LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MARCOS 10, 35-45
En aquel tiempo, se acercaron a Jesús los hijos del Zebedeo,
Santiago y Juan, y le dijeron.
-- Maestro, queremos que hagas lo que te vamos a pedir.
Les preguntó:
-- ¿Qué queréis que haga por vosotros?
Contestaron:
-- Concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro
a tu izquierda.
Jesús replicó:
-- No sabéis lo que pedís, ¿sois capaces de beber el cáliz
que yo he de beber o de bautizaros con el bautismo que yo me voy a bautizar?
Contestaron:
-- Lo somos.
Jesús les dijo:
-- El cáliz que yo voy a beber lo beberéis, y os bautizareis
con el bautismo con que yo me voy a bautizar, pero el sentarse a mi derecha o a
mi izquierda, no me toca a mí concederlo; está ya reservado.
Los otros diez al oír aquello, se indignaron contra Santiago
y Juan. Jesús reuniéndoles, les dijo:
-- Sabéis que los que son reconocidos como jefes de los
pueblos los tiranizan, y que los grandes les oprimen. Vosotros nada de eso: el
que quiera ser grande, sea vuestro servidor; y el que quiera ser el primero,
sea esclavo de todos. Porque el Hijo del Hombre no ha venido para que le
sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos.
HOMILÍA
Cierto día, en un hospital, había a una niñita llamada Liz
que sufría de una extraña enfermedad. Su única oportunidad de recuperarse, era
una transfusión de sangre de su hermano de 5 años, quien había sobrevivido a la
misma enfermedad y había desarrollado los anticuerpos necesarios para combatirla.
El doctor explicó la situación al hermano de la niña, y le preguntó si estaría dispuesto a darle su sangre. Dudó por un momento, antes de tomar un gran suspiro y decir:
- “Sí. Lo haré si eso salva a Liz. Le voy a dar mi sangre para que ella viva."
Mientras la transfusión se hacía, él estaba acostado en una cama al lado de la de su hermana, muy sonriente. Mientras lo asistían, y veían regresar el color a las mejillas de la niña, de pronto el pequeño se puso pálido y su sonrisa desapareció. Miró al doctor y le preguntó con voz temblorosa:
- “¿A qué hora empezaré a morir?”
El niño no había comprendido al doctor, y pensaba que tenía que darle toda su sangre a su hermana para que ella viviera, y creía que él moriría... y aún así había aceptado.
El doctor explicó la situación al hermano de la niña, y le preguntó si estaría dispuesto a darle su sangre. Dudó por un momento, antes de tomar un gran suspiro y decir:
- “Sí. Lo haré si eso salva a Liz. Le voy a dar mi sangre para que ella viva."
Mientras la transfusión se hacía, él estaba acostado en una cama al lado de la de su hermana, muy sonriente. Mientras lo asistían, y veían regresar el color a las mejillas de la niña, de pronto el pequeño se puso pálido y su sonrisa desapareció. Miró al doctor y le preguntó con voz temblorosa:
- “¿A qué hora empezaré a morir?”
El niño no había comprendido al doctor, y pensaba que tenía que darle toda su sangre a su hermana para que ella viviera, y creía que él moriría... y aún así había aceptado.
Celebramos este domingo el día del DOMUND. Día en el que recordamos a todas
esas personas, que a pesar de tener que abandonarlo todo, muchas veces hasta su
vida, han decidido servir por completo a Dios y los hermanos.
Es tarea de toda la Iglesia, ayudar a esos valientes, a los
misioneros, que han puesto su vida a disposición de aquellos que más los
necesitan.
Que a nosotros nos sirva de ejemplo su entrega, y sobre todo
que seamos capaces de transmitir nuestra fe, como hacen ellos, no sólo de
palabra, sino con nuestras obras y de corazón.
FELIZ DOMINGO Y QUE DIOS OS BENDIGA.
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