LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS 21, 25-38.34-36
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y
en la tierra angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y el
oleaje, desfalleciendo los hombres por el miedo y la ansiedad ante lo que se le
viene encima al mundo, pues las potencias del cielo serán sacudidas.
Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube,
con gran poder y gloria.
Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza;
se acerca vuestra liberación.
Tened cuidado de vosotros, no sea que se emboten
vuestros corazones con juergas, borracheras y las inquietudes de la vida, y se
os eche encima de repente aquel día; porque caerá como un lazo sobre todos los
habitantes de la tierra.
Estad, pues, despiertos en todo tiempo, pidiendo que
podáis escapar de todo lo que está por suceder y manteneros en pie ante el Hijo
del hombre».
HOMILIA
Comenzamos el tiempo de adviento, tiempo de preparar la
venida de nuestro Señor, ese momento en que cielo y tierra se unieron para que
Dios se hiciera uno de los nuestros. Jesús nos anima un domingo más a estar a
la espera, “levantaos alzad la cabeza”.
Ruth fue a su buzón de correo y sólo había una carta. Ella
la tomó y la miró antes de abrirla, y notó que no tenía nombre y dirección.
Ella leyó: “Querida Ruth: Voy a estar en tu barrio el sábado en la tarde y quisiera
verte. Te quiere siempre, Jesús" Sus manos temblaban mientras colocaba la
carta en la mesa. -¿Por qué Dios querrá visitarme si no soy nadie especial?.
También recordó que no tenía nada que ofrecerle. Pensando en eso, ella recordó
su bodega vacía. -"Oh, no tengo nada que ofrecerle. Tengo que ir al
supermercado y comprar algo para la cena". Ella tomó su cartera que
contenía 7 euros. -"Bueno, puedo comprar pan y embutidos por lo
menos". Se puso el abrigo y corrió a la puerta. Compró un poco del mejor
pan, 300 gramos de jamón de pavo y una caja de leche, lo que la dejó con tan
solo cincuenta céntimos hasta el lunes. Se sentía bien a medida que se acercaba
a su casa con su humilde compra bajo el brazo. -"Señorita, por favor,
¿puede ayudarnos?”. Ruth había estado tan sumergida en sus planes para la cena
que no había notado dos figuras acurrucadas en la vereda. Un hombre y una
mujer, ambos vestidos de andrajos. -"Mire señorita, no tengo trabajo y mi
esposa y yo hemos estado viviendo en las calles, nos estamos congelando y
tenemos mucha hambre y si usted nos pudiera ayudar se lo agradeceríamos
mucho". Ruth los miró. Ellos estaban sucios y malolientes y pensó que si
ellos en verdad quisieran trabajar ya habrían conseguido algo. -"Señor, me
gustaría ayudarlos, pero soy pobre también. Todo lo que tengo es un poco de pan
y jamón, y tendré un invitado especial a cenar esta noche y pensaba darle esto
de comer."."Está bien, comprendo. Gracias de todas maneras”. El
hombre puso su brazo sobre los hombros de la mujer y se fueron rumbo al
callejón. Ella los miraba alejarse y sintió mucho dolor en su corazón.
"Señor, espere". La pareja se detuvo, mientras ella corría hasta
ellos. "¿Por qué no toman esta comida?, puedo servirle otra cosa a mi
invitado" dijo ella mientras les entregaba la bolsa del supermercado. -
"Gracias. Muchas gracias señorita”. - "Sí, gracias", le dijo la
mujer y Ruth pudo ver que estaba temblando de frío. "Sabe, tengo otro
abrigo en casa, tome éste", le dijo mientras se lo ponía sobre los
hombros. Ella regresó a casa sonriendo y sin su abrigo ni comida que ofrecer a
su invitado. Se estaba desanimando a medida que se acercaba a la puerta de su
casa, pensando que no tenia nada que ofrecer al Señor. Cuando metió la llave en
la cerradura vio otro sobre en su buzón. "Qué raro. Usualmente, el cartero
no viene dos veces el mismo día". Ella cogió el sobre y lo abrió: “
Querida Ruth: fue muy agradable verte de nuevo. Gracias por la comida y gracias
también por el hermoso abrigo. Te quiere siempre, Jesús”.
Levantaos, alzad la cabeza y mirad a la gente que os rodea,
es allí donde el Señor quiere venir un año más, un día más.
Levantaos, salid de vuestras casas y mirad que en medio de
vosotros estoy yo, esperando una sonrisa, un abrazo, un gesto de cariño.
Levantaos y preparad cada venida de aquel que nos ama y
quiere que nosotros hagamos lo mismo.
FELIZ ADVIENTO, FELIZ DOMINGO Y QUE DIOS OS BENDIGA.
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