LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MARCOS 16, 15-20
En aquel tiempo se apareció Jesús a los Once y les dijo:
-- Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la
creación. El que crea y se bautice, se salvará; el que se resista a creer, será
condenado. A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en
mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos, y si beben
un veneno mortal no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos y
quedarán sanos
Después de hablarles, el Señor Jesús, ascendió al cielo y se
sentó a la derecha de Dios. Ellos fueron y proclamaron el Evangelio por todas
partes, y el Señor actuaba con ellos y confirmaba la Palabra con los signos que
los acompañaban.
HOMILÍA
Cuentan que tras la muerte de un hombre rico, se dio lugar a
la lectura del testamento. En medio de la formalidad del acto, estaban
presentes los hijos e hijas del difunto; y junto a ellos, los nietos, nietas,
sobrinos, sobrinas y otros familiares cercanos. Todos expectantes y esperanzados
en que pudieran tener algún grado de participación en la inmensa fortuna que
estaba a punto de ser distribuida.
El juez, mirando a los herederos por encima las gafas,
comenzó la lectura del testamento: “En uso de mis facultades mentales y cumpliendo
con los requisitos que pide la ley, procedo a determinar mi voluntad sobre el
destino de mis posesiones. En primer lugar, quiero que las tierras de la
Hacienda La Ponderosa, incluyendo la casa, el ganado y todos los bienes que hay
en ella, se destinen a la comunidad de hermanas de la residencia de Las
Misericordias, de mi pueblo natal”. Inmediatamente, hubo un cuchicheo nervioso
entre los presentes... Pero todavía había más, de modo que el juez continuó su
lectura: “En segundo lugar, quiero que las casas que poseo y los apartamentos
que tengo, sean destinados al Hogar para niños huérfanos que funciona bajo la
dirección de la parroquia de mi pueblo”. El alboroto esta vez fue más sonoro y
la cara de sorpresa de los asistentes fue mayor... Y continuó la lectura del
testamento: “En tercer lugar, quiero que todo el dinero que tengo en mis
cuentas corrientes y de ahorros, junto con las acciones que están a mi nombre
en distintos bancos y empresas, sea entregado a la Clínica del niño quemado,
que dirigen las Hermanitas de los desamparados”. Esta vez la reacción de los
familiares del difunto fue impresionante... Sin embargo, el silencio se apoderó
de todos cuando el juez continuó su lectura pausada y firme: “Por último, a mis
hijos e hijas, a mis nietos y nietas, a mis sobrinos y sobrinas, y a todos mis
herederos directos o indirectos, les dejo una recomendación que estoy seguro,
los ayudará a salir de su precaria situación económica. Sólo les recomiendo una
cosa: ¡Que trabajen!” Y así terminó el solemne acto.
Hoy domingo de la Ascensión, el Señor nos dejó su testamento
antes de subir al cielo, y nos dejó precisamente lo mismo que el difunto a sus
hijos: Que trabajemos.
Los cristianos nos pasamos la vida mirando al cielo,
esperando ver algún día al Señor, cuando no nos damos cuenta de que el Señor
está en medio de nosotros, en la vida del hermano que pasa necesidad, en aquel
al que le hemos quitado el saludo, en aquellos que viven solos.
Este es nuestro trabajo, y es lo que nos pide el Señor. Que
seamos capaces de llevar a término lo que Señor nos pide, que trabajemos por
hacer de este mundo un mundo más cristiano.
FELIZ DOMINGO Y QUE DIOS OS BENDIGA.
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