LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MARCOS 12, 38-44
En aquel tiempo enseñaba Jesús a la multitud y les decía:
-- ¡Cuidado con los letrados! Les encanta pasearse con
amplio ropaje y que les hagan reverencias en la plaza, buscan los asientos de honor
en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; y devoran los bienes
de las viudas con pretexto de largos rezos. Esos recibirán una sentencia más
rigurosa.
Estando Jesús sentado enfrente del cepillo del templo,
observaba a la gente que iba echando dinero: muchos ricos echaban en cantidad;
se acercó una viuda pobre y echó dos reales. Llamando a sus discípulos les
dijo:
-- Os aseguro que esa pobre viuda ha echado en el cepillo
más que nadie. Porque los demás han echado de lo que les sobra, pero ésta, que
pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir.
HOMILÍA
Ocurrió en un restaurante de autoservicio de Suiza. Una
señora de unos 75 años coge un tazón y le pide al camarero que se lo llene de
caldo. A continuación se sienta en una de las mesas del local. Apenas sentada
se da cuenta que ha olvidado el pan. Se levanta, se dirige a coger un pan para
comerlo con el caldo y vuelve a su sitio. ¡Sorpresa! Delante del tazón de caldo
se encuentra, sin inmutarse, un hombre de color. Un negro comiendo
tranquilamente.
"¡Esto es el colmo, – piensa la señora –, pero no me
dejaré robar!" Dicho y hecho. Se sienta al lado del negro, parte el pan en
pedazos, los mete en el tazón que está delante del negro y coloca la cuchara en
el recipiente. El negro, complaciente, sonríe. Toman una cucharada cada uno
hasta terminar la sopa, todo ello en silencio. Terminada la sopa, el hombre de
color se levanta, se acerca a la barra y vuelve poco después con un abundante
plato de espagueti y... dos tenedores. Comen los dos del mismo plato, en
silencio, turnándose. Al final se despiden. "¡Hasta la vista!", dice
el hombre, reflejando una sonrisa en sus ojos. Parece satisfecho por haber
realizado una buena acción. "¡Hasta la vista!", responde la mujer,
mientras ve que el hombre se aleja.
La mujer le sigue con una mirada reflexiva. "¡Qué
situación más rara! El hombre no se inmutó". Una vez vencido su estupor,
busca con su mano el bolso que había colgado en el respaldo de la silla. Pero,
¡sorpresa!, el bolso ha desaparecido. Entonces... aquel negro... Iba a gritar
"¡Al ladrón!" cuando, al mirar hacia atrás, para pedir ayuda, ve su
bolso colgado de una silla, dos mesas más allá de donde estaba ella. Y, sobre
la mesa, una bandeja con un tazón de caldo ya frío...
Compartir, es quizá la palabra que hoy resume el Evangelio.
Compartir lo que uno tiene, como el hombre de la historia, que comparte sin
importarle el que, el cómo, el donde o el quién.
Compartir, fue lo que hizo la viuda del Evangelio, sabiendo
que era todo lo que tenía para vivir, y compartir es lo que hizo Jesucristo,
que os entregó su vida, y que nos entrega su cuerpo en cada Eucaristía.
Compartir, es lo propio de los cristianos, pero nunca de lo
que nos sobra. Compartir aquello que tenemos y que necesitamos, o lo que es lo mismo,
compartir nuestra propia vida. Dar dinero resulta sencillo, aunque no tengamos
mucho, y sin embargo lo que el Señor quiere es que demos aquello que llevamos
en el corazón, como es nuestro tiempo, nuestro cariño, nuestro perdón, nuestro
amor…
Cristo dio su vida por nosotros, porque era todo lo que
tenía. Que nosotros seamos capaces de hacer lo mismo. Entregar nuestra vida por
Él y por los demás.
FELIZ DOMINGO Y QUE DIOS OS BENDIGA.
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