LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS 23, 35-43
En aquel tiempo, las autoridades hacían muecas a Jesús,
diciendo:
-- A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el
Mesías de Dios, el
Elegido.
Se burlaban de él también los soldados, ofreciéndole vinagre
y diciendo:
-- Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo.
Había encima un letrero en escritura griega, latina y
hebrea: "Éste es el rey de los judíos".
Uno de los malhechores crucificados lo insultaba, diciendo:
--¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros.
Pero el otro lo increpaba:
-- ¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en el mismo
suplicio? Y lo nuestro es justo, porque recibimos el pago de lo que hicimos; en
cambio, éste no ha faltado en nada.
Y decía:
-- Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino.
Jesús le respondió:
-- Te lo aseguro: hoy estarás conmigo en el paraíso.
HOMILÍA
El hombre caminaba paseando por aquellas pequeñas callecitas
de la ciudad provinciana. Como tenía tiempo, se detenía algunos instantes en
cada vidriera, en cada negocio, en cada plaza. Al dar vuelta una esquina se
encontró de pronto frente a un modesto local cuya marquesina estaba en blanco.
Intrigado, se acercó y arrimó la cara al cristal para poder mirar dentro del
oscuro escaparate… pero en el interior sólo vio un atril que sostenía un cartel
escrito a mano. El anuncio era curioso: Tienda de la verdad.
El hombre, sorprendido, pensó que era un nombre de fantasía,
pero no pudo imaginar qué vendían. Entonces entró y, acercándose a la señorita
que estaba en el primer mostrador, preguntó:
–Perdón, ¿ésta es la tienda de la verdad?
–Sí, señor, ¿Qué tipo de verdad anda buscando: verdad
parcial, verdad relativa, verdad estadística, verdad completa…?
Pues sí, allí vendían verdad. Nunca él se había imaginado
que esto fuera posible: llegar a un lugar y llevarse la verdad. Era
maravilloso.
–Verdad completa – contestó sin dudarlo.“Estoy tan cansado
de mentiras y falsificaciones”, pensó, “no quiero más generalizaciones ni
justificaciones, engaños ni defraudaciones”.
–¡Verdad plena! –ratificó.
–Perdón, ¿el señor ya sabe el precio?
–No, ¿cuál es? –contestó rutinariamente, aunque en realidad
él sabía que estaba dispuesto a pagar lo que fuera por toda la verdad.
–Mire, que si usted se la lleva –dijo la vendedora –
posiblemente durante un largo tiempo no pueda dormir del todo tranquilo.
Un frío corrió por la espalda del hombre, que pensó durante
unos minutos. Nunca se había imaginado que el precio fuera tan alto.
–Gracias y disculpe… –balbuceó finalmente, antes de salir
del negocio mirando el piso. Se sintió un poco triste al darse cuenta de que
todavía no estaba preparado para la verdad absoluta, de que todavía necesitaba
algunas mentiras donde encontrar descanso, algunos mitos e idealizaciones en los
cuales refugiarse, algunas justificaciones para no tener que enfrentarse
consigo mismo. “Quizá más adelante…”, pensó.
Celebramos en este último domingo del tiempo ordinario la
festividad de Cristo Rey. Reconocemos a Cristo como soberano de nuestra vida,
como el que rige nuestros corazones.
Domingo que también podríamos llamar el del mundo al revés.
Un mundo distinto, un mundo nuevo, un mundo regido con los esquemas de Dios y
no con los de los hombres. Porque todos los atributos que nosotros le damos a un
rey, Cristo los tomó y les dio un sentido nuevo.
La riqueza, la cambió por humildad y pobreza. El poder, lo
cambió por amor, por perdón y por misericordia. El trono, lo cambió por una
cruz donde hasta un ladrón lo reconoció como rey. Los súbditos, los cambió por
hermanos.
Esa es nuestra verdad absoluta. Ese es nuestro rey, ese es
el legado que nos ha dejado, y lo único que nos pide es que hagamos nosotros lo
mismo. Que no busquemos riquezas ni poder más que desde la humildad, el amor,
el perdón…
Mostrémosle al mundo esta gran verdad, que se puede ser
grande desde la pequeñez, que se puede ser rico compartiendo, que se puede
tener poder amando mucho, que merece la pena un nuevo orden social en el que el
más grande sea el servidor de todos. Porque si nosotros empezamos a hacerlo en
nuestro pueblo, con nuestros vecinos, seguro que Cristo será realmente el rey
que rija los corazones de todos los que nos llamamos cristianos.
FELIZ DOMINGO Y QUE CRISTO REY OS BENDIGA.
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