domingo, 17 de octubre de 2021

DOMINGO XXIX DEL TIEMPO ORDIANRIO

 LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MARCOS 10, 35-45

En aquel tiempo, se acercaron a Jesús los hijos del Zebedeo,

Santiago y Juan, y le dijeron.

-- Maestro, queremos que hagas lo que te vamos a pedir.

Les preguntó:

-- ¿Qué queréis que haga por vosotros?

Contestaron:

-- Concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda.

Jesús replicó:

-- No sabéis lo que pedís, ¿sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber o de bautizaros con el bautismo que yo me voy a bautizar?

Contestaron:

-- Lo somos.

Jesús les dijo:

-- El cáliz que yo voy a beber lo beberéis, y os bautizareis con el bautismo con que yo me voy a bautizar, pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda, no me toca a mí concederlo; está ya reservado.

Los otros diez al oír aquello, se indignaron contra Santiago y Juan. Jesús reuniéndoles, les dijo:

-- Sabéis que los que son reconocidos como jefes de los pueblos los tiranizan, y que los grandes les oprimen. Vosotros nada de eso: el que quiera ser grande, sea vuestro servidor; y el que quiera ser el primero, sea esclavo de todos. Porque el Hijo del Hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos.

HOMILÍA

Cierto día, en un hospital, había a una niñita llamada Liz que sufría de una extraña enfermedad. Su única oportunidad de recuperarse, era una transfusión de sangre de su hermano de 5 años, quien había sobrevivido a la misma enfermedad y había desarrollado los anticuerpos necesarios para combatirla.

El doctor explicó la situación al hermano de la niña, y le preguntó si estaría dispuesto a darle su sangre. Dudó por un momento, antes de tomar un gran suspiro y decir:

- “Sí. Lo haré si eso salva a Liz. Le voy a dar mi sangre para que ella viva."

Mientras la transfusión se hacía, él estaba acostado en una cama al lado de la de su hermana, muy sonriente. Mientras lo asistían, y veían regresar el color a las mejillas de la niña, de pronto el pequeño se puso pálido y su sonrisa desapareció. Miró al doctor y le preguntó con voz temblorosa:

- “¿A qué hora empezaré a morir?”

El niño no había comprendido al doctor, y pensaba que tenía que darle toda su sangre a su hermana para que ella viviera, y creía que él moriría... y aún así había aceptado.

Hoy el Señor nos recuerda que ese es el camino para seguirle. Darlo todo por mi hermano, sin importar las consecuencias. Ser el esclavo, el servidor de los demás.

Así vivió Jesús, así han vivido muchos cristianos y así nos pide el Señor que vivamos nosotros, porque esa es la única forma de poder un día sentarnos a la derecha de Dios.

FELIZ DOMINGO Y QUE DIOS OS BENDIGA.

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