LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO 5, 1- 12a
EN aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió al monte, se
sentó y se acercaron sus discípulos; y, abriendo su boca, les enseñaba
diciendo:
«Bienaventurados los pobres en el espíritu, porque de ellos
es el reino de los cielos.
Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la
tierra.
Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán
consolados.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia,
porque ellos quedarán saciados.
Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán
misericordia.
Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a
Dios.
Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos
serán llamados hijos de Dios.
Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia,
porque de ellos es el reino de los cielos.
Bienaventurados vosotros cuando os insulten y os persigan y
os calumnien de cualquier modo por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque
vuestra recompensa será grande en el cielo».
HOMILÍA
En cierta ocasión, se reunieron todos los Dioses y
decidieron crear al hombre y la mujer, y planearon hacerlo a su imagen y semejanza.
Entonces uno de ellos dijo:
- “Esperen, si los vamos a hacer a nuestra imagen y
semejanza, van a tener un cuerpo igual al nuestro, fuerza e inteligencia igual
a la nuestra… debemos pensar en algo que los diferencie de nosotros, ya que, de
no ser así, estaremos creando nuevos dioses. Debemos quitarles algo, pero… ¿qué
les quitamos?”
Después de mucho pensar otro dijo:
- “¡Ya sé, vamos a quitarles la felicidad!... pero el
problema va a ser dónde esconderla para que no la encuentren jamás”.
Propuso el primero:
- “Vamos a esconderla en la cima del monte más alto del
mundo”, a lo que inmediatamente repuso otro:
- “No, recuerda que les dimos fuerza, alguna vez alguien
puede subir y encontrarla, y si la encuentra uno, ya todos sabrán donde está”.
Luego propuso otro:
- “Entonces vamos a esconderla en el fondo del mar”, y otro
contestó:
- “No, recuerda que les dimos inteligencia, alguna vez
alguien va construir una esquina por la que pueda entrar y bajar y entonces la
encontrarán”.
Uno más dijo:
- “Escondámosla en un planeta lejano a la Tierra”. Y le
dijeron:
- “No, recuerda que les dimos inteligencia, y un día alguien
va construir una nave en la que pueda viajar a otros planetas y la va a
descubrir, y entonces todos tendrán felicidad y serán iguales a nosotros”.
El último de ellos, que era un Dios que había permanecido en
silencio, escuchando atentamente cada una de las propuestas de los demás
dioses, analizó en silencio cada una de ellas y entonces rompió el silencio y
dijo:
- “Creo saber dónde ponerla para que realmente nunca la
encuentren”
Todos voltearon asombrados y preguntaron al unísono:
- “¿Dónde?”
- “La esconderemos dentro de ellos mismos… estarán tan
ocupados buscándola fuera, que nunca la encontrarán”.
Todos estuvieron de acuerdo, y desde entonces ha sido así:
el hombre se pasa la vida buscando la felicidad sin saber que la trae
consigo...
Hoy el Señor nos deja en esta bellísima página del Evangelio
un mapa para llegar a esa felicidad. Las bienaventuranzas no son una forma de
fastidiarnos la vida, sino todo lo contrario, son el camino para mirar dentro
de nosotros, para mirar al corazón del otro y así poder encontrar la alegría
del amor, de la entrega, del perdón.
Las bienaventuranzas son la mejor forma de encontrarnos con
nuestro verdadero yo, pero sobre todo con el verdadero tu, para poder desde la
pobreza de espíritu, desde la mansedumbre, desde la misericordia, desde el
hambre de justicia, encontrarnos con los que nos necesitan y con los que
necesitan nuestra felicidad, nuestra alegría.
Nunca nos cansemos de vivir las bienaventuranzas, ellas nos
llevan a la felicidad y así nosotros llevamos la felicidad al corazón de los
demás.
FELIZ DOMINGO Y QUE DIOS OS BENDIGA.
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