LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN 3, 14- 21
En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo:
-- Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto,
así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él
tenga vida eterna. Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que
no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque
Dios no mandó su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo
se salve por Él. El que cree en él no será condenado; el que no cree ya está
condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios. El juicio
consiste en esto: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la
tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra
perversamente detesta la luz y no se acerca a la luz, para no verse acusado por
sus obras. En cambio, el que realiza la verdad se acerca a la luz, para que se
vea que sus obras están hechas según Dios.
HOMILÍA
Dos hombres, ambos enfermos de gravedad, compartían el mismo
cuarto del hospital.
A uno de ellos se le permitía sentarse durante una hora en la tarde, para
drenar el líquido de sus pulmones. Su cama estaba al lado de la única ventana
de la habitación.
El otro tenía que permanecer acostado de espaldas todo el tiempo.
Conversaban incesantemente todo el día y siempre hablaban de sus esposas y
familias, sus hogares, empleos, experiencias durante sus servicios militares y
sitios visitados durante sus vacaciones.
Todas las tardes el paciente ubicado al lado de la ventana se pasaba el tiempo
relatándole a su compañero de cuarto lo que veía. Con el tiempo, el compañero
acostado de espaldas -que no podía asomarse a la ventana- se desvivía por esos
períodos de una hora durante los que se deleitaba con los relatos de las
actividades y colores del mundo exterior.
La ventana, según su compañero, daba a un parque con un bello lago. Los patos y
cisnes se deslizaban por el agua mientras los niños jugaban con sus botecitos a
la orilla. Los enamorados se paseaban tomados de la mano entre las flores
multicolores, en un paisaje con árboles majestuosos. En la distancia se
divisaba una bella vista de la ciudad.
A medida que el paciente cerca de la ventana describía todo esto con detalles
exquisitos, su compañero cerraba los ojos e imaginaba un cuadro pintoresco.
Una tarde le describió un desfile que pasaba por el hospital y aunque él no
pudo escuchar la banda, lo pudo ver a través del ojo de la mente mientras su
compañero se lo describía.
Pasaron los días y las semanas y una mañana, la enfermera al entrar para el
aseo matutino, encontró el cuerpo sin vida del paciente cuya cama estaba cerca
de la ventana. Parecía haber expirado tranquilamente, durante su sueño.
Con mucha tristeza, avisó para que trasladaran el cuerpo. Al día siguiente, el
otro paciente pidió que lo trasladaran cerca de la ventana. A la enfermera le
agradó hacer el cambio y luego de asegurarse de que estaba cómodo, lo dejó
solo.
Con mucho esfuerzo y dolor, se apoyó de un codo para poder mirar al mundo
exterior por primera vez. Finalmente tendría la alegría de verlo por sí mismo.
Se esforzó para asomarse a la ventana y lo que vio fue la pared del edificio de
al lado.
Confundido y entristecido, le preguntó a la enfermera qué sería lo que animó a
su difunto compañero de cuarto a describir tantas cosas maravillosas que dijo
haber visto a través de la ventana.
La enfermera le respondió que el señor era ciego y no podía ver ni la pared de
enfrente.
"Quizás solamente deseaba animarlo a usted", dijo.
Jesucristo vino a este mundo a traernos luz, no a
solucionarnos los problemas. De nosotros depende ver la realidad desde la luz
del Evangelio, o desde la oscuridad de nuestra vida.
La verdadera misión de un cristiano, no es quitarse los
males y las penas, ni siquiera quitárselos al que tienes al lado, porque la
mayoría de las veces no está en nuestra mano. Pero si podemos afrontar la
realidad de manera distinta si nos dejamos guiar por la luz del Evangelio y
hacer que poco a poco vaya cambiando la realidad, por el simple hecho de que
nuestra percepción de ella sea distinta.
No dejemos que la oscuridad inunde nuestras almas. Dejemos
que sea la luz de Jesucristo la que ilumine nuestra vida y seguro que esa luz
la va transformando y nos va transformando haciendo que todo lo que nos rodea
sea nuevo y especial.
FELIZ DOMINGO Y QUE DIOS OS BENDIGA.
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