LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS 7, 11-17
En aquel tiempo, iba
Jesús camino de una ciudad llamada Naín, e iban con él sus discípulos y mucho
gentío. Cuando se acercaba a la entrada de la ciudad, resultó que sacaban a
enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda; y un gentío
considerable de la ciudad la acompañaba.
Al verla el Señor,
le dio lástima y le dijo: "No llores." Se acercó al ataúd, lo tocó
(los que lo llevaban se pararon) y dijo: "¡Muchacho, a ti te lo digo,
levántate!" El muerto se incorporó y empezó a hablar, y Jesús se lo
entregó a su madre.
Todos, sobrecogidos,
daban gloria a Dios, diciendo: "Un gran Profeta ha surgido entre nosotros.
Dios ha visitado a su pueblo." La noticia del hecho se divulgó por toda la
comarca y por Judea entera.
HOMILÍA
Un grupo de vendedores fue a una convención de ventas. Todos
le habían prometido a sus esposas que llegarían a tiempo para cenar el viernes
por la noche. Sin embargo, la convención terminó un poco tarde, y llegaron
retrasados al aeropuerto. Entraron todos con sus billetes y maletines,
corriendo por los pasillos. De repente, y sin quererlo, uno de los vendedores
tropezó con una mesa que tenía una canasta de manzanas. Las manzanas salieron
volando por todas partes. Sin detenerse, ni mirar para atrás, los vendedores
siguieron corriendo, y apenas alcanzaron a subirse al avión. Todos menos uno.
Este se detuvo, respiró hondo, y experimentó un sentimiento de compasión por la
dueña del puesto de manzanas. Le dijo a sus amigos que siguieran sin él y le
pidió a uno de ellos que al llegar, llamara a su esposa y le explicara que iba
a llegar en un vuelo más tarde.
Luego se regresó a la terminal y se encontró con todas las
manzanas tiradas por el suelo. Su sorpresa fue enorme, al darse cuenta de que
la dueña del puesto era una niña ciega. La encontró llorando, con enormes
lágrimas corriendo por sus mejillas. Tanteaba el piso, tratando, en vano, de
recoger las manzanas, mientras la multitud pasaba, vertiginosa, sin detenerse;
sin importarle su desdicha. El hombre se arrodilló con ella, juntó las
manzanas, las metió a la canasta y le ayudó a montar el puesto nuevamente.
Mientras lo hacía, se dio cuenta de que muchas se habían golpeado y estaban
magulladas. Las tomó y las puso en otra canasta. Cuando terminó, sacó su
cartera y le dijo a la niña: "Toma, por favor, estos cien euros por el
daño que hicimos. ¿Estás bien?" Ella, llorando, asintió con la cabeza. El
continuó, diciéndole, "Espero no haber arruinado tu día". Conforme el
vendedor empezó a alejarse, la niña le gritó: "Señor..." Él se detuvo
y se giró a mirar esos ojos ciegos. Ella continuó: ¿Es usted Jesús...? Él se
paró en seco y dio varias vueltas, antes de dirigirse a tomar otro vuelo, con
esa pregunta quemándole el corazón y vibrando en su alma: ¿Es usted Jesús?.
La pregunta que hoy deberíamos hacernos a luz del evangelio
es ¿cuántas veces hemos sido Jesús para los demás?, porque es lo que hoy nos
recuerda con esta historia de la resurrección del hijo de la viuda, que nuestra
labor como cristianos es ser Jesús para los demás.
Sentir compasión, acercarnos al dolor, ser uno con el que
sufre y sobre todo poner todo lo que está de nuestra parte para que ese dolor y
ese sufrimiento sea menos, es lo propio del cristiano.
Compartir la alegría es relativamente fácil, pero compartir
el dolor y saber cómo acompañarlo, amar el dolor de los demás, es lo que nos
hace verdaderos Jesús e la tierra.
Aprovechemos cada instante que se nos presenta para
acercarnos a los corazones doloridos y amarlos como los amó Jesús.
FELIZ DOMINGO Y QUE DIOS OS BENDIGA.
Compadecer (padecer con o junto a alguien), conmoverse (moverte con o por alguien)... el maravilloso poder de la palabra
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