LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN 3, 16-18
Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que
no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque
Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se
salve por él. El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está
juzgado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios.
HOMILÍA
Había una vez tres sabios. Y eran muy sabios. Aunque los
tres eran ciegos. Como no podían ver, se habían acostumbrado a conocer las
cosas con sólo tocarlas. Usaban sus manos para darse cuenta del tamaño, de la
calidad y de la calidez de cuanto se ponía a su alcance.
Sucedió que un circo llegó al pueblo donde vivían los tres
sabios que eran ciegos. Entre las cosas maravillosas que llegaron con el circo,
venía un gran elefante blanco. Y era tan extraordinario este animal que toda la
gente no hacía más que hablar de él.
Los tres sabios que eran ciegos quisieron también ellos
conocer al elefante. Se hicieron conducir hasta el lugar donde estaba y
pidieron permiso para poder tocarlo. Como el animal era muy manso, no hubo
ningún inconveniente para que lo hicieran.
El primero de los tres estiró sus manos y tocó a la bestia
en la cabeza. Sintió bajo sus dedos las enormes orejas y luego los dos
tremendos colmillos de marfil que sobresalían de la pequeña boca. Quedó tan
admirado de lo que había conocido que inmediatamente fue a contarles a los
otros dos lo que había aprendido. Les dijo:
- El elefante es como un tronco, cubierto a ambos lados por
dos frazadas, y del cual salen dos grandes lanzas frías y duras.
Pero resulta que cuando le tocó el turno al segundo sabio,
sus manos tocaron al animal en la panza. Trataron de rodear su cuerpo, pero
éste era tan alto que no alcanzaba a abarcarlo con los dos brazos abiertos.
Luego de mucho palpar, decidió también él contar lo que había aprendido. Les
dijo:
- El elefante se parece a un tambor colocado sobre cuatro
gruesas patas, y está forrado de cuero con pelo para afuera.
Entonces fue el tercer sabio, y agarró el animal justo por
la cola. se colgó de ella y comenzó a hamacarse como hacen los chicos con una
soga. Como esto le gustaba a la bestia, estuvo largo rato divirtiéndose en
medio de la risa de todos. Cuando dejó el juego, comentaba lo que sabía.
También él dijo:
- Yo sé muy bien lo que es un elefante. Es una cuerda fuerte
y gruesa, que tiene un pincel en la punta. Sirve para hamacarse.
Resulta que cuando volvieron a casa y comenzaron a charlar
entre ellos lo que habían descubierto sobre el elefante no se podían poner de
acuerdo. Cada uno estaba plenamente seguro de lo que conocía. Y además tenía la
certeza de que sólo había un elefante y de que los tres estaban hablando de lo
mismo, pero lo que decían parecía imposible de concordar. Tanto charlaron y
discutieron que casi se pelearon.
Pero al fin de cuentas, como eran los tres muy sabios,
decidieron hacerse ayudar, y fueron a preguntar a otro sabio que había tenido
la oportunidad de ver al elefante con sus propios ojos. Y entonces descubrieron
que cada uno de ellos tenía razón. Una parte de la razón. Pero que conocían del
elefante solamente la parte que habían tocado.
Hoy celebramos el día de la Santísima Trinidad. Celebramos a
ese Dios que es uno y que es Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Podríamos intentar explicarlo, como lo han intentado los
grandes sabios de la Iglesia a lo largo de muchos años, pero terminaríamos por
descubrir que es imposible explicarlo, ya que este gran misterio sólo se puede
experimentar, sólo se puede sentir.
De nosotros depende que este Dios misterioso, sea para
nosotros tan cercano y accesible como Cristo quiso hacérnoslo ver, ya que si
somos capaces de sentirlo en nosotros, y de no conformarnos con pequeñas partes
de él, llegaremos al conocimiento pleno de Dios.
Que no nos ocurra como a los sabios ciegos, que se quedaron
en sólo una parte del elefante. Que nos preocupemos de conocer plenamente a ese
Dios que es amor porque lo creó todo para nosotros (Padre), porque murió para
darnos vida (Hijo) y que sigue presente en nuestro mundo para animarnos y
darnos la fortaleza necesaria (Espíritu Santo).
FELIZ DOMINGO Y FELIZ SEMANA. QUE DIOS PADRE, HIJO Y
ESPÍRITU SANTO OS BENDIGA.
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