LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS 12, 32-48
En aquel tiempo,
dijo Jesús a sus discípulos:
--No temas, pequeño
rebaño; porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el reino. Vended vuestros
bienes, y dad limosna; haceos talegas que no se echen a perder, y un tesoro
inagotable en el cielo, adonde no se acercan los ladrones ni roe la polilla.
Porque donde está vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón. Tened
ceñida la cintura y encendidas las lámparas: vosotros estad como los que aguardan
a que su señor vuelva de la boda, para abrirle, apenas venga y llame. Dichosos
los criados a quienes el Señor, al llegar, los encuentre en vela: os aseguro
que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y los irá sirviendo. Y si llega entre
la noche o de madrugada, y los encuentra así, dichosos ellos. Comprended que si
supiera el dueño de casa a qué hora viene el ladrón, no le dejaría abrir un
boquete. Lo mismo vosotros, estad preparados, porque a la hora que menos
penséis, viene el Hijo del Hombre.
Pedro le preguntó:
--Señor, ¿has dicho
esa parábola por nosotros o por todos?
El Señor respondió:
--¿Quién es el
administrador fiel y solicito a quien el amo ha puesto al frente de su
servidumbre para que les reparta la ración a sus horas? Dicho el criado a quien
su amo al llegar lo encuentre portándose así. Os aseguro que lo pondrá al
frente de todos sus bienes. Pero si el empleado piensa: 'Mi amo tarda en
llegar', y empieza a pegarles a los mozos y a las muchachas, a comer y beber y
emborracharse, llegará el amo de ese criado el día y a la hora que menos lo
espera y lo despedirá, condenándole a la pena de los que no son fieles. El
criado que sabe lo que su amo quiere y no está dispuesto a ponerlo por obra,
recibirá muchos azotes; el que no lo sabe, pero hace algo digno de castigo,
recibirá pocos. Al que mucho se le dio, mucho se le exigirá: al que mucho se le
confió, más se le exigirá.
HOMILÍA
“Un vagabundo de Londres se estaba acomodando para pasar la
noche. A duras penas había conseguido un pedazo de pan para comer. Entonces
llegó a un malecón, junto al río Támesis. Estaba lloviznando, y se envolvió en
su viejo abrigo. Ya iba a dormirse cuando de repente se acercó un Rolls-Royce
manejado por un conductor. Una hermosa joven descendió del automóvil y le dijo:
– Mi pobre hombre, ¿va a pasar la noche en este malecón? – Sí – le contestó el
vagabundo. – No lo permitiré – le dijo ella –. Usted se viene conmigo a mi casa
y va a pasar la noche cómodamente y a tomar una buena cena. La joven insistió
en que subiera al automóvil. Bien, salieron de Londres, y llegaron a un lugar
en donde ella tenía una gran mansión con amplios jardines. Los recibió el
mayordomo, a quien la joven le dijo: “Jaime, cerciórese de que a este hombre lo
lleven a las habitaciones de los sirvientes y lo traten bien”. Y Jaime obró
como le dijo ella. La joven se había preparado para dormir y estaba a punto de
acostarse cuando recordó a su huésped. Entonces se puso algo encima y fue hasta
las habitaciones de los sirvientes. Vio una rendija de luz en la habitación en
la que acomodaron al vagabundo. Llamó suavemente a la puerta, la cual abrió, y
encontró al hombre despierto. Le dijo: – ¿Qué sucede, buen hombre, no le dieron
una buena cena? – Nunca había comido tan bien en mi vida, señora – le contestó
el vagabundo. – ¿Está usted bien caliente? – Sí, la cama es hermosa y está
tibia. – Tal vez usted necesita compañía – le dice ella –. Córrase un poquito.
Se le acercó, y él se movió hacia un lado, y cayó directo al Támesis...
Muchas veces nosotros vivimos así. Como en un sueño,
intentando evitar ver la realidad tal y como es, por miedo a encontrarnos con
algo que nos hará daño, porque la vida está llena de cosas buenas pero también
de cosas malas.
Pero vivir evitando la realidad, lo único que consigue es
que nos perdamos el paso de Dios por nuestras vidas, que no veamos a ese Cristo
sufriente, y no podamos salir a su encuentro.
Hoy el Señor nos pide que estemos despiertos, para que no
dejemos pasar la oportunidad de verlo, de encontrarnos con él y sobre todo de
hacer que el sufrimiento nuestro y de los demás sea menos si nos empeñamos en
regalar amor, pero siempre con los ojos abiertos y despiertos, nunca soñando.
FELIZ DOMINGO Y QUE DIOS OS BENDIGA.
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