LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN 20, 19-23
Al anochecer de
aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con
las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en
medio y les dijo:
--Paz a vosotros
Y, diciendo esto,
les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al
ver al Señor. Jesús repitió:
-- Paz a vosotros.
Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.
Y, dicho esto,
exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:
-- Recibid el
Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a
quienes se los retengáis, les quedan retenidos.
HOMILÍA
Cuando el Señor ascendió a los cielos les hizo una promesa a
sus apóstoles: que les enviaría el Espíritu Santo para que estuviera con ellos
y los ayudase.
Desde que el Espíritu bajó sobre los apóstoles ha seguido
ayudando a la Iglesia a seguir adelante y sobre todo ha seguido siendo el que
infunde el valor y la alegría en la vida de cada cristiano.
Pero, ¿para qué sirve el Espíritu Santo? De las tres
personas de la Trinidad es el gran desconocido. Dios Padre es el creador de
todo, Dios Hijo es el autor de la nueva creación a través de su muerte y
resurrección, pero ¿y Dios Espíritu Santo?
Para contestar esa pregunta, nada mejor que un pequeño
cuento: “Un príncipe poseía un magnífico diamante, del que estaba muy
orgulloso. Un día, a causa de un accidente, la piedra preciosa sufrió un
tremendo arañazo.
Este hecho entristeció al príncipe, que decidió poner todo
su empeño en conseguir que el diamante volviera a ser lo que había sido.
Para ello convocó a los más hábiles especialistas, con el
fin de que la joya recuperase su estado original. Pero, a pesar de todos los
esfuerzos, no pudieron borrar ni disimular la raya,
Apareció entonces un genial lapidario. Con arte y paciencia,
talló en el diamante una magnífica rosa, y fue lo suficientemente hábil para
hacer del arañazo el tallo mismo de la rosa… de tal manera que la piedra
preciosa apareció después mucho más bella que antes.”
La tarea del Espíritu Santo, es precisamente la misma que la
del lapidario del cuanto, hacer de nuestras imperfecciones obras magníficas.
Algo que nosotros tenemos claro y que Dios también lo sabe
es que somos limitados, que no somos perfectos, pero que es en nosotros donde
él quiere realizar su obra, así que por medio del Espíritu Santo Él nos va
modelando y perfeccionando, claro está, siempre y cuando nosotros nos dejemos
modelar.
Así pues, en este domingo de Pentecostés, pidámosle al Señor
que siempre estemos dispuestos a recibir su Espíritu y sobre todo a dejarnos
modelar por Él, para que a través de nosotros el Señor pueda hacer obras
grandes.
FELIZ DOMINGO Y QUE DIOS OS BENDIGA.
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