LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS 24, 46-53
En aquel tiempo dijo
Jesús a sus discípulos:
-- Así estaba
escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en
su nombre predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los
pueblos, comenzando por Jerusalén. Y vosotros sois testigos de esto. Yo os
enviaré lo que mi Padre ha prometido; vosotros quedaos en la ciudad, hasta que
os revistáis de la fuerza de lo alto.
Después los sacó
hacia Betania, y levantando las manos los bendijo. Y mientras los bendecía, se
separó de ellos (subiendo hacia el cielo) Ellos se volvieron a Jerusalén con
gran alegría; y estaban siempre en el templo bendiciendo a Dios.
HOMILÍA
Era una soleada tarde de domingo en una ciudad apartada de
la capital del país. Un buen amigo mío salió con sus dos hijos a pasear un rato
para aprovechar la belleza del paisaje y el aire fresco de la tarde. Llegaron a
las afueras de la ciudad, donde estaba acampado un pequeño circo que ofrecía
sus funciones con mucho éxito. Mi amigo le preguntó a sus hijos si querían
disfrutar del espectáculo aquella tarde. Los niños, sin dudarlo, dieron un
brinco de alegría y se dispusieron a gozar. Mi amigo se acercó a la ventanilla
y preguntó: –¿Cuánto cuesta la entrada? – 10 Euros por usted y cinco Euros por
cada niño mayor de seis años – contestó el taquillero. – Los niños menores de
seis años no pagan. ¿Cuántos años tienen ellos? – El abogado tiene tres y el
médico siete, así que creo que son quince Euros – dijo mi amigo. – Mire señor –
dijo el hombre de la ventanilla – ¿se ganó la lotería o algo parecido? Pudo
haberse ahorrado cinco Euros. Me pudo haber dicho que el mayor tenía seis años;
yo no hubiera notado la diferencia. – Sí, puede ser verdad – replicó mi amigo –
pero los niños sí la hubieran notado.
“Vosotros sois testigo de esto”. Así terminó su predicación
Jesús entre nosotros antes de subir a los cielos. Nos dejó el encargo de ser
los portadores de su mensaje. Pero no en vidas ideales, ni en vidas distintas a
las nuestras, sino en nuestro día a día.
Para dar testimonio del Evangelio no hace falta que seamos
personas extraordinarias. Sólo hace falta que seamos cristianos y testigos en
cada momento de nuestra vida. De eso depende que los que vienen detrás de
nosotros aprendan a vivir como cristianos. No de los milagros que hagamos, sino
del ejemplo que demos en nuestro día a día.
Seamos testigos de Cristo, vivamos nuestra vida amando a los
demás y sobre todo en cada pequeño detalle dando testimonio de lo que somos y
de lo que Dios quiere de nosotros.
FELIZ DOMINGO DE LA ASCENSIÓN Y QUE DIOS OS BENDIGA.
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