LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN 1 29- 34
En aquel tiempo; al
ver Juan a Jesús que venía hacia él, exclamó:
--Éste es el Cordero
de Dios, que quita el pecado del mundo. Éste es aquél de quien yo dije:
"Tras de mí viene un hombre que está por delante de mí, porque existía
antes que yo." Yo no lo conocía, pero he salido a bautizar con agua, para
que sea manifestado a Israel.
Y Juan dio
testimonio diciendo:
--He contemplado al
Espíritu que bajaba del cielo como una paloma, y se posó sobre él. Yo no lo
conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: "Aquél sobre
quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre él, ése es el que ha de bautizar
con Espíritu Santo." Y yo lo he visto, y he dado testimonio de que éste es
el Hijo de Dios.
HOMILÍA
Dos hombres, ambos enfermos de gravedad, compartían el mismo
cuarto del hospital. A uno de ellos se le permitía sentarse durante
una hora en la tarde, para drenar el líquido de sus pulmones. Su cama
estaba al lado de la única ventana de la habitación. El otro tenía que
permanecer acostado de espaldas todo el tiempo.
Conversaban incesantemente todo el día y siempre hablaban de sus esposas y
familias, sus hogares, empleos, experiencias durante sus servicios
militares y sitios visitados durante sus vacaciones. Todas las tardes el
paciente ubicado al lado de la ventana se pasaba el tiempo relatándole a
su compañero de cuarto lo que veía. Con el tiempo, el compañero acostado
de espaldas --que no podía asomarse a la ventana-- se desvivía por esos
períodos de una hora durante los que se deleitaba con los relatos de las
actividades y colores del mundo exterior.
La ventana, según su compañero, daba a un parque con un bello lago.
Los patos y cisnes se deslizaban por el agua mientras los niños jugaban
con sus botecitos a la orilla. Los enamorados se paseaban tomados de la
mano entre las flores multicolores, en un paisaje con árboles majestuosos.
En la distancia se divisaba una bella vista de la ciudad.
A medida que el paciente cerca de la ventana describía todo esto con detalles exquisitos,
su compañero cerraba los ojos e imaginaba un cuadro pintoresco. Una tarde le
describió un desfile que pasaba por el hospital y aunque él no pudo escuchar la
banda, lo pudo ver a través del ojo de la mente mientras su compañero se lo
describía.
Pasaron los días y las semanas y una mañana, la enfermera al entrar para el
aseo matutino, encontró el cuerpo sin vida del paciente cuya cama
estaba cerca de la ventana. Parecía haber expirado tranquilamente, durante
su sueño. Con mucha tristeza, avisó para que trasladaran el cuerpo. Al día
siguiente, el otro paciente pidió que lo trasladaran cerca de la ventana.
A la
enfermera le agradó hacer el cambio y luego de asegurarse de que
estaba cómodo, lo dejó solo. Con mucho esfuerzo y dolor, se apoyó de un
codo para poder mirar al mundo exterior por primera vez. Finalmente tendría la
alegría de verlo por sí mismo. Se esforzó para asomarse a la ventana y lo que
vio fue la pared del edificio de al lado.
Confundido y entristecido, le preguntó a la enfermera qué sería lo que animó a
su difunto compañero de cuarto a describir tantas cosas maravillosas que dijo
haber visto a través de la ventana. La enfermera le respondió que el señor era
ciego y no podía ver ni la pared
de enfrente. "Quizás solamente deseaba animarlo a usted", dijo.
Nuestra actitud en la vida, y es lo que Juan nos expresa hoy
en el Evangelio, debe ser anunciar aquello que hemos vivido, de lo que nos
hemos llenado. Trasmitir las maravillas que Dios hace con nosotros, transmitir
el amor que nos tiene, el perdón que nos concede.
Los cristianos debemos dar testimonio de nuestra fe, al
igual que Juan dio testimonio de Jesús, no porque sea una obligación, sino
porque no podemos guardarnos para nosotros solos todo lo que Dios hace con
nosotros y todo lo que experimentamos.
Por eso seamos luz para los demás y descubrámosles ese mundo
maravilloso que hay en frente nuestra, un mundo lleno de luz, de amor, der
vida. Un mundo lleno de Dios.
FELIZ DOMINGO Y QUE DIOS OS BENDIGA
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