LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN 20, 19-23
Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana,
estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los
judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
-- Paz a vosotros
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los
discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
-- Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también
os envío yo.
Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:
-- Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los
pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan
retenidos.
HOMILÍA
Hoy hace cincuenta días que estábamos celebrando la
resurrección del Señor. Durante este tiempo de Pascua, hemos estado celebrando
que Cristo venció a la muerte y que nos dio una nueva oportunidad para poder
hacer nosotros lo mismo.
Hoy, domingo de Pentecostés, celebramos que la Iglesia
comienza a caminar sola, o más bien acompañada por un defensor, por una fuerza
increíble, la del Espíritu Santo.
Hace un tiempo me contaban una anécdota que le pasó a un
sacerdote. Estaba conversando con el dueño de una fábrica de jabones, y éste le
decía que no creía que el Espíritu Santo sirviera para nada, porque él veía a
muchos cristianos, bautizados, con el Espíritu Santo y que eran muy malas
personas. Ante esto el sacerdote le repuso, “entonces yo creo que su jabón
tampoco sirve para nada, ya que veo a muchas personas que van muy sucias”. El
hombre le contestó: “eso no es problema del jabón, sino de que no lo usan”,
“pues lo mismo pasa con el Espíritu Santo”, repuso el sacerdote, “si no dejan
que actúe en ellos no puede hacer nada.
Efectivamente, esa es la fiesta que celebramos hoy, una
fiesta en la que se nos recuerda que recibimos un día el Espíritu Santo, en
nuestro bautismo, en nuestra confirmación, pero que si no dejamos que él actúe
en nosotros, no servirá de nada.
Nosotros creemos en un Dios Todopoderoso, pero a la vez en
un Dios que cree en la libertad de cada uno para aceptarlo o no. No impone, no
lo hace a la fuerza. Por eso hoy nos vuelve a recordar que está con nosotros,
esperando que le dejemos actuar en nuestras vidas, que no tiene prisa, y sí una
paciencia infinita. Que siempre estará con los brazos abiertos esperando a que dejemos
que entre en nuestras vidas, que transforme nuestro ser.
Que el Espíritu Santo entre en nuestros corazones, que nos
dé su fuerza, pero sobre todo que nos dé luz para dejarnos guiar por él por los
caminos del amor. Un amor infinito que Dios nos tiene y que nosotros debemos
tener por los demás.
FELIZ DOMINGO Y QUE DIOS OS BENDIGA.
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