LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS 17, 11-19
Yendo Jesús camino de Jerusalén, pasaba entre Samaria y
Galilea. Cuando iba a entrar en un pueblo, vinieron a su encuentro diez
leprosos, que se pararon a lo lejos y a gritos le decían:
-- Jesús, maestro, ten compasión de nosotros.
Al verlos, les dijo:
-- Id a presentaros a los sacerdotes.
Y, mientras iban de camino, quedaron limpios. Uno de ellos,
viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos y se echó
por tierra a los pies de Jesús, dándole gracias. Éste era un samaritano. Jesús
tomó la palabra y dijo:
-- ¿No han quedado limpios los diez?; los otros nueve,
¿dónde están? ¿No ha vuelto más que este extranjero para dar gloria a Dios?
Y le dijo:
-- Levántate, vete; tu fe te ha salvado
HOMILÍA
Era un matrimonio pobre. Ella hilaba a la puerta de su
choza, pensando en su marido. Todo el que pasaba se quedaba prendado de la
belleza de su cabello, negro, largo, como hebras brillantes salidas de su
rueca. Él iba cada día al mercado a vender algunas frutas. A la sombra de un
árbol se sentaba a esperar, sujetando entre los dientes una pipa vacía. No
llegaba el dinero para comprar un pellizco de tabaco.
Se acercaba el día del aniversario de la boda y ella no
cesaba de preguntarse qué podía regalar a su marido. Y además ¿con que dinero?
Una idea cruzó su mente. Sintió un escalofrío al pensarlo,
pero al decidirse todo su cuerpo se estremeció de gozo: vendería su pelo para
comprarle tabaco.
Ya imaginaba a su hombre en la plaza, sentado ante sus frutas,
dando largas bocanadas a su pipa: aromas de incienso y de jazmín darían al
dueño del puestecillo la solemnidad y prestigio de un verdadero comerciante.
Sólo obtuvo por su pelo unas monedas, pero eligió con
cuidado el más fino estuche de tabaco. El perfume de las hojas arrugadas
compensaba largamente el sacrificio de su pelo.
Al llegar la tarde regresó el marido. Venía cantando por el
camino. Traía en su mano un pequeño envoltorio: eran unos peines para su mujer,
que acababa de comprar, tras vender la pipa.
La escena que hoy nos cuenta el Evangelio nos habla del
agradecimiento, pero sobre todo nos quiere hacer caer en la cuenta de lo que
verdaderamente valoramos en nuestra vida.
Todos los leprosos, cuando estaban curados, debía ir a
presentarse en el templo para poder ser restaurados como ciudadanos y para
poder volver a tener una vida normal. Los nueve que no volvieron a dar las
gracias a Jesús, estaban más preocupados de volver a tener una vida normal que
de aquel que les había sanado.
El samaritano por el contrario solamente quería devolver un
poco del amor y de la gracia que había recibido. Renuncia a ser considerado un
ciudadano normal por algo que para él tiene mucha más importancia.
En nuestras vidas nos ocurre muchas veces eso. Dios está
continuamente actuando en ella, pero andamos tan preocupados por las cosas de
nuestro mundo y por nuestra propia vida, que se nos olvida reconocerlo presente
en nosotros y agradecerle todo lo que hace cada día por nosotros. Y ese
agradecimiento, sólo se puede hacer, renunciando a nuestros propios gustos y
poniéndonos a su servicio.
Que nunca se nos olvide, que lo verdaderamente importante es
Dios, y que por Él podemos renunciar a muchas cosas, que al final no nos darán
la felicidad.
FELIZ DOMINGO Y QUE DIOS OS BENDIGA.
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