domingo, 27 de mayo de 2018

SOLEMNIDAD DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD


LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO 28, 16-20

En aquel tiempo los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Al verlo, ellos se postraron, pero algunos vacilaban. Acercándose a ellos, Jesús les dijo:

-- Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra. Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándoles en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final del mundo



HOMILÍA

El explorador había regresado junto a los suyos, que estaban ansiosos por  saberlo todo acerca del Amazonas. Pero ¿cómo podía él expresar con  palabras la sensación que había inundado su corazón cuando contempló  aquellas flores de sobrecogedora belleza y escuchó los sonidos nocturnos de  la selva? ¿Cómo comunicar lo que sintió en su corazón cuando se dio cuenta  del peligro de las fieras o cuando conducía su canoa por las inciertas aguas  del río? Y les dijo: — «Id y descubridlo vosotros mismos. Nada puede  sustituir al riesgo y a la experiencia personales». Pero, para orientarles, les  hizo un mapa del Amazonas. Ellos tomaron el mapa y lo colocaron en el  Ayuntamiento. E hicieron copias de él para cada uno. Y todo el que tenía  una copia se consideraba un experto en el Amazonas, pues ¿no conocía  acaso cada vuelta y cada recodo del río, y cuán ancho y profundo era, y  dónde había rápidos y dónde se hallaban las cascadas?  

El explorador se lamentó toda su vida de haber hecho aquel mapa. Habría  sido preferible no haberlo hecho.

Celebramos hoy el día de la Santísima Trinidad. Todos conocemos a Dios, y sabemos que es Padre, Hijo y Espíritu Santo, el problema es que este gran misterio no es para conocerlo, sino para vivirlo.

La Iglesia nos presenta esta fiesta, no porque Dios necesite un día especial para Él, sino porque nosotros necesitamos mirar a la Santísima Trinidad, para poder vivir como ellos, para poder hacer realidad en la Iglesia su gran misterio: tres personas distintas pero en comunión de amor entre ellas.

En efecto, la Iglesia está compuesta por personas, cada una distinta, con sus ideas propias, con sus pensamientos, pero todo eso no nos divide, sino que nos mantiene unidos, no el afecto, ni siquiera un ideal común. Lo que nos mantiene unidos es lo mismo que une a la Santísima Trinidad: el amor.

Por eso, imitemos a la Santísima Trinidad, dejemos a un lado diferencias, ideas y pensamientos, y amémonos unos a otros como se aman el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

FELIZ DOMINGO Y QUE LA SANTÍSIMA TRINIDAD OS BENDIGA.

domingo, 20 de mayo de 2018

SOLEMNIDAD DE PENTECOSTÉS


LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN 20, 19-23

Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:

--Paz a vosotros

Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:

-- Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.

Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:

-- Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.



HOMILÍA

Celebramos la fiesta de Pentecostés. Hoy hace cincuenta día que estábamos celebrando la Resurrección del Señor. Hoy recordamos cómo Dios envió su Espíritu sobre los apóstoles, y como lo sigue enviando sobre todos nosotros. Pero ¿cuál es la labor del Espíritu Santo?. ¿Cómo actúa?.

Hace ya algún tiempo un hombre castigó a su pequeña hija de tres años por desperdiciar un rollo de papel dorado para envolver. El dinero le era escaso en esos días, por lo que explotó en furia cuando vio a la niña tratando de envolver una caja.

A la mañana siguiente, la niña regaló a su padre la caja envuelta y le dijo: “Esto es para ti, papá”. Él se sintió avergonzado, pero cuando abrió la caja y la encontró vacía, otra vez gritó con ira: “¿acaso no sabes que cuando se le da un regalo a alguien se supone que tiene que haber algo dentro?”

La pequeña miró a su padre y con lágrimas en los ojos dijo: “¡Oh, papá, no está vacía! Yo soplé un montón de besos dentro de esa caja y todos son para ti”.

El padre se sintió morir, rodeó con sus brazos el pequeño cuerpo de su hija y le suplicó que lo perdonara.

Dicen que el hombre guardó esa caja dorada cerca de su cama por años y que siempre que se sentía derrumbado, tomaba de ella un beso y recordaba el amor que su hija había depositó ahí.

Hay cosas en la vida, que no se ven, pero que están ahí y que nos hacen salir adelante, y alegrarnos en los momentos difíciles. Ese es el Espíritu Santo. Es esa presencia de Dios que aunque no se ve, se nota, se siente y hace que vivamos nuestras vidas desde la voluntad de Dios, con la alegría de saber que siempre estamos acompañados, que siempre tenemos al espíritu con nosotros.

FELIZ DOMINGO Y FELIZ SEMANA. QUE DIOS OS BENDIGA.

domingo, 13 de mayo de 2018

SOLEMNIDAD DE LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR


LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MARCOS 16, 15-20

En aquel tiempo se apareció Jesús a los Once y les dijo:

-- Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y se bautice, se salvará; el que se resista a creer, será condenado. A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos, y si beben un veneno mortal no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos y quedarán sanos

Después de hablarles, el Señor Jesús, ascendió al cielo y se sentó a la derecha de Dios. Ellos fueron y proclamaron el Evangelio por todas partes, y el Señor actuaba con ellos y confirmaba la Palabra con los signos que los acompañaban.

HOMILÍA

Cuentan que tras la muerte de un hombre rico, se dio lugar a la lectura del testamento. En medio de la formalidad del acto, estaban presentes los hijos e hijas del difunto; y junto a ellos, los nietos, nietas, sobrinos, sobrinas y otros familiares cercanos. Todos expectantes y esperanzados en que pudieran tener algún grado de participación en la inmensa fortuna que estaba a punto de ser distribuida.

El juez, mirando a los herederos por encima las gafas, comenzó la lectura del testamento: “En uso de mis facultades mentales y cumpliendo con los requisitos que pide la ley, procedo a determinar mi voluntad sobre el destino de mis posesiones. En primer lugar, quiero que las tierras de la Hacienda La Ponderosa, incluyendo la casa, el ganado y todos los bienes que hay en ella, se destinen a la comunidad de hermanas de la residencia de Las Misericordias, de mi pueblo natal”. Inmediatamente, hubo un cuchicheo nervioso entre los presentes... Pero todavía había más, de modo que el juez continuó su lectura: “En segundo lugar, quiero que las casas que poseo y los apartamentos que tengo, sean destinados al Hogar para niños huérfanos que funciona bajo la dirección de la parroquia de mi pueblo”. El alboroto esta vez fue más sonoro y la cara de sorpresa de los asistentes fue mayor... Y continuó la lectura del testamento: “En tercer lugar, quiero que todo el dinero que tengo en mis cuentas corrientes y de ahorros, junto con las acciones que están a mi nombre en distintos bancos y empresas, sea entregado a la Clínica del niño quemado, que dirigen las Hermanitas de los desamparados”. Esta vez la reacción de los familiares del difunto fue impresionante... Sin embargo, el silencio se apoderó de todos cuando el juez continuó su lectura pausada y firme: “Por último, a mis hijos e hijas, a mis nietos y nietas, a mis sobrinos y sobrinas, y a todos mis herederos directos o indirectos, les dejo una recomendación que estoy seguro, los ayudará a salir de su precaria situación económica. Sólo les recomiendo una cosa: ¡Que trabajen!” Y así terminó el solemne acto.

Hoy domingo de la Ascensión, el Señor nos dejó su testamento antes de subir al cielo, y nos dejó precisamente lo mismo que el difunto a sus hijos: Que trabajemos.

Los cristianos nos pasamos la vida mirando al cielo, esperando ver algún día al Señor, cuando no nos damos cuenta de que el Señor está en medio de nosotros, en la vida del hermano que pasa necesidad, en aquel al que le hemos quitado el saludo, en aquellos que viven solos.

Este es nuestro trabajo, y es lo que nos pide el Señor. Que seamos capaces de llevar a término lo que Señor nos pide, que trabajemos por hacer de este mundo un mundo más cristiano.

FELIZ DOMINGO Y QUE DIOS OS BENDIGA.

domingo, 6 de mayo de 2018

DOMINGO VI DE PASCUA


LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN 15, 9- 17

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos:

-- Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud. Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado. Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer. No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido; y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto dure. De modo que lo que pidáis al Padre en mi nombre, os lo dé. Esto os mando: que os améis unos a otros.

HOMILÍA

El 10 de octubre de 1982, en la gran plaza de san Pedro de Roma, el papa Juan Pablo II canonizó a un paisano suyo: Maximiliano Kolbe, sacerdote franciscano, nacido el 8 de enero de 1894 en la ciudad de Zdunska Wola. Estuvo presente en este acto un testigo excepcional: Franciszek Gajowniczek, un polaco ya anciano que, cuarenta y un años antes, había salvado su vida en el campo de concentración de Auschwitz, gracias al heroico gesto del nuevo santo.

Este hombre cuenta así su experiencia de aquel verano de 1941: “Yo era un veterano en el campo de Auschwitz; tenía en mi brazo tatuado el número de inscripción: 5659. Una noche, al pasar los guardianes lista, uno de nuestros compañeros no respondió cuando leyeron su nombre. Se dio al punto la alarma: los oficiales del campo desplegaron todos los dispositivos de seguridad; salieron patrullas por los alrededores. Aquella noche nos fuimos angustiados a nuestros barracones. Los dos mil internados en nuestro pabellón sabíamos que nuestra alternativa era bien trágica; si no lograban dar con el escapado, acabarían con diez de nosotros. A la mañana siguiente nos hicieron formar a todos los dos mil y nos tuvieron en posición de firmes desde las primeras horas hasta el mediodía. Nuestros cuerpos estaban debilitados al máximo por el trabajo y la escasísima alimentación. Muchos del grupo caían exánimes bajo aquel sol implacable. Hacia las tres nos dieron algo de comer y volvimos a la posición de firmes hasta la noche. El coronel Fritsch volvió a pasar lista y anunció que diez de nosotros seríamos ajusticiados”.

A la mañana siguiente, Franciszek Gajowniczek fue uno de los diez elegidos por el coronel de la SS para ser ajusticiados en represalia por el escapado. Cuando Franciszek salió de su fila, después de haber sido señalado por el coronel, musitó estas palabras: “Pobre esposa mía; pobres hijos míos”. El P. Maximiliano estaba cerca y oyó estas palabras. Enseguida, dio un paso adelante y le dijo al coronel: “Soy un sacerdote católico polaco, estoy ya viejo. Querría ocupar el puesto de ese hombre que tiene esposa e hijos”. Su ofrecimiento fue aceptado por el oficial nazi y Maximiliano Kolbe, que tenía entonces 47 años, fue condenado, junto con otros nueve prisioneros, a morir de hambre. Tres semanas después, el único prisionero que seguía vivo era el P. Kolbe, de modo que le fue aplicada una inyección letal que terminó definitivamente con su vida. Maximiliano Kolbe había vivido su ministerio pastoral en Polonia y Japón, donde había pasado cinco años como misionero. Con este gesto sellaba una vida de entrega permanente.

¿Qué tenía de especial Maximiliano Kolbe para poder hacer lo que hizo? Nada. Simplemente en el momento en el que se le pidió dar la vida por los demás lo hizo.

Nosotros estamos hechos de la misma pasta, y lo único que nos pide el Señor es que cuando se nos presente la ocasión de amar lo hagamos. Porque cada día se nos presentan miles de ocasiones para dar nuestra vida por los demás, quizá no nos haga falta morir pero si dar un trocito de la vida perdonando, amando a los que se sienten solos, dejándonos de pequeñas rencillas, impidiendo que el dinero nos separe, etc…

Que seamos cristianos de verdad porque cumplamos el único precepto que nos dejó Jesús: “amarnos los unos a los otros como él lo hizo”.

FELIZ DOMINGO Y QUE DIOS OS BENDIGA.