LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO 10,37-42
En aquel tiempo,
dijo Jesús a sus apóstoles:
«El que quiere a su
padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que quiere a su hijo o a
su hija más que a mí no es digno de mí; y el que no carga con su cruz y me
sigue no es digno de mí.
El que encuentre su
vida la perderá, y el que pierda su vida por mí la encontrará. El que os recibe
a vosotros me recibe a mí, y el que me recibe, recibe al que me ha enviado; el
que recibe a un profeta porque es profeta, tendrá recompensa de profeta; y el
que recibe a un justo porque es justo, tendrá recompensa de justo.
El que dé a beber,
aunque no sea más que un vaso de agua fresca, a uno de estos pequeños, solo
porque es mi discípulo, en verdad os digo que no perderá su recompensa».
HOMILIA
Uno de los jóvenes buscadores que había acudido a uno de los
padres del desierto en busca de guía y de consejo, estaba particularmente
preocupado por el secreto de la perseverancia; veía que eran muchos los
llamados y pocos los que, efectivamente, se mantenían firmes hasta el final de
sus días en el camino comenzado. El Abba, como se les solía llamar a estos
Padres durante los primeros siglos de la Iglesia, le dijo al joven novicio:
Cuando un hombre sale con su jauría de perros a cazar, va
buscando un venado o una liebre entre los montes y los valles. En un momento
determinado uno de los perros reconoce con su olfato la presencia de la presa a
lo lejos. Sin perder un instante, comienza a correr y a ladrar, señalando el
rumbo a los demás perros y al cazador. Los demás perros también corren y
ladran, pero no saben, propiamente hablando, detrás de qué van... por eso,
cuando aparecen los obstáculos en el camino, los matorrales cerrados, las
quebradas profundas, las cimas infranqueables, se llenan de miedo y dejan de
correr. No tienen la culpa, porque, sencillamente, no saben a dónde van, ni qué
buscan. Pero el perro que logró olfatear la presa, no tiene inconveniente en
superar todas las dificultades que se le puedan presentar en su camino, hasta
que llega a atrapar a su presa en compañía de su Señor.
Algo parecido nos pasa en la vida a todos los cristianos. Si
no tenemos claro detrás de quién vamos, si nos enredamos haciendo relativo lo
absoluto y absoluto lo relativo, terminamos perdiendo el rumbo y olvidando para
dónde vamos y qué es lo que buscamos.
Hoy el Evangelio parece que nos propone elegir entre amar a
Dios o amar a las personas cercanas, y lo que quiere expresar es todo lo
contrario. Hoy Jesús nos habla de elegir a quien seguimos, si seguimos a las
cosas de este mundo, o si seguimos a Dios y el camino que Él nos propone. Sólo
amando a Dios, podremos amar a todo el mundo y no sólo a los más cercanos.
Porque el amor cristiano no se centra sólo en unos cuantos, sino que se centra
en Dios parar poder llegar a todos.
Que sigamos siempre a Dios en nuestro corazón, para que así nuestra
familia, nuestros amigos e incluso nuestros enemigos tengan cabida en nuestro
corazón, como en el corazón de Dios todos tenemos cabida.
FELIZ DOMINO Y QUE DIOS OS BENDIGA.