domingo, 30 de junio de 2013

DOMINGO XIII DEL TIEMPO ORDINARIO

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS 9, 51-62
Cuando se iba cumpliendo el tiempo de ser llevado al cielo, Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén. Y envío mensajeros por delante. De camino entraron en una aldea de Samaría para prepararle alojamiento. Pero no lo recibieron, porque se dirigía a Jerusalén. Al ver esto, Santiago y Juan, le preguntaron.
-- Señor, ¿quieres que mandemos bajar fuego del cielo que acabe con ellos?
El se volvió y les regañó. Y se marcharon a otra aldea. Mientras iban de camino, le dijo uno:
-- Te seguiré adonde vayas.
Jesús le respondió:
-- Las zorras tienen madriguera y los pájaros nido, pero el Hijo del Hombre no tiene dónde reclinar la cabeza.
A otro le dijo:
-- Sígueme.
Él respondió:
-- Déjame primero ir a enterrar a mi padre.
Le contestó:
-- Deja que los muertos entierren a tus muertos; tú vete a anunciar el Reino de Dios.
Otro le dijo;
-- Te seguiré, Señor. Pero déjame primero despedirme de mi familia.
Jesús le contestó:
-- El que echa mano al arado y sigue mirando atrás, no vale para el Reino de Dios.
HOMILÍA
Había una vez... otro rey. Este era el monarca de un pequeño país: el principado de Uvilandia. Su reino estaba lleno de viñedos y todos sus súbditos se dedicaban a la fabricación de vino. Con la exportación a otros países, las 15.000 familias que habitaban Uvilandia ganaban suficiente dinero como para vivir bastante bien, pagar los impuestos y darse algunos lujos.
Hacía ya varios años que el rey estudiaba las finanzas del reino. El monarca era justo y comprensivo, y no le gustaba la sensación de meterle la mano en los bolsillos a los habitantes de Uvilandia. Ponía gran énfasis, entonces, en estudiar alguna posibilidad de rebajar los impuestos.
Hasta que un día tuvo la gran idea. El rey decidió abolir los impuestos. Como única contribución para solventar los gastos del estado, el rey pediría a cada uno de sus súbditos que una vez por año, en la época en que se envasaran los vinos, se acercaran a los jardines del palacio con una jarra de un litro del mejor de su cosecha. Lo vaciarían en un gran tonel que se construiría para entonces, para ese fin y en esa fecha.
De la venta de esos 15.000 litros de vino se obtendría el dinero necesario para el presupuesto de la corona, los gastos de salud y de educación del pueblo. La noticia fue desparramada por el reino en bandos y pegada en carteles en las principales calles de las ciudades. La alegría de la gente fue indescriptible.
En todas las casas se alabó al rey y se cantaron canciones en su honor. En cada taberna se levantaron las copas y se brindó por la salud y la prolongada vida del buen rey.
Y llegó el día de la contribución. Toda esa semana en los barrios y en los mercados, en las plazas y en las iglesias, los habitantes se recordaban y recomendaban unos a otros no faltar a la cita. La conciencia cívica era la justa retribución al gesto del soberano. Desde temprano, empezaron a llegar de todo el reino las familias enteras de los viñateros con su jarra, en la mano del jefe de familia. Uno por uno subía la larga escalera hasta el tope del enorme tonel real, vaciaba su jarra y bajaba por otra escalera al pie de la cual, el tesorero del reino colocaba en la solapa de cada campesino, un escudo con el sello del rey.
A media tarde, cuando el último de los campesinos vació su jarra, se supo que nadie había faltado. El enorme barril de 15.000 litros estaba lleno. Del primero al último de los súbditos habían pasado a tiempo por los jardines y vaciado sus jarras en el tonel.
El rey estaba orgulloso y satisfecho; y al caer el sol, cuando el pueblo se reunió en la plaza frente al palacio, el monarca salió a su balcón aclamado por su gente. Todos estaban felices. En una hermosa copa de cristal, herencia de sus ancestros, el rey mandó a buscar una muestra del vino recogido. Con la copa en camino, el soberano les habló y les dijo:
— Maravilloso pueblo de Uvilandia: tal como lo imaginé,todos los habitantes del reino han estado hoy en el palacio. Quiero compartir con vosotros la alegría de la corona, por confirmar que la lealtad del pueblo con su rey, es igual que la lealtad del rey con su pueblo. Y no se me ocurre mejor homenaje que brindar por vosotros con la primera copa de este vino, que será sin dudas un néctar de dioses, la suma de las mejores uvas del mundo, elaboradas por las mejores manos del mundo y regadas con el mayor bien del reino, el amor del pueblo.
Todos lloraban y vitoreaban al rey. Uno de los sirvientes acercó la copa al rey y éste la levantó para brindar por el pueblo que aplaudía eufórico... pero la sorpresa detuvo su mano en el aire, el rey notó al levantar el vaso que el líquido era transparente e incoloro; lentamente lo acercó a su nariz, entrenada para oler los mejores vinos, y confirmó que no tenía olor ninguno.
Catador como era, llevó la copa a su boca casi automáticamente y bebió un sorbo.¡El vino no tenía gusto a vino, ni a ninguna otra cosa...! El rey mandó a buscar una segunda copa del vino del tonel, y luego otra y por último a tomar una muestra desde el borde superior. Pero no hubo caso, todo era igual: inodoro, incoloro e insípido.
Fueron llamados con urgencia los alquimistas del reino para analizar la composición del vino. La conclusión fue unánime: el tonel estaba lleno de AGUA, purísima agua y cien por cien agua. Enseguida el monarca mandó reunir a todos los sabios y magos del reino, para que buscaran con urgencia una explicación para este misterio. ¿Qué conjuro, reacción química o hechizo había sucedido para que esa mezcla de vinos se transformara en agua...? El más anciano de sus ministros de gobierno se acercó y le dijo al oído:
— ¿Milagro? ¿Conjuro? ¿Alquimia? Nada de eso, muchacho, nada de eso. Vuestros súbditos son humanos, majestad, eso es todo.
— No entiendo – dijo el rey.
— Tomemos por caso a Juan. Juan tiene un enorme viñedo que abarca desde el monte hasta el río. Las uvas que cosecha son de las mejores cepas del reino y su vino es el primero en venderse y al mejor precio. Esta mañana, cuando se preparaba con su familia para bajar al pueblo, una idea le pasó por la cabeza... ¿Y si yo pusiera agua en lugar de vino, quién podría notar la diferencia...? Una sola jarra de agua en 15.000 litros de vino... nadie notaría la diferencia... ¡Nadie!...Y nadie lo hubiera notado, salvo por un detalle, muchacho, salvo por un detalle:¡TODOS PENSARON LO MISMO!.
A todos nos llama el Señor para la construcción del Reino, y todo debemos dar lo mejor de nosotros mismos, lo que pasa es que muchas veces, la comodidad y las distintas cosas que rodean nuestra vida, hacen que caigamos en dejar que otros hagan el trabajo que debería hacer yo.
Y estamos muy equivocados, nadie puede hacer lo que nosotros no hagamos, y es responsabilidad nuestra construir ese reino de verdad, de amor, de libertad.
Seamos capaces de llenar nuestra jarra con el mejor de los vinos, con el vino del amor, y respondamos a la llamada del Señor con la alegría de saber que somos parte de esa gran obra que es hacer de nuestro mundo un mundo mejor.

FELIZ DOMINGO Y QUE DIOS OS BENDIGA

domingo, 23 de junio de 2013

DOMINGO XII DEL TIEMPO ORDINARIO

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS 9, 18- 24
Una vez que Jesús estaba orando solo, en presencia de sus discípulos, les preguntó:
--¿Quién dice la gente que soy yo?»
Ellos contestaron:
--Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros dicen que ha vuelto a la vida uno de los antiguos profetas.
Él les preguntó:
--Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?
Pedro tomó la palabra y dijo:
--El Mesías de Dios.
El les prohibió terminantemente decírselo a nadie. Y añadió:
--El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar al tercer día.
Y, dirigiéndose a todos, dijo:
--El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz cada día y se venga conmigo. Pues el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa la salvará.
HOMILÍA
Un señor le pidió una tarde a su vecino una olla prestada. El dueño de la olla no era demasiado solidario, pero se sintió obligado a prestarla. A los cuatro días, la olla no había sido devuelta, así que, con la excusa de necesitarla fue a pedirle a su vecino que se la devolviera.

—Casualmente, iba para su casa a devolverla... ¡el parto fue tan difícil!

— ¿Qué parto?

— El de la olla.

— ¿Qué?

— Ah, ¿usted no sabía? La olla estaba embarazada.

— ¿Embarazada?

— Sí, y esa misma noche tuvo familia, así que debió hacer reposo pero ya está recuperada.

— ¿Reposo?

— Sí. Un segundo por favor –y entrando en su casa trajo la olla, un jarrito y una sartén.

— Esto no es mío, sólo la olla.

— No, es suyo, esta es la cría de la olla. Si la olla es suya, la cría también es suya.

“El vecino está realmente loco”, pensó, “pero mejor que le siga la corriente”.

— Bueno, gracias.

— De nada, adiós.

— Adiós, adiós.

Y el hombre marchó a su casa con el jarrito, la sartén y la olla. Esa tarde, el vecino otra vez fue a tocar su timbre.

—Vecino, ¿no me prestaría un destornillador y una pinza? ...Ahora se sentía más obligado que antes.

—Sí, claro.

Fue hasta adentro y volvió con la pinza y el destornillador. Pasó casi una semana y cuando ya planeaba ir a recuperar sus cosas, el vecino tocó a su puerta.

— Ay, vecino ¿usted sabía?

— ¿Sabía qué cosa?

— Que su destornillador y su pinza son pareja.

— ¡No! – dijo el otro con ojos desorbitados— no sabía.

—Mire, fue un descuido mío, por un ratito los dejé solos, y ya la embarazó.

— ¿A la pinza?

— ¡A la pinza!... Le traje la cría –y abriendo una canastita entregó algunos tornillos, tuercas y clavos que dijo había parido la pinza.

“Totalmente loco”, pensó. Pero los clavos y los tornillos siempre venían bien. Pasaron dos días. El vecino pedigüeño apareció de nuevo.

— He notado –le dijo— el otro día, cuando le traje la pinza, que usted tiene sobre su mesa una hermosa ánfora de oro. ¿No sería tan gentil de prestármela por una noche? Al dueño del ánfora le tintinearon los ojitos.

— Cómo no – dijo, en generosa actitud, y entró a su casa volviendo con el ánfora.

—Gracias, vecino.

—Adiós.

—Adiós.

Pasó esa noche y la siguiente y el dueño del ánfora no se animaba a tocarle al vecino para pedírsela. Sin embargo, a la semana, su ansiedad no aguantó y fue a reclamarle el ánfora a su vecino.

— ¿El ánfora? – dijo el vecino – Ah, ¿no se enteró?

— ¿De qué?

— Murió en el parto.

— ¿Cómo que murió en el parto?

— Sí, el ánfora estaba embarazada y durante el parto, murió.

— Dígame ¿usted se cree que soy estúpido? ¿Cómo va a estar embarazada un ánfora de oro?

— Mire, vecino, si usted aceptó el embarazo y el parto de la olla, el casamiento y la cría del destornillador y la pinza, ¿por qué no habría de aceptar el embarazo y la muerte del ánfora?.
“El que quiera seguirme cargue con su cruz y me siga”. Esas palabras de Jesús nos muestran el camino que debemos seguir para ser cristianos, sin hacer rebajas, sin escoger lo que me interesa. O escogemos todo, o no escogemos nada.
Nosotros no podemos ser cristianos cuando las cosas van bien y son fáciles, y cuando me exige compromiso inventarme una religión.
Seamos cristianos sin rebajas, que escojan el camino completo de seguimiento de Jesús. Sólo así podremos llegar a ser auténticamente felices y sobre todo hacer felices a los demás.

FELIZ DOMINGO Y QUE DIOS OS BENDIGA

domingo, 16 de junio de 2013

DOMINGO XI DEL TIEMPO ORDINARIO

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS 7, 36-8, 3
En aquel tiempo, un fariseo rogaba a Jesús que fuera a comer con él. Jesús, entrando en casa del fariseo, se recostó a la mesa. Y una mujer de la ciudad, una pecadora, al enterarse de que estaba comiendo en casa del fariseo, vino con un frasco de perfume y, colocándose detrás junto a sus pies, llorando, se puso a regarle los pies con sus lágrimas, se los enjugaba con sus cabellos, los cubría de besos y se los ungía con el perfume. Al ver esto, el fariseo que lo había invitado se dijo:
-- Si éste fuera profeta, sabría quién es esta mujer que lo está tocando y lo que es: una pecadora.
Jesús tomó la palabra y le dijo:
--Simón, tengo algo que decirte.
Él respondió:
--Dímelo, maestro.
Jesús le dijo: ---Un prestamista tenía dos deudores; uno le debía quinientos denarios y el otro cincuenta. Como no tenían con qué pagar, los perdonó a los dos. ¿Cuál de los dos lo amará más?
Simón contestó:
--Supongo que aquel a quien le perdonó más.
Jesús le dijo:
--Has juzgado rectamente.
Y, volviéndose a la mujer, dijo a Simón:
--¿Ves a esta mujer? Cuando yo entré en tu casa, no me pusiste agua para los pies; ella, en cambio, me ha lavado los pies con sus lágrimas y me los ha enjugado con su pelo. Tú no me besaste; ella, en cambio, desde que entró, no ha dejado de besarme los pies. Tú no me ungiste la cabeza con ungüento; ella, en cambio, me ha ungido los pies con perfume. Por eso te digo: sus muchos pecados están perdonados, porque tiene mucho amor; pero al que poco se le perdona, poco ama.
Y a ella le dijo:
--Tus pecados están perdonados.
Los demás convidados empezaron a decir entre sí:
--¿Quién es éste, que hasta perdona pecados?
Pero Jesús dijo a la mujer:
--Tu fe te ha salvado, vete en paz.
Después de esto iba caminando de ciudad en ciudad y de pueblo en pueblo, predicando el Evangelio del reino de Dios; lo acompañaban los Doce y algunas mujeres que él había curado de malos espíritus y enfermedades: María la Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana, mujer de Cusa, intendente de Herodes; Susana y otras muchas que le ayudaban con sus bienes.
Palabra del Señor
HOMILÍA
Un día, un muchacho pobre que vendía mercancías de puerta en puerta para pagar sus estudios universitarios, encontró que lo sólo le quedaba una moneda de un euro, y tenía hambre. Decidió que pediría comida en la próxima casa. Sin embargo, sus nervios le traicionaron cuando una mujer joven le abrió la puerta. En lugar de comida, pidió un vaso de agua. Ella pensó que el joven parecía hambriento, así que le dio un gran vaso de leche. El lo bebió y entonces le preguntó: -¿Cuánto le debo?. –No me debe nada, contestó ella. Mi madre siempre nos ha enseñado a nunca aceptar pago por un acto de caridad. El le dijo: -Entonces te lo agradezco de todo corazón. 
Cuando Howard Kelly se fue de la casa, no sólo se sintió más fuerte, sino que creció su fe en Dios y su confianza en los hombres. Años después esa mujer cayó gravemente enferma. Los doctores locales estaban confundidos. Finalmente la enviaron a la gran ciudad. Llamaron al Doctor Howard Kelly para consultarle. Cuando éste oyó el nombre del pueblo del que venía la paciente, una extraña luz llenó sus ojos. Inmediatamente el Doctor Kelly subió del vestíbulo del Hospital a su oficina. Vestido con su bata de doctor, entró a verla y la reconoció enseguida. Regresó a la sala de observación determinado a hacer lo mejor posible para salvar su vida. Después de una larga lucha, ella ganó la batalla. Estaba totalmente recuperada. Como ya la paciente estaba sana y salva, el Doctor Kelly pidió a la Oficina de Administración del Hospital que le enviaran la factura total de los gastos para aprobarla. El la revisó y la firmó. Además, escribió algo al borde de la factura y la envió a la habitación de la paciente- La cuenta llegó a la habitación, pero la mujer temía abrirla, porque sabía que le tomaría el resto de su vida para poder pagar todos los gastos. Finalmente la abrió, y algo llamó su atención. En el borde de la factura leyó estas palabras: “PAGADA POR COMPLETO HACE MUCHOS AÑOS CON UN VASO DE LECHE”. Firmado: Doctor Kelly.
Cuando recibimos, damos, cuando nos aman, amamos, cuando nos perdonan, perdonamos. Esa es en definitiva la gran enseñanza que el Señor nos deja en este domingo. Nosotros debemos perdonar, porque nos han amado mucho.
Todos nosotros, todos los días, cometemos errores. Metemos la pata muchas veces, y Dios en todos los mementos, en cuanto nos arrepentimos, nos perdona. Ese gran amor que no se acaba, nos debe mover a nosotros a hacer lo mismo, a entregarnos por los demás, a perdonar a los demás. No porque esté mandado, sino porque hemos sido amados primero.

FELIZ DOMINGO Y QUE DIOS OS BENDIGA.

sábado, 8 de junio de 2013

DOMINGO X DEL TIEMPO ORDINARIO

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS 7, 11-17
En aquel tiempo, iba Jesús camino de una ciudad llamada Naín, e iban con él sus discípulos y mucho gentío. Cuando se acercaba a la entrada de la ciudad, resultó que sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda; y un gentío considerable de la ciudad la acompañaba.
Al verla el Señor, le dio lástima y le dijo: "No llores." Se acercó al ataúd, lo tocó (los que lo llevaban se pararon) y dijo: "¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate!" El muerto se incorporó y empezó a hablar, y Jesús se lo entregó a su madre.
Todos, sobrecogidos, daban gloria a Dios, diciendo: "Un gran Profeta ha surgido entre nosotros. Dios ha visitado a su pueblo." La noticia del hecho se divulgó por toda la comarca y por Judea entera.
HOMILÍA
Una noche las mariposas se reunieron, con el ansia de conocer la llama. Decía:
“Es necesario que alguien nos dé alguna noticia”.
Una de ellas se acercó a un castillo, y desde afuera vio, a lo lejos, la luz de una vela. Contó su impresión, según lo que había podido entender.
Pero la mariposa que presidía la asamblea no se dio por satisfecha. “No sabes nada de la llama”, dijo.
Partió otra, y penetró en el castillo, tocando la vela, pero manteniéndose lejos de la llama. También esa reportó un pequeño manojo de secretos, contando su encuentro con la vela. Pero la sabia mariposa le dice:
“Tampoco esto es un informe, querida. Tu relación vale tanto como la otra”.
Partió una tercera, y ebria, ebria se posó moviendo las alas, sobre la llama. Estiró las patas y la abrazó, perdiéndose alegremente en ella.
Envuelta completamente por el fuego, sus miembros se pusieron rojos como el fuego. Cuando una sabia mariposa la vio desde lejos, convertida en una sola cosa con la llama, ya del color de la luz, dijo:
“Sólo ésta ha alcanzado el objeto. Sólo ésa, ahora, sabe algo de la llama”
Sólo el que se quema puede saber lo que es la llama, sólo el que se acerca al dolor y se hace uno con él puede sentir compasión.
Eso  mismo es lo que nos muestra Jesús en su encuentro con la viuda de NaÍn. Se acerca a su hijo muerto, se adentra en su dolor y lo convierte en alegría. Sólo si nosotros nos acercamos al dolor y nos involucramos con él, podremos saber lo que es amar de verdad.
Por eso Cristo murió por nosotros, para poder compadecerse de nosotros, al pasar por lo mismo que debemos pasar nosotros.
Seamos cristianos que se compadecen, ya que eso será señal de que amamos, de la misma forma que amó Jesús.

FELIZ DOMINGO Y FELIZ SEMANA.

domingo, 2 de junio de 2013

DOMINGO DEL CUERPO Y DE LA SANGRE DE CRISTO

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS 9, 11b-17
En aquel tiempo, Jesús se puso a hablar a la gente del Reino de Dios, y curó a los que lo necesitaban. Caía la tarde y los Doce se le acercaron a decirle:
-- Despide a la gente; que vayan a las aldeas y cortijos de alrededor a buscar alojamiento y comida; porque aquí estamos en descampado.
Él les contestó:
-- Dadles vosotros de comer.
Ellos replicaron:
-- No tenemos más que cinco panes y dos peces; a no ser que vayamos a comprar de comer para todo este gentío.
Porque eran unos cinco mil hombres. Jesús dijo a sus discípulos:
-- Decidles que se echen en grupos de unos cincuenta.
Lo hicieron así, y todos se echaron. Él, tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición sobre ellos, los partió y se los dio a los discípulos para que se los sirvieran a la gente. Comieron todos y se saciaron, y cogieron las sobras: doce cestos.
HOMILÍA
Según una vieja leyenda, un famoso guerrero va de visita a la casa de un maestro Zen. Al llegar se presenta a éste, contándole de todos los títulos y aprendizajes que ha obtenido en años de sacrificados y largos estudios.

Después de tan sesuda presentación, le explica que ha venido a verlo para que le enseñe los secretos del conocimiento Zen.

Por toda respuesta el maestro se limita a invitarlo a sentarse y ofrecerle una taza de té.

Aparentemente distraído, sin dar muestras de mayor preocupación, el maestro vierte té en la taza del guerrero, y continúa vertiendo té aún después de que la taza está llena.

Consternado, el guerrero le advierte al maestro que la taza ya está llena, y que el té se escurre por la mesa.

El maestro le responde con tranquilidad:

- "Exactamente señor. Usted ya viene con la taza llena, ¿cómo podría usted aprender algo?"

Ante la expresión incrédula del guerrero el maestro enfatizó:

- "A menos que su taza esté vacía, no podrá aprender nada".
Cada vez que vamos a la Eucaristía, se realiza en nosotros el misterio de llenarnos de Dios, de recibirlo a Él para llenar nuestra fe de su don, de su amor. Pero de nada sirve llenarnos, si nuestra taza ya estaba llena.
Llegamos con preocupaciones, y sobre todo llenamos nuestra vida de nosotros mismos, de nuestros egoísmos, de nuestras fragilidades, por eso termina la misa y salimos igual que entramos, y repartimos en nuestra vida eso que llevamos dentro.
Sin embargo, si somos capaces de vaciarnos de nosotros mismos, de llenarnos de Dios, de ese cuerpo entregado, de ese don del amor, al salir, al volver a nuestra vida, entregaremos lo que llevamos, al mismo Dios hecho cuerpo, al mismo Amor entregado.

Día grande, el que celebramos hoy, vaciémonos de nosotros mismos, llenémonos de Dios, y seamos custodias, que lleven a Cristo a la calle, para darlo y repartirlo en el amor.