domingo, 14 de agosto de 2022

DOMINGO VEINTE DEL TIEMPO ORDINARIO

 LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS 12, 49-43

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

-- He venido a prender fuego en el mundo, ¡y ojalá estuviera ya ardiendo! Tengo que pasar por un bautismo, ¡y qué angustia hasta que se cumpla! ¿Pensáis que he venido a traer al mundo paz? No, sino división. En adelante, una familia de cinco estará dividida: tres contra dos y dos contra tres; estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra.

HOMILÍA

 Una noche se reunieron las mariposas. Trataba, anhelantes, de examinar la forma de conocer de cerca el fuego. Unas a otras se decía: “Conviene que alguien nos informe un poco sobre el tema”.

Una de ellas se fue a un castillo. Y desde fuera, a lo lejos vio la luz de una candela. A su vuelta vino contando sus impresiones, de acuerdo con lo que había podido comprender.

Pero la mariposa que presidía la reunión no quedó bastante satisfecha: “No sabes nada sobre el fuego”, dijo.

Fue otra mariposa a investigar. Esta penetró en el castillo y se acercó a la lámpara, pero manteniéndose lejos de la llama. También ella aportó su pequeño puñado de secretos, refiriendo entusiasta su encuentro con el fuego. Pero la mariposa sabia contestó: “Tampoco esto es un auténtico informe, querida. Tu relato no aporta más que los anteriores”.

Partió luego una tercera hacia el castillo. Ebria y borracha de entusiasmo se posó batiendo sus alas, sobre la pura llama. Extendió las patitas y la abrazó entusiasta, perdiéndose en ella alegremente. Envuelta totalmente por el fuego, como el fuego sus miembros se volvieron al rojo vivo.

Cuando la mariposa sabia la vio de lejos convertirse en una sola cosa con el fuego, llegando a ser del color mismo de la luz, dijo: “Sólo ésta ha logrado la meta. Sólo ella sabe ahora algo sobre el fuego”.

Sólo abrazando el fuego, quemándonos en el, podremos experimentar su fuerza, su calor. Ese fuego del amor con el que Jesús quería trasformar el mundo, es el fuego en el que nosotros los cristianos debemos introducirnos, acercarnos a él hasta que nos consuma plenamente.

Pero ese fuego no puede ser sólo para nosotros, nuestros corazones encendidos en el amor de Dios deben contagiar a otros de ese fuego, y sólo acercando nuestros corazones a los de los demás podremos hacer que ellos también se contagien de ese fuego.

Por eso no dejemos nunca de acercar nuestros corazones, para que el fuego del amor de Dios arda en todos los corazones del mundo.

FELIZ DOMINGO Y QUE DIOS OS BENDIGA.

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