antes de ascender a los cielos. Fue un encargo a los apóstoles y hoy es un encargo que nos hace a todos nosotros.
Nuestra vida de cristianos, se fundamente en la predicación, pero no de palabra, sino con nuestras obras, con nuestra manera de vivir y con nuestro esfuerzo diario por hacer a las personas que se encuentran con nosotros un poquito más felices.
Que la fiesta de la ascensión, nos ayude a todos nosotros a vivir cada día nuestra vocación de cristianos siendo testigos de Jesucristo con nuestra vida.
FELIZ DOMINGO Y FELIZ SEMANA. QUE DIOS OS BENDIGA.