domingo, 24 de mayo de 2020

SOLEMNIDAD DE LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR


LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO 28, 16-20
En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Al verlo, ellos se postraron, pero algunos vacilaban. Acercándose a ellos, Jesús les dijo:
-- Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra. Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.
HOMILÍA
Cuando el Señor subió a los cielos, que es la fiesta que celebramos hoy, la Ascensión, sucedieron dos cosas fundamentales. La primera, que Jesucristo colocó nuestra naturaleza a la derecha del Padre, o lo que es lo mismo que nos abrió el camino para gozar de su gloria. Y segundo, que dejó el destino de este mundo en nuestras manos, unas manos frágiles, imperfectas.
Id al mundo entero y predicad el Evangelio, fue lo último que les dijo a los apóstoles, y es lo mismo que nos vuelve a decir a nosotros, día tras día. Pero la verdad es que por mucho que seamos cristianos y que queramos hacerlo, nos cuesta muchísimo llevarlo a cabo.
Seguro que cada uno de nosotros tiene una razón, o muchas, para cada día no vivir como cristiano, pero yo creo que hay una que todos compartimos. Os lo explico con un cuento: Un rey recibió como obsequio dos pichones de halcón y los entregó al maestro domador para que los entrenara. Pasados unos meses, el instructor comunicó al rey que uno de los de los halcones estaba perfectamente educado, pero que el otro no sabía lo que le sucedía: no se había movido de la rama desde el día de su llegada al palacio, a tal punto que había que llevarle el alimento hasta allí.
El rey mandó llamar curanderos y sanadores de todo tipo, pero nadie pudo hacer volar al ave. Encargó entonces la misión a miembros de la corte, pero nada sucedió. Por la ventana de sus habitaciones, el monarca podía ver que el pájaro continuaba inmóvil. Publicó por fin un edicto entre sus súbditos, y, a la mañana siguiente, vio al halcón volando ágilmente entre los jardines.
Tráiganme al autor de este milagro, dijo. Enseguida le presentaron a un campesino. ¿Tú hiciste volar al halcón? ¿Cómo lo hiciste? ¿eres mago, acaso?. Entre feliz e intimidado, el hombrecito solo explicó: "No fue difícil, su alteza, solo corté la rama. El pájaro se dio cuenta que tenía alas y se largó a volar".
Esta es la verdadera razón por la que nos cuesta tanto trabajo llevar a cabo la última recomendación del Señor, estamos tan apegados a nuestra rama, a nuestra vida, a nosotros mismos, a lo que tenemos, a la gente que nos rodea, que no somos capaces de desprendernos de muchas de ellas para poder llevar el mensaje del Evangelio. Y no me refiero a irnos de misiones, ni nada de eso, sino a ser libres para poder darnos a los demás.
Lo que ocurre, es que querer cumplir el Evangelio siempre trae complicaciones. En vez de estar pensando solo en mi y en los míos, debo pensar en los que ni siquiera conozco. En vez de perdonar y hacer un esfuerzo, es mejor olvidar a esa persona y borrarla de mi vida. En vez de amar a aquellos que no me aman, es más fácil amar a los que si me aman.
Es más fácil seguir agarrado a mi rama, que alzar el vuelo, y dejarme llevar por el viento del Espíritu que me hace llamar a Dios Padre, y a todos los que me rodean, hermanos, más aún, hermanos amados.
FELIZ DOMINGO Y QUE DIOS OS BENDIGA.

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