LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS 23, 35-43
En aquel tiempo, las autoridades hacían muecas a Jesús,
diciendo:
-- A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el
Mesías de Dios, el
Elegido.
Se burlaban de él también los soldados, ofreciéndole vinagre
y diciendo:
-- Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo.
Había encima un letrero en escritura griega, latina y
hebrea: "Éste es el rey de los judíos".
Uno de los malhechores crucificados lo insultaba, diciendo:
--¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros.
Pero el otro lo increpaba:
-- ¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en el mismo
suplicio? Y lo nuestro es justo, porque recibimos el pago de lo que hicimos; en
cambio, éste no ha faltado en nada.
Y decía:
-- Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino.
Jesús le respondió:
-- Te lo aseguro: hoy estarás conmigo en el paraíso.
HOMILIA
El mayor se llamaba Frank y tenía veinte años. Y el pequeño
era Ted y tenía dieciocho. Estaban siempre juntos y eran muy amigos desde los
primeros años del Colegio. Juntos decidieron enrolarse como voluntarios en el ejército.
Y al marchar prometieron ante sus padres que se cuidarían y apoyarían el uno al
otro. Tuvieron suerte y los dos fueron destinados al mismo cuartel y al mismo
batallón. Aquel batallón fue destinado a la guerra. Una guerra terrible entre
las arenas ardientes del desierto. Al principio y durante unas semanas Frank y
Ted se quedaron acampados en la retaguardia y protegidos de los bombardeos.
Pero una tarde llegó la orden de avanzar en el territorio enemigo. Los soldados
avanzaron durante toda la noche, amenazados por un fuego infernal. Al amanecer
el batallón se replegó en una aldea.
Pero Ted no estaba. Frank lo buscó por todas partes, entre los heridos, entre
los muertos. Al final encontró su nombre entre los desaparecidos. Se presentó
al comandante: - Vengo a solicitarle permiso para ir a buscar a mi amigo-, le
dijo. – Es demasiado peligroso-, respondió el comandante. Hemos perdido ya a tu
amigo. Te perderíamos también a ti. Afuera siguen disparando. Frank, sin
embargo, partió. Tras una hora de búsqueda angustiosa, encontró a Ted herido
mortalmente. Agonizaba. Lo cargó sobre sus hombros. Pero un cascote de metralla
lo alcanzó. Siguió arrastrándose hasta el campamento. – ¿Crees que valía la
pena arriesgarse a morir para salvar a un muerto?-, le gritó el comandante. –
Sí-, murmuró,- porque antes de morir Ted me dijo: “Frank, sabía que
vendrías”.
Una fe que espera contra toda esperanza, que cree aún en medio
del dolor y la desesperación. Esa es la fe cristiana, la fe que tiene por rey a
un hombre colgado en la cruz.
Celebramos hoy el día de Cristo Rey y clausuramos el año de
la fe, dos motivos preciosos para salir a la calle y gritar, con nuestras obras
calladas que somos cristianos, que nuestro rey es Cristo y que nuestra ley es la ley del servicio, de
la entrega, del amor.
FELIZ DOMINGO Y QUE DIOS OS BENDIGA.
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