LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS 3,
15-16.21-22
En aquel tiempo el
pueblo estaba en expectación y todos se preguntaban si no sería Juan el Mesías:
él tomó la palabra y dijo a todos:
-- Yo os bautizo con
agua, pero viene el que puede más que yo, y no merezco desatarle la correa de
sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego.
En un bautismo
general Jesús también se bautizó. Y mientras oraba, se abrió el cielo, bajo el
Espíritu Santo sobre él en forma de paloma, y vino una voz del cielo:
--Tú eres mi Hijo,
el amado, el predilecto
HOMILÍA
Cuentan la historia de un hombre que reflejaba la derrota en
su forma de vestir. Ocurrió en París, en una calle céntrica aunque secundaria.
Este hombre, sucio, maloliente, tocaba un viejo violín. Frente a él y sobre el
suelo estaba su boina, con la esperanza de que los transeúntes se apiadaran de
su condición y le arrojaran algunas monedas para llevar a casa. El pobre hombre
trataba de sacar una melodía, pero era imposible identificarla por lo desafinado
del instrumento, y por la forma displicente y aburrida con que lo tocaba. Un
famoso concertista, que junto con su esposa y unos amigos salía de un teatro
cercano, pasó frente al mendigo. Todos arrugaron la cara al oír aquellos
sonidos tan discordantes, y no pudieron menos que reír de buena gana. La esposa
le pidió al concertista que tocara algo. El hombre echó una mirada a las pocas
monedas en el interior de la boina del mendigo, y decidió hacer algo. Le
solicitó el violín y el mendigo musical se lo prestó con cierto resquemor.
Lo primero que hizo el concertista fue afinar las cuerdas
del instrumento que tenía en sus manos. Luego, vigorosamente y con gran
maestría arrancó una melodía fascinante del viejo violín. Los amigos comenzaron
a aplaudir y los transeúntes comenzaron a arremolinarse para ver el improvisado
espectáculo. Al escuchar la música, la gente de la cercana calle principal
acudió también y pronto había una pequeña multitud escuchando arrobada el
extraño concierto. La boina se llenó no solamente de monedas, sino de muchos
billetes. Mientras el maestro sacaba una melodía tras otra, con tanta alegría.
El mendigo musical estaba aún más feliz de ver lo que ocurría y no cesaba de
dar saltos de contento y repetir orgulloso a todos: "¡Ese es mi violín! ¡Ese
es mi violín!". Lo cual, por supuesto, era rigurosamente cierto.
Celebramos hoy la fiesta del Bautismo del Señor, y eso nos
debe recordar aquel día en el que empezamos nosotros una nueva vida, una vida
que Jesucristo quiso compartir con nosotros, la vida de cristianos. Al igual
que aquel viejo mendigo, el Señor nos regaló el día de nuestro bautismo un
violín, una vida preciosa, que puesto en sus manos logró hacer sonar una bella
melodía, llena de amor y de entrega por los demás. Pero ¿cómo suena en nuestras
manos?.
Cada uno de nosotros, tiene la obligación de hacer que aquel
regalo suene maravillosamente, siempre y cuando seamos capaces de afinarlo, a
través del amor, de la compasión, del perdón y de la entrega incondicional, al
igual que lo hizo Jesús.
No desaprovechemos esa vida, saquémosle el máximo partido, y
sobre todo, hagamos que todos los que nos rodean se queden asombrados de lo
maravillosa que puede ser la vida si tocamos las mismas notas que tocó que el
Señor. Así llegaremos al corazón de todos, al igual que el Señor llegó a
nuestro corazón.
FELIZ DOMINGO Y QUE DIOS OS BENDIGA.
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