domingo, 24 de abril de 2022

DOMINGO SEGUNDO DE PASCUA

 LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN 20, 19-31

Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en una casa con las puertas cerradas, por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:

-- Paz a vosotros.

Y diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:

-- Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.

Y dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:

-- Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados les quedan perdonados; a quienes se los retengáis les quedan retenidos.

Tomás, uno de los doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino el Señor. Y los otros discípulos le decían:

-- Hemos visto al Señor.

Pero él les contestó:

-- Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto el dedo en el agujero de los clavos, si no meto la mano en su costado, no lo creo.

A los ocho días estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y les dijo:

-- Paz a vosotros.

-- Luego dijo a Tomás:

-- Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.

Contestó Tomas:

-- ¡Señor mío y Dios mío!

Jesús le dijo:

-- ¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean si haber visto.

Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Estos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su Nombre.

HOMILÍA

Una madre llevó a su hijo de seis años a casa de un gran santo, y le suplicó:

- “Se lo ruego, Padre. Dígale a mi hijo que no coma más azúcar, es diabético y arriesga su vida haciéndolo. A mí ya no me hace caso y sufro por él. Sé que a usted le hará caso, porque lo admira.”

El santo reflexionó y dijo:

- “Lo siento señora. Ahora no puedo hacerlo. Traiga a su hijo dentro de quince días.”

Sorprendida la mujer le dio las gracias y le prometió que haría lo que le había pedido. Quince días después, volvió con su hijo. El santo miro al muchacho a los ojos y, con autoridad, le dijo:

- “Chico, deja de comer azúcar. Te estás haciendo daño.”

Agradecida, pero extrañada, la madre preguntó:

- “¿Por qué me pidió que lo trajera dos semanas después? Podría haberle dicho lo mismo el primer día.”

El santo respondió:

- “Hace quince días, yo comía azúcar.”

Continuamos celebrando la resurrección de Jesús, y hoy el Evangelio nos muestra la escena en la que Tomás no termina de creer que Cristo ha resucitado, y ante su increencia, Jesús sólo da como prueba sus manos traspasadas y su costado herido. No son ganas de ser macabro, sino de hacerle ver que todo lo que dijo, lo cumplió. Todo lo que nos dejó como enseñanza Él lo vivió primero.

Para ser testigos de la resurrección no se nos piden palabras, se nos piden unas manos dispuestas a vaciarse y un corazón dispuesto a entregarse. Ese es el verdadero testimonio de los cristianos para mostrar a este mundo que Jesús ha resucitado. Pero claro está, primero debemos nosotros vivirlo para poder mostrarlo a los demás.

Que la vida nueva de Cristo nos ayude a ser testigos de la resurrección mostrándole al mundo nuestras manos dispuestas a dar y nuestro corazón dispuesto a mar.

FELIZ DOMINGO Y QUE DIOS OS BENDIGA.

domingo, 17 de abril de 2022

DOMINGO DE RESURRECCIÓN

 LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN 20, 1-9

El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. Echó a correr y fue a donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a quien quería Jesús, y le dijo:

—Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto.

Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; y, asomándose, vio las vendas en el suelo; pero no entró. Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro; vio las vendas en el suelo y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no por el suelo con las vendas, sino enrollado en un sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó. Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que Él había de resucitar de entre los muertos.

HOMILÍA

El sannyasi había llegado a las afueras de la aldea y acampó bajo un árbol para pasar la noche. De pronto llegó corriendo hasta él un habitante de la aldea y le dijo:

- “¡La piedra! ¡Dame la piedra preciosa!”

- “¿Qué piedra?”, preguntó el sannyasi.

- “La otra noche se me apreció en sueños el Señor Shiva”, dijo el aldeano, “y me aseguró que si venía al anochecer a las afueras de la aldea, encontraría a un sannyasi que me daría una piedra preciosa que me haría rico para siempre”.

El sannyasi rebuscó en su bolsa y extrajo una piedra. “Probablemente se refería a ésta”, dijo mientras entregaba la piedra al aldeano. “La encontré en un sendero del bosque hace unos seis días. Por supuesto que puedes quedarte con ella.”

El hombre se quedó mirando la piedra con asombro. ¡Era un diamante! Tal vez el mayor diamante del mundo, pues era tan grande como la mano de un hombre.

Tomó el diamante y se marchó. Pasó la noche dando vueltas en la cama, totalmente incapaz de dormir. Al día siguiente, al amanecer, fue a despertar al sannyasi y le dijo:

- “Dame la riqueza que te permite desprenderte con tanta facilidad de este diamante”.

No hay mayor riqueza, para nosotros los cristianos que la fiesta que celebramos hoy. Cristo resucitado llena nuestra vida, siempre y cuando seamos capaces de dejar que lo haga. Siempre que lo descubramos allí donde él quiere habitar, en los corazones rebosantes de alegría de todos aquellos que celebran la Pascua.

Cristo se hace riqueza en las pequeñas cosas que compartimos. En los momentos que vivimos, en los quehaceres diarios vividos con alegría, en las pequeñas sorpresas que nos depara cada día.

Cristo se hace riqueza precisamente para que seamos capaces de desprendernos de Él y lo compartamos con los demás. Cristo se hace riqueza cuando dejamos que entre en nuestras vidas y lo inunde todo.

Cristo vive para siempre y lo mejor, vive para darnos vida.

FELIZ PASCUA DE RESURRECCIÓN, FELIZ CAMINAR, FELIZ VIDA NUEVA. QUE DIOS OS BENDIGA.

viernes, 15 de abril de 2022

VIERNES SANTO

 PASIÓN DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO SEGÚN SAN JUAN 18, 1-19,42

C. En aquel tiempo, salió Jesús con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón, donde había un huerto, y entraron allí él y sus discípulos. Judas, el traidor, conocía también el sitio, porque Jesús se reunía a menudo allí con sus discípulos. Judas entonces, tomando la patrulla y unos guardias de los sumos sacerdotes y de los fariseos, entró allá con faroles, antorchas y armas. Jesús, sabiendo todo lo que venía sobre él, se adelantó y les dijo:

+ ¿A quién buscáis?

C. Le contestaron:

S. A Jesús, el Nazareno.

C. Les dijo Jesús:

+ Yo soy.

C. Estaba también con ellos Judas, el traidor. Al decirles: «Yo soy», retrocedieron y cayeron a tierra. Les preguntó otra vez: + -«¿A quién buscáis?»

C. Ellos dijeron:

S. A Jesús, el Nazareno.

C. Jesús contestó:

+ Os he dicho que soy yo. Si me buscáis a mí, dejad marchar a éstos.

C. Y así se cumplió lo que había dicho: “No he perdido a ninguno de los que me diste”.

Entonces Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió al criado del sumo sacerdote, cortándole la oreja derecha. Este criado se llamaba Malco. Dijo entonces Jesús a Pedro:

+ Mete la espada en la vaina. El cáliz que me ha dado mi Padre, ¿no lo voy a beber?

C. La patrulla, el tribuno y los guardias de los judíos prendieron a Jesús, lo ataron y lo llevaron primero a Anás, porque era suegro de Caifás, sumo sacerdote aquel año; era Caifás el que había dado a los judíos este consejo: “Conviene que muera un solo hombre por el pueblo”. Simón Pedro y otro discípulo seguían a Jesús. Este discípulo era conocido del sumo sacerdote y entró con Jesús en el palacio del sumo sacerdote, mientras Pedro se quedó fuera a la puerta. Salió el otro discípulo, el conocido del sumo sacerdote, habló a la portera e hizo entrar a Pedro. La criada que hacía de portera dijo entonces a Pedro:

S. ¿No eres tú también de los discípulos de ese hombre?

C. Él dijo:

S. No lo soy.

C. Los criados y los guardias habían encendido un brasero, porque hacía frío, y se calentaban. También Pedro estaba con ellos de pie, calentándose.

El sumo sacerdote interrogó a Jesús acerca de sus discípulos y de la doctrina. Jesús le contestó:

+Yo he hablado abiertamente al mundo; yo he enseñado continuamente en la sinagoga y en el templo, donde se reúnen todos los judíos, y no he dicho nada a escondidas. ¿Por qué me interrogas a mí? Interroga a los que me han oído, de qué les he hablado. Ellos saben lo que he dicho yo.

C. Apenas dijo esto, uno de los guardias que estaba allí le dio una bofetada a Jesús, diciendo:

S. ¿Así contestas al sumo sacerdote?

C. Jesús respondió:

+ Si he faltado al hablar, muestra en qué he faltado; pero si le hablado como se debe, ¿por qué me pegas?

C. Entonces Anás lo envió atado a Caifás, sumo sacerdote.

C. Simón Pedro estaba en pie, calentándose, y le dijeron:

S. ¿No eres tú también de sus discípulos?

C. Él lo negó, diciendo:

S. No lo soy.

C. Uno de los criados del sumo sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro le cortó la oreja, le dijo:

S. ¿No te he visto yo con él en el huerto?

C. Pedro volvió a negar, y enseguida cantó un gallo.

C. Llevaron a Jesús de casa de Caifás al pretorio. Era el amanecer, y ellos no entraron en el pretorio para no incurrir en impureza y poder así comer la Pascua. Salió Pilato afuera, adonde estaban ellos, y dijo:

S. ¿Qué acusación presentáis contra este hombre?

C. Le contestaron:

S. Si éste no fuera un malhechor, no te lo entregaríamos.

C. Pilato les dijo:

S. Lleváoslo vosotros y juzgadlo según vuestra ley.

C. Los judíos le dijeron:

S. No estamos autorizados para dar muerte a nadie.

C. Y así se cumplió lo que había dicho Jesús, indicando de qué muerte iba a morir.

Entró otra vez Pilato en el pretorio, llamó a Jesús y le dijo:

S. ¿Eres tú el rey de los judíos?

C. Jesús le contestó:

+ ¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?

C. Pilato replicó:

S. ¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mí; ¿qué has hecho?

C. Jesús le contestó:

+ Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí.

C. Pilato le dijo:

S. Con que, ¿tú eres rey?

C. Jesús le contestó:

+ Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz.

C. Pilato le dijo:

S. Y, ¿qué es la verdad?

C. Dicho esto, salió otra vez adonde estaban los judíos y les dijo:

S. Yo no encuentro en él ninguna culpa. Es costumbre entre vosotros que por Pascua ponga a uno en libertad. ¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?

C. Volvieron a gritar:

S. A ése no, a Barrabás.

C. El tal Barrabás era un bandido.

C. Entonces Pilato tomó a Jesús y lo mandó azotar. Y los soldados trenzaron una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza y le echaron por encima un manto color púrpura; y, acercándose a él, le decían:

S. ¡Salve, rey de los judíos!

C. Y le daban bofetadas.

Pilato salió otra vez afuera y les dijo:

S. Mirad, os lo saco afuera, para que sepáis que no encuentro en él ninguna culpa.

C. Y salió Jesús afuera, llevando la corona de espinas y el manto color púrpura. Pilato les dijo:

S. Aquí lo tenéis.

C. Cuando lo vieron los sumos sacerdotes y los guardias, gritaron:

S. ¡Crucifícalo, crucifícalo!

C. Pilato les dijo:

S. Lleváoslo vosotros y crucificadlo, porque yo no encuentro culpa en él. C. Los judíos le contestaron:

S. Nosotros tenemos una ley, y según esa ley tiene que morir, porque se ha declarado Hijo de Dios.

C. Cuando Pilato oyó estas palabras, se asustó aún más y, entrando otra vez en el pretorio, dijo a Jesús:

S. ¿De dónde eres tú?

C. Pero Jesús no le dio respuesta. Y Pilato le dijo:

S. ¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para soltarte y autoridad para crucificarte?

C. Jesús le contestó:

+ No tendrías ninguna autoridad sobre mí, si no te la hubieran dado de lo alto. Por eso el que me ha entregado a ti tiene un pecado mayor.

C. Desde este momento Pilato trataba de soltarlo, pero los judíos gritaban:

S. Si sueltas a ése, no eres amigo del César. Todo el que se declara rey está contra el César.

C. Pilato entonces, al oír estas palabras, sacó afuera a Jesús y lo sentó en el tribunal, en el sitio que llaman «el Enlosado» (en hebreo Gábbata). Era el día de la Preparación de la Pascua, hacia el mediodía. Y dijo Pilato a los judíos:

S. Aquí tenéis a vuestro rey.

C. Ellos gritaron:

S. ¡Fuera, fuera; crucifícalo!

C. Pilato les dijo:

S. ¿A vuestro rey voy a crucificar?

C. Contestaron los sumos sacerdotes:

S. No tenemos más rey que al César.

C. Entonces se lo entregó para que lo crucificaran.

C. Tomaron a Jesús, y él, cargando con la cruz, salió al sitio llamado “de la Calavera” (que en hebreo se dice Gólgota), donde lo crucificaron; y con él a otros dos, uno a cada lado, y en medio, Jesús. Y Pilato escribió un letrero y lo puso encima de la cruz; en él estaba escrito: “Jesús, el Nazareno, el rey de los judíos”. Leyeron el letrero muchos judíos, porque estaba cerca el lugar donde crucificaron a Jesús, y estaba escrito en hebreo, latín y griego. Entonces los sumos sacerdotes de los judíos dijeron a Pilato:

S. No escribas: "El rey de los judíos", sino: "Este ha dicho: Soy el rey de los judíos".

C. Pilato les contestó:

S. Lo escrito, escrito está.

C. Los soldados, cuando crucificaron a Jesús, cogieron su ropa, haciendo cuatro partes, una para cada soldado, y apartaron la túnica. Era una túnica sin costura, tejida toda de una pieza de arriba abajo. Y se dijeron:

S. No la rasguemos, sino echemos a suerte, a ver a quién le toca.

C. Así se cumplió la Escritura: “Se repartieron mis ropas y echaron a suerte mi túnica”. Esto hicieron los soldados.

C. Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María, la de Cleofás, y María, la Magdalena. Jesús, al ver a su madre y cerca al discípulo que tanto quería, dijo a su madre:

+ Mujer, ahí tienes a tu hijo.

C. Luego, dijo al discípulo:

+ Ahí tienes a tu madre.

C. Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa.

C. Después de esto, sabiendo Jesús que todo había llegado a su término, para que se cumpliera la Escritura dijo:

+ Tengo sed.

C. Había allí un jarro lleno de vinagre. Y, sujetando una esponja empapada en vinagre a una caña de hisopo, se la acercaron a la boca. Jesús, cuando tomó el vinagre, dijo:

+ Está cumplido.

C. E, inclinando la cabeza, entregó el espíritu.

(Todos se arrodillan, y se hace una pausa)

C. Y al punto salió sangre y agua

C. Los judíos entonces, como era el día de la Preparación, para que no se quedaran los cuerpos en la cruz el sábado, porque aquel sábado era un día solemne, pidieron a Pilato que les quebraran las piernas y que los quitaran. Fueron los soldados, le quebraron las piernas al primero y luego al otro que habían crucificado con él; pero al llegar a Jesús, viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados, con la lanza, le traspasó el costado, y al punto salió sangre y agua. El que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero, y él sabe que dice verdad, para que también vosotros creáis. Esto ocurrió para que se cumpliera la Escritura: “No le quebrarán un hueso”; y en otro lugar la Escritura dice: “Mirarán al que atravesaron”.

C. Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo clandestino de Jesús por miedo a los judíos, pidió a Pilato que le dejara llevarse el cuerpo de Jesús. Y Pilato lo autorizó. Él fue entonces y se llevó el cuerpo. Llegó también Nicodemo, el que había ido a verlo de noche, y trajo unas cien libras de una mixtura dé mirra y áloe. Tomaron el cuerpo de Jesús y lo vendaron todo, con los aromas, según se acostumbra a enterrar entre los judíos. Había un huerto en el sitio donde lo crucificaron, y en el huerto un sepulcro nuevo donde nadie había sido enterrado todavía. Y como para los judíos era el día de la Preparación, y el sepulcro estaba cerca, pusieron allí a Jesús.

HOMILÍA

Cuentan que en un pueblo alemán, acabada la guerra, los feligreses reconstruyeron el templo que había sido bombardeado. Debajo de los escombros encontraron la impresionante imagen tallada en madera, del Santo Cristo, totalmente mutilada: sin brazos y sin piernas. Fueron ellos quienes escribieron: «Nosotros seremos tus brazos... y tus pies».

Existe un texto del siglo XVI que, en líneas generales, reza:
   - «Cristo, no tienes brazos ni manos... Tienes sólo nuestros brazos y nuestras manos»... para levantar al caído, aguantar al débil, dar la mano al necesitado, hacer el bien como tú...
   - «Cristo, no tienes piernas ni pies... Tan sólo tienes nuestras piernas y nuestros pies»... para seguir tus pasos y cargar -como el buen samaritano- a quienes viven el atropello y la injusticia, el despojo, la ingratitud, el desamor...
   - «Cristo, tienes los labios inertes por la muerte... y estás sin voz... Nosotros seremos tu voz»... La voz de los sin voz... para proclamar bien alto tu Palabra que ayuda, consuela y da vida eterna.
   - «Cristo, no tienes medios materiales... Pero tienes los nuestros»... para socorrer y servir a quienes están necesitados de ayuda material o espiritual; están enfermos, hambrientos... excluidos, marginados...

Hoy, Viernes Santo, vamos a acercarnos a adorar a ese Cristo en la Cruz, y nuevamente nos pide que seamos sus pies, sus brazos, que seamos como Él para demostrarle  al mundo que nuestra fe nos sirve no sólo para festejar una fiesta, o para sacar procesiones, sino que nuestra fe nos lleva a ser auténticos discípulos suyos, amando como él amó.

FELIZ VIERNES SANTO Y QUE DIOS OS BENDIGA.

jueves, 14 de abril de 2022

JUEVES SANTO

 LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN 13, 1-15

Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. Estaban cenando (ya el diablo le había metido en la cabeza a Judas Iscariote, el de Simón, que lo entregara) y Jesús, sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía, se levanta de la cena, se quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe; luego echa agua en la jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos, secándoselos con la toalla que se había ceñido. Llegó a Simón Pedro y éste le dijo:

—Señor, ¿lavarme los pies tú a mí?

Jesús le replicó:

—Lo que yo hago, tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde.

Pedro le dijo:

—No me lavarás los pies jamás.

Jesús le contestó:

—Si no te lavo, no tienes nada que ver conmigo.

Simón Pedro le dijo:

—Señor, no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza.

Jesús le dijo:

—Uno que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está limpio. También vosotros estáis limpios, aunque no todos." (Porque sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo: "No todos estáis limpios".)

Cuando acabó de lavarles los pies, tomó el manto, se lo puso otra vez y les dijo:

— ¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis "El Maestro" y "El Señor", y decís bien, por que lo soy. Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros: os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis.

HOMILÍA

El bosque esta en llamas, y, mientras todos los animales huyen para salvar su pellejo, un picaflor recoge una y otra vez agua del río para verterla sobre el fuego.

- "¿Es qué acaso crees que con ese pico pequeño vas a apagar el incendio?", le pregunta el León.

 - "Yo sé que no puedo solo", responde el pajarito, "pero estoy haciendo mi parte.

Jesús sabiendo que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. No hay mejor resumen para este día del amor fraterno que esta frase del Evangelio de hoy.

Jesús, que va a dar su vida por todos nos muestra el camino que debemos seguir para hacer nosotros lo mismo. Vivimos en un mundo descristianizado, un mundo que antepone mis gustos, mis intereses, a los intereses de los demás. Y es precisamente hoy, Jueves Santo, cuando Jesús nos recuerda que Él ya hizo su parte, que no podemos estar parados viendo como este mundo se consume en su propia maldad.

Quizá la pregunta pueda ser, ¿y qué podemos hacer nosotros? Y la respuesta nos la da el mismo Señor: “os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis.”

Si amamos a nuestros hermanos como el nos amó, si nos damos por completo al prójimo, quizá no cambiaremos el mundo, pero estaremos haciendo nuestra parte.

Pidamos hoy al Señor que nunca nos falten ganas para cumplir con el encargo que Jesús nos dejó, porque si todos los que nos decimos cristianos fuéramos capaces de amar como Él, estoy seguro de que este mundo cambiaría.

FELIZ JUEVES SANTO, FELIZ DÍA DEL AMOR FRATERNO. QUE DIOS OS BENDIGA.

domingo, 10 de abril de 2022

DOMINGO DE RAMOS

 PASIÓN DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO SEGÚN SAN LUCAS (22, 14-23, 56)

C. Llegada la hora se sentó Jesús con sus discípulos y les dijo:

+ He deseado enormemente comer esta comida pascual con vosotros antes de padecer, porque os digo que ya no la volveré a comer hasta que se cumpla en el Reino de Dios.

C. Y tomando una copa, pronunció la acción gracias y dijo:

+ Tomad esto, repartidlo entre vosotros, porque os digo que no beberé desde ahora del fruto de la vid hasta que venga el Reino de Dios.

C. Y tomando pan, dio gracias, lo partió y lo dio diciendo:

+ Este es mi cuerpo, que se entrega por vosotros; haced esto en memoria mía.

C. Después de cenar hizo lo mismo con la copa diciendo:

+ Esta copa es la Nueva Alianza sellada con mi sangre que se derrama por vosotros.

Pero mirad: la mano del que me entrega está con la mía en la mesa. Porque el Hijo del Hombre se va, según lo establecido; pero ¡ay de ése que lo entrega!

C. Ellos empezaron a preguntarse unos a otros quién de ellos podía ser el que iba a hacer eso. Los discípulos se pusieron a disputar sobre quién de ellos debía de ser tenido como el primero. Jesús les dijo:

+ Los reyes de las naciones las dominan y los que ejercen la autoridad se hacen llamar bienhechores. Vosotros no hagáis así, sino que el primero entre vosotros pórtese como el menor, y el que gobierne, como el que sirve. Porque, ¿quién es más, el que está en la mesa o el que sirve? ¿Verdad que el que está en la mesa? Pues yo estoy en medio de vosotros como el que sirve. Vosotros sois los que habéis perseverado conmigo en mis pruebas, y yo os transmito el Reino como me lo transmitió mi Padre a mí: comeréis y beberéis a mi mesa en mi Reino, y os sentaréis en tronos para regir a las doce tribus de Israel.

C. Y añadió:

+ Simón, Simón, mira que Satanás os ha reclamado para cribaros como trigo. Pero yo he pedido por ti para que tu fe no se apague. Y tú, cuando te recobres, da firmeza a tus hermanos.

C. Él le contestó:

S. Señor, contigo estoy dispuesto a ir incluso a la cárcel y a la muerte.

C. Jesús le replicó:

+ Te digo, Pedro, que no cantará hoy el gallo antes que tres veces hayas negado conocerme.

C. Y dijo a todos:

+ Cuando os envié sin bolsa y sin alforja, ni sandalias, ¿os faltó algo?

C. Contestaron:

S. Nada.

C. Él añadió:

+ Pero ahora, el que tenga bolsa que la coja, y lo mismo la alforja; y el que no tiene espada, que venda su manto y se compre una. Porque os aseguro que tiene que cumplirse en mí lo que está escrito: “fue contado con los malhechores. Lo que se refiere a mí toca a su fin.

C. Ellos dijeron:

S. Señor, aquí hay dos espadas.

C. Él les contestó:

+ Basta.

C. Y salió Jesús, como de costumbre, al monte de los Olivos, y lo siguieron sus discípulos. Al llegar al sitio, les dijo:

+ Orad, para no caer en la tentación.

C. Él se arrancó de ellos, alejándose como a un tiro de piedra y arrodillado, oraba diciendo:

+ Padre, si quieres, aparta de mí ese cáliz. Pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.

C. Y se le apareció un ángel del cielo que lo animaba. En medio de su angustia oraba con más insistencia. Y le bajaba hasta el suelo un sudor como gotas de sangre, Y, levantándose de la oración, fue hasta sus discípulos, los encontró dormidos por la pena, y les dijo:

+ ¿Por qué dormís? Levantaos y orad, para no caer en la tentación.

C. Todavía estaba hablando, cuando aparece la gente: y los guiaba el llamado Judas, uno de los doce. Y se acercó a besar a Jesús, Jesús le dijo:

+ Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del Hombre?

C. Al darse cuenta los que estaban con él de lo que iba a pasar, dijeron:

S. Señor, ¿herimos con la espada?

C. Y uno de ellos hirió al criado del Sumo Sacerdote, y le cortó la oreja derecha. Jesús intervino diciendo:

+ Dejadlo, basta.

C. Y, tocándole la oreja, lo curó. Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los oficiales del templo, y a los ancianos que habían venido contra él:

+ ¿Habéis salido con espadas y palos como a caza de un bandido? A diario estaba en el templo con vosotros y no me echasteis mano. Pero ésta es vuestra hora: la del poder de las tinieblas.

C. Ellos lo prendieron, se lo llevaron y lo hicieron entrar en casa del sumo sacerdote. Pedro lo seguía desde lejos. Ellos encendieron fuego en medio del patio, se sentaron alrededor y Pedro se sentó entre ellos. Al verlo una criada junto a la lumbre se le quedó mirando y les dijo:

S. También éste estaba con él.

C. Pero él lo negó diciendo:

S. No lo conozco, mujer.

C. Poco después lo vio otro y les dijo:

S. Tú también eres uno de ellos.

C. Pedro replicó:

S. Hombre, no lo soy.

C. Pasada cosa de una hora, otro insistía:

S. Sin duda, también éste estaba con él, porque es galileo.

C. Pedro contestó:

S. Hombre, no sé de qué hablas.

C. Y estaba todavía hablando cuando cantó un gallo. El Señor, volviéndose le echó una mirada a Pedro, y Pedro se acordó de la palabra que el Señor le había dicho: “Antes de que cante hoy el gallo, me negarás tres veces”. Y, saliendo afuera, lloró amargamente.

Y los hombres que sujetaban a Jesús se burlaban de él dándole golpes. Y, tapándole la cara, le preguntaban:

S. Haz de profeta: ¿quién te ha pegado?

C. Y proferían contra él otros muchos insultos.

Cuando se hizo de día, se reunió el senado del pueblo, o sea, sumos sacerdotes y escribas, y, haciéndole comparecer ante su Sanedrín, le dijeron:

S. Si tú eres el Mesías, dínoslo.

C. Él les contestó:

+ Si os lo digo, no lo vais a creer; y si os pregunto no me vais a responder. Desde ahora el Hijo del Hombre estará sentado a la derecha de Dios Todopoderoso.

C. Dijeron todos:

S. Entonces, ¿tú eres el Hijo de Dios?

C. Él les contestó:

+ Vosotros lo decís, yo lo soy.

C. Ellos dijeron:

S. ¿Qué necesidad tenemos ya de testimonios? Nosotros mismos lo hemos oído de su boca.

C. Se levantó toda la asamblea y llevaron a Jesús a presencia de Pilato.

Y se pusieron a acusarlo diciendo:

S. Hemos comprobado que éste anda amotinando a nuestra nación, y oponiéndose a que se paguen tributos al Cesar, y diciendo que él es el Mesías Rey.

C. Pilato preguntó a Jesús:

S. ¿Eres tú el rey de los judíos?

C. Él le contestó:

+ Tú lo dices.

C. Pilato dijo a los sumos sacerdotes y a la gente:

S. No encuentro ninguna culpa en este hombre.

C. Ellos insistían con más fuerza diciendo:

S. Solivianta al pueblo enseñando por toda Judea, desde Galilea hasta aquí.

C. Pilato, al oírlo, preguntó si era galileo; y al enterarse que era de la jurisdicción de Herodes, se lo remitió. Herodes estaba precisamente en Jerusalén por aquellos días.

Herodes, al ver a Jesús, se puso muy contento; pues hacía bastante tiempo que quería verlo, porque oía hablar de él y esperaba verlo hacer un milagro. Le hizo un interrogatorio bastante largo; pero él no le contestó ni palabra. Estaban allí los sumos sacerdotes y los escribas acusándolo con ahínco. Herodes, con su escolta, lo trató con desprecio y se burló de él; y, poniéndole una vestidura blanca, se lo remitió a Pilato. Aquel mismo día se hicieron amigos Herodes y Pilato, porque antes se llevaban muy mal.

Pilato, convocando a los sumos sacerdotes, a las autoridades y al pueblo, les dijo:

S. Me habéis traído a este hombre, alegando que alborotaba al pueblo; y resulta que yo le he interrogado delante de vosotros y no he encontrado en este hombre ninguna de las culpas que le imputáis; ni Herodes tampoco, porque nos lo ha remitido: ya veis que nada digno de muerte se le ha probado. Así que le daré un escarmiento y lo soltaré.

C. Por la fiesta tenía que soltarles a uno. Ellos vociferaban en masa diciendo:

S. ¡Fuera ése! Suéltanos a Barrabás.

C. (A éste lo habían metido en la cárcel por una revuelta acaecida en la ciudad y un homicidio). Pilato volvió a dirigirles la palabra con intención de soltar a Jesús. Pero ellos seguían gritando:

S. ¡Crucifícale, crucifícale!

C. Él les dijo por tercera vez:

S. Pues ¿qué mal ha hecho éste? No he encontrado en él ningún delito que merezca la muerte. Así es que le daré un escarmiento y lo soltaré.

C. Ellos se le echaban encima pidiendo a gritos que lo crucificara; e iba creciendo el griterío. Pilato decidió que se cumpliera su petición: soltó al que le pedían (al que había metido en la cárcel por revuelta y homicidio), y a Jesús se lo entregó a su arbitrio.

Mientras lo conducía, echaron manos de un cierto Simón de Cirene, que volvía del campo y le cargaron la cruz para que la llevara detrás de Jesús. Lo seguía un gran gentío del pueblo y de mujeres que se daban golpes y lanzaban lamentos por él. Jesús se volvió hacia ellas y les dijo:

+ Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad por vosotras y por vuestros hijos, porque mirad que llegará el día en que dirán: “Dichosas las estériles y los vientres que no han dado a luz y los pechos que no han criado”. Entonces empezarán a decirles a los montes: “desplomaos sobre nosotros” y a las colinas: “sepultadnos”; porque si así tratan al leño verde, ¿qué pasará con el seco?

C. Conducían también a otros dos malhechores para ajusticiarlos con él.

Y cuando llegaron al lugar llamado “La Calavera”, lo crucificaron allí, a él y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda. Jesús decía:

+ Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen.

C. Y se repartieron sus ropas echándolas a suerte.

El pueblo estaba mirando, las autoridades le hacían muecas diciendo:

S. A otros ha salvado, que se salve a sí mismo; si él es el Mesías de Dios, el Elegido.

C. Se burlaban también de él los soldados, ofreciéndole vinagre y diciendo:

S. Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo.

C. Había encima un letrero en escritura griega, latina y hebrea: ESTE ES EL REY DE LOS JUDIOS.

C. Era ya eso de mediodía y vinieron las tinieblas sobre toda la región, hasta la media tarde, porque se oscureció el sol. El velo del templo se rasgó por medio. Y Jesús, clamando con voz potente, dijo:

+ Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu.

C. Y dicho esto, expiró.

El centurión al ver lo que pasaba, daba gloria a Dios diciendo:

S. Realmente, este hombre era justo.

C. Toda la muchedumbre que había acudido a este espectáculo, habiendo visto lo que ocurría, se volvían dándose golpes de pecho. Todos sus conocidos se mantenían a distancia, y lo mismo las mujeres que lo habían seguido desde Galilea y que estaban mirando.

Un hombre llamado José, que era senador, hombre bueno y honrado (que no había votado a favor de la decisión y del crimen de ellos), que era natural de Arimatea y que aguardaba el Reino de Dios, acudió a Pilato a pedirle el cuerpo de Jesús. Y bajándolo, lo envolvió en una sábana y lo colocó en un sepulcro excavado en la roca, donde no habían puesto a nadie todavía. Era el día de la Preparación y rayaba el sábado. Las mujeres que lo habían acompañado desde Galilea fueron detrás a examinar el sepulcro y cómo colocaban su cuerpo. A la vuelta prepararon aromas y ungüentos. Y el sábado guardaron reposo, conforme al mandamiento.

HOMILÍA

“Y estaba todavía hablando cuando cantó un gallo. El Señor, volviéndose le echó una mirada a Pedro, y Pedro se acordó de la palabra que el Señor le había dicho: “Antes de que cante hoy el gallo, me negarás tres veces”. Y, saliendo afuera, lloró amargamente.”

Yo he tenido unas relaciones bastante buenas con el Señor. Le pedía cosas, conversaba con El, cantaba sus alabanzas, le daba gracias... Pero siempre tuve la incómoda sensación de que El deseaba que le mirara a los ojos..., cosa que yo no hacía. Yo le hablaba, pero desviaba la mirada cuando sentía que El me estaba mirando. Yo miraba siempre a otra parte. Y sabía por qué: tenía miedo. Pensaba que en sus ojos iba a encontrar una mirada de reproche por algún pecado del que no me hubiera arrepentido. Pensaba que en sus ojos iba a descubrir una exigencia; que había algo que El deseaba de mí. Al fin, un día, reuní el suficiente valor y miré. No había en sus ojos reproche ni exigencia. Sus ojos se limitaban a decir: «Te quiero». Me quedé mirando fijamente durante largo tiempo. Y allí seguía el mismo mensaje: «Te quiero». Y, al igual que Pedro, salí fuera y lloré”.

Esta reflexión de Anthony de Mello nos enmarca el gran misterio que hoy la Iglesia celebra: la invitación que Dios nos hace a entrar en su misterio.

En este Domingo de Ramos el Señor nos invita a seguir sus pasos, a entrar con él en Jerusalén y a vivir cada uno de los momentos de su pasión, pero no de una forma imaginaria, sino de una forma real. Hacer nuestra la pasión de Cristo cada día, a saber llevar nuestra cruz detrás de sus pasos, a saber que el sufrimiento y el dolor son parte de nosotros, pero sobre todo, a saber que esta vida no es para quedarse en esa Pasión, sino para dar un paso hacia la felicidad, hacia la vida, hacia la resurrección.

Aceptemos la invitación que hoy Jesús nos hace, vivamos con intensidad estos días, para poder hacerlos realidad durante todo el año.

FELIZ DOMINGO DE RAMOS Y SANTA SEMANA PARA TODOS. QUE DIOS OS BENDIGA.

domingo, 3 de abril de 2022

DOMINGO QUINTO DE CUARESMA

 LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN 8, 1- 11

En aquel tiempo, Jesús se retiró al Monte de los Olivos. Al amanecer se presentó de nuevo en el templo y todo el pueblo acudía a él, y, sentándose, les enseñaba.

Los letrados y los fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio y colocándola en medio, le dijeron:

-- Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos manda apedrear a las adulteras: tú, ¿qué dices?

Le preguntaban esto para comprometerlo, y poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo. Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo:

-- El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra.

E inclinándose otra vez, siguió escribiendo. Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos, hasta el último. Y se quedó solo Jesús y la mujer en medio de pie.

Jesús se incorporó y le preguntó:

-- Mujer, ¿dónde están tus acusadores? ¿Ninguno te ha condenado?

Ella le contestó

-- Ninguno, Señor.

Jesús dijo:

-- Tampoco yo te condeno. Anda y adelante no peques más.

 

HOMILÍA

"Iba un difunto camino del cielo, donde esperaba encontrarse con Dios para su juicio. Se acercó a la entrada: las puertas estaban abiertas de par en par y nadie vigilaba. Se animó y cruzó la puerta. ¡Estaba dentro del cielo! De sala en sala se fue internando en el cielo, hasta que llegó a lo que tendría que ser la oficina de Dios; en su centro vio, sobre un escritorio, las gafas de Dios. No pudo resistir la tentación de echar una mirada a la Tierra con esas gafas. Con ellas se veía la realidad profunda de todo y de todos: lo profundo de las intenciones de los políticos, las auténticas razones de los economistas, las tentaciones de los hombres de Iglesia, los sufrimientos de las dos terceras partes de la humanidad. . .

Entonces se le ocurrió localizar a su socio de la financiera donde trabajaba; lo logró; en ese instante su colega estafaba a una pobre mujer viuda con un crédito bochornoso que terminaría de hundirla en la miseria para siempre. Al ver la injusticia que su socio iba a realizar, tuvo un profundo deseo de justicia. Buscó bajo la mesa el banquito de Dios y lo lanzó a la Tierra. El banquito le pegó un gran golpe a su socio, tumbándolo allí mismo.

En ese momento Dios llegaba a su despacho. Nuestro amigo se sobresaltó; Dios le llamó, pero no estaba irritado. Simplemente le preguntó qué estaba haciendo. El pobre trató de explicar que había entrado en la gloria porque estaba la puerta abierta; él quería pedir permiso; pero no sabía a quién...

-No, no -le dijo Dios-, no te pregunto eso. Lo que te pregunto es lo que hiciste con mi banquito.

Animado, le contó que había entrado en su despacho, había visto el escritorio y las gafas, y no había resistido la tentación de echar una miradita al mundo. Que le pedía perdón por el atrevimiento.

-No, no -volvió a decirle Dios. Todo eso está muy bien. No hay nada que perdonar. Mi deseo profundo es que todos los hombres fueran capaces de ver el mundo como yo lo veo. En eso no hay pecado. Pero hiciste algo más. ¿Qué pasó con mi banquito donde apoyo los pies?

Animado del todo, le contó a Dios que había estado observando a su socio justamente cuando cometía una tremenda injusticia, y que sin pensar en nada había tomado el banquito y se lo había arrojado a la espalda.

-¡Ah, no! -volvió a decirle Dios-. Ahí te equivocas. No te diste cuenta de que, si bien te habías puesto mis gafas, te faltaba tener mi corazón. Imagínate que si yo cada vez que veo una injusticia en la Tierra me decidiera a tirarles un banquito, no alcanzarían los carpinteros de todo el universo para abastecerme de proyectiles. No, hijo mío. No. Hay que tener mucho cuidado con ponerse mis gafas, si no se está bien seguro de tener también mi corazón. Solo tiene derecho a juzgar el que tiene el poder de salvar".

Muchas veces se nos olvida, que las piedras, o los banquitos de madera, no pueden quitar el pecado y el mal. Solamente el amor es el que puede vencer al pecado.

Eso es precisamente lo que Jesús nos quería mostrar cuando perdonó a la mujer acusada. Y eso es precisamente lo que nosotros debemos practicar en este tiempo de cuaresma y durante toda nuestra vida. Que la mejor manera de mirar a los demás es con la misericordia con la que Dios nos mira a nosotros. Que la mejor forma de quitar nuestras faltas es amar y perdonar como Dios nos ama y nos perdona.

FELIZ DOMINGO Y QUE DIOS OS BENDIGA.