LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN 20, 19-23
Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana,
estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los
judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
-- Paz a vosotros
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los
discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
-- Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también
os envío yo.
Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:
-- Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los
pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan
retenidos.
HOMILÍA
En un día caluroso de verano, en el sur de Florida, un niño
decidió ir a nadar en la laguna detrás de su casa. Salió
corriendo por la puerta trasera, se tiró
al agua y nadaba feliz. No se dio cuenta de que un cocodrilo se le acercaba. Su madre, desde la casa, miraba por
la ventana y vio con horror lo que
sucedía. Enseguida corrió hacia su hijo gritándole lo más fuerte que podía. Al oírla, el niño se alarmó y comenzó
a nadar hacia su madre. Pero fue
demasiado tarde. Desde el muelle, la mamá tomó al niño por sus brazos justo cuando el caimán lo agarraba de
las piernitas. La mujer tiraba con todas
la fuerza de su corazón. El cocodrilo era más fuerte, pero la mamá era mucho más apasionada y su amor la
fortalecía. Un señor que escuchó los
gritos se apresuró hacia el lugar con un rifle y mató al cocodrilo. El niño sobrevivió y, aunque sus
piernas sufrieron bastante, incluso pudo
volver a caminar. Cuando salió del trauma, un periodista le preguntó al niño si le quería enseñar las
cicatrices de sus pies. El niño levantó
las sábanas y se las mostró. Pero entonces, con gran orgullo, se subió las mangas de su pijama y señalando
hacia las cicatrices de sus brazos, le
dijo: “Pero lo que usted debe ver son éstas”. Eran las marcas de las uñas de su madre que lo habían presionado
con tanta fuerza. “Las tengo porque mi
mamá nunca me soltó y me salvó la vida”.
La fiesta que celebramos hoy es precisamente la fiesta de
los brazos del Señor. Hoy el Señor nos vuelve a decir que no quiere dejarnos,
que no nos va a soltar jamás, que nos envía su Espíritu Santo para quedarse
para siempre con nosotros.
Hoy, en Pentecostés, la Iglesia celebra el gran amor que
Dios nos tiene, y que nos lo quiere demostrar cada día, por eso nos envía su
Espíritu Santo. Dios no se desentiende de nosotros, al contrario, nos agarra
cada día con más fuerza, a través de su Espíritu, y sólo nos pide que recibamos
con alegría ese amor, y seamos nosotros capaces de demostrárselo también a los
demás.
FELIZ PENTECOSTÉS Y QUE DIOS OS BENDIGA.
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