LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN 3, 16-18
Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que
no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque
Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se
salve por él. El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está
juzgado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios.
HOMILÍA
Cuenta San Agustín que escribiendo su libro “De Trinitate”,
tuvo un sueño: iba caminando por la playa cuando vio a un niño que estaba
echando agua en un agujero que había hecho en la arena.
San Agustín le pregunto: “¿Qué estás haciendo?”.
A lo que el niño le respondió: “Estoy intentando meter toda
el agua del mar en este agujero”.
¡Eso es imposible!. Contestó San Agustín. “Nunca lograrás
hacerlo, es una tarea que nunca se acabará”.
Y el niño respondió: Es lo mismo de imposible que intentar explicar
en un libro el misterio de la Trinidad.
Nosotros creemos en un Dios Trinidad. En un Dios que es
Padre, Hijo y Espíritu Santo. ¿Pero eso como se explica? De ninguna forma. No
hace falta explicarlo. Hace falta creerlo, pero más aún, y es lo importante de
esta fiesta, hace falta vivirlo.
Creer en el misterio de la Santísima Trinidad nos obliga a
vivir según esa fe y por tanto a hacerla vida. Nos obliga a ser como el Padre,
amando a todos sin importarnos su fe, sus ideas, o su condición social. Nos
obliga a ser como el Hijo y entregarnos por completo ante las necesidades del
otro. Y nos obliga a ser como el Espíritu Santo siempre dispuesto a ayudar
donde se nos necesite.
Y para lograr vivir esta fe necesitamos también dejarnos
amar por el Padre, siempre dispuesto a perdonarnos y a acogernos. Necesitamos
dejarnos salvar por el Hijo, que vino a este mundo a liberarnos de la
esclavitud de nosotros mismos, de nuestros egoísmos, de nuestras miserias. Y
necesitamos de la fuerza del Espíritu Santo, siempre dispuesto a animarnos en
nuestro camino y a darnos fuerzas para superar todas las dificultades.
El misterio de la Santísima Trinidad cobra sentido cuando lo
llevamos a nuestra vida, cuando lo hacemos nuestro, pero sobre todo cuando lo
damos a los demás, dándonos a nosotros mismos.
Que no nos haga falta nunca explicar en lo creemos, porque
todo aquel que vea nuestra forma de vivir pueda decir: “mira, ese es cristiano,
se le nota por sus obras que cree en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo”.
FELIZ DOMINGO Y QUE LA SANTÍSIMA TRINIDAD OS BENDIGA.
No hay comentarios:
Publicar un comentario