domingo, 30 de agosto de 2015

DOMINGO XXII DEL TIEMPO ORDINARIO

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MARCOS 7,1-8,14-15.21-23
En aquel tiempo se acercó a Jesús un grupo de fariseos con algunos letrados de Jerusalén y vieron que algunos discípulos comían con manos impuras (es decir, sin lavarse las manos). (Los fariseos, como los demás judíos, no comen sin lavarse antes las manos, restregando bien, aferrándose a la tradición de sus mayores, y al volver de la plaza no comen si lavarse antes, y se aferran a otras muchas tradiciones, de lavar vasos, jarras y ollas). Según eso, los fariseos y los letrados preguntaron a Jesús:
-- ¿Por qué comen tus discípulos con mano impuras y no siguen tus discípulos la tradición de los mayores?
Él les contestó:
-- Bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas, como está escrito: “Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. El culto que me dan está vacío, porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos.” Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres.
En otra ocasión llamó Jesús a la gente y les dijo:
-- Escuchad y entended todos: Nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro; lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre. Porque de dentro del corazón del hombre salen los malos propósitos, las fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, injusticias, fraudes, desenfreno, envidia, difamación, orgullo, frivolidad. Todas esas maldades salen de dentro y hacen al hombre impuro.
Palabra del Señor

HOMILÍA
Un hombre llegó a casa del trabajo, tarde, cansado y malhumorado. A la puerta le esperaba su hijo de 5 años. ¿Papá, puedo hacerte una pregunta?
"Claro que sí, hijo. ¿Qué es?"
"Papá, ¿cuánto ganas a la hora?
"¿Y a ti que te importa? ¿Por qué me lo preguntas?", le respondió enfadado.
"Por curiosidad. ¿Por favor cuánto ganas a la hora?"
"Si quieres saberlo, gano 20 euros a la hora."
"Oh", dijo el niño bajando la cabeza.
Y mirando a su padre a los ojos, le dijo: ¿Papá, puedes prestarme 10 euros?
El padre se puso furioso. "Si la única razón para saber lo que gano es para pedirme dinero y comprarte juguetes y chucherías, entonces vete derecho a la cama. Trabajo mucho y no tengo tiempo para semejantes chiquilladas."
El niño se fue a su habitación y cerró la puerta.
El padre irritado se sentó, se calmó y pensó que, tal vez, había sido demasiado duro con su hijo. Y si realmente necesitaba el dinero.
El padre se levantó y fue a ver a su hijo.
"¿Estás dormido?
"No, papá, estoy despierto".
"He tenido un día malo y tú has pagado mi mal humor. Aquí tienes los 10 euros que me has pedido.
El niño se sentó en la cama con una gran sonrisa. "Muchas gracias, papá." Y sacó de debajo de la almohada unas monedas. El padre se enfureció una vez más. "¿Para qué quieres dinero si ya tienes?", le preguntó el padre.
"Porque no tenía bastante, pero ahora ya lo tengo.", respondió el niño.
Papá, ahora tengo 20 euros. ¿Puedo comprar una hora de tu tiempo?
Por desgracia, a todos nosotros nos ocurre lo mismo que al padre del cuento. Pasamos por la vida dando mayor importancia al dinero, al trabajo, a miles de historias y nos olvidamos de lo más importante: vivir y amar a los que nos rodean.
Como cristianos nos ocurre tres cuartas de lo mismo. Vivimos muchas veces para celebrar sacramentos, para pasar mucho tiempo rezando, y se nos olvida, que todo ello nos debe servir sólo para una cosa: amar más a Dios y a los demás.
Cuantos sacramentos desperdiciados, cuantos bautismos que no valen para nada, porque después a ese niño no se le educa para amar a los demás. Cuantas primeras comuniones sin sentido, o cuantas bodas en lo que todo es importante menos Dios.
Que no nos pase a nosotros lo mismo, que vivamos los sacramentos, que los celebremos con ganas, pero sólo para poder así amar un poquito más a Dios y a los hermanos.

FELIZ DOMINGO Y QUE DIOS OS BENDIGA

domingo, 23 de agosto de 2015

DOMINGO XXI DEL TIEMPO ORDINARIO

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN (6,60-69)

En aquel tiempo, muchos discípulos de Jesús, al oírlo, dijeron: «Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?»
Adivinando Jesús que sus discípulos lo criticaban, les dijo: «¿Esto os hace vacilar?, ¿y si vierais al Hijo del hombre subir a donde estaba antes? El espíritu es quien da vida; la carne no sirve de nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Y con todo, algunos de vosotros no creen.»
Pues Jesús sabía desde el principio quiénes no creían y quién lo iba a entregar. Y dijo: «Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede.» Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él.
Entonces Jesús les dijo a los Doce: «¿También vosotros queréis marcharos?»
Simón Pedro le contestó: «Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios.»

HOMILÍA
El hombre caminaba paseando por aquellas pequeñas callecitas de la ciudad provinciana. Tenía tiempo y entonces se detenía algunos instantes en cada vidriera, en cada negocio, en cada plaza. Al dar vuelta una esquina se encontró de pronto frente a un modesto local cuya marquesina estaba en blanco.

Intrigado se acercó a la vidriera, y arrimó la cara al cristal para poder mirar dentro del oscuro escaparate. En el interior solamente se veía un atril que sostenía un cartelito escrito a mano que anunciaba: "TIENDA DE LA VERDAD".

El hombre estaba sorprendido. Pensó era un nombre de fantasía, pero no pudo imaginar qué vendían. Entró. Se acercó a la señorita que estaba en el primer mostrador y preguntó:

- "Perdón, ¿ésta es la tienda de la verdad?"

- "Sí, señor. ¿Qué tipo de verdad anda buscando, verdad parcial, verdad relativa, verdad estadística, verdad completa?"

Así que aquí vendían verdad. Nunca se había imaginado que esto era posible: llegar a un lugar y llevarse la verdad, era maravilloso.

- "Verdad completa", contestó el hombre sin dudarlo. "Estoy tan cansado de mentiras y falsificaciones", pensó,"no quiero más generalizaciones ni justificaciones, engaños ni defraudaciones".

- "¡Verdad plena!", ratificó.

- "Bien, señor, sígame"

La señorita acompañó al cliente a otro sector y, señalando a un vendedor de rostro muy adusto, le dijo:

- "El señor lo va a atender"

El vendedor se acercó y espero que el hombre hablara.

- "Vengo a comprar la verdad completa"

- "¡Ahá!... perdón, ¿el señor sabe el precio?"

- "No, ¿cuál es?", contestó rutinariamente. En realidad , él sabia que estaba dispuesto a pagar lo que fuera por toda la verdad.

- "Si usted se la lleva", dijo el vendedor, "el precio es que nunca más podrá estar en paz"

Un frío corrió por la espalda del hombre, nunca se había imaginado que el precio fuera tan grande.

- "Gra..gracias, disculpe", balbuceó.

Se dio vuelta y salió del negocio mirando el suelo. Se sintió un poco triste al darse cuenta de que todavía no estaba preparado para la verdad absoluta, de que todavía necesitaba algunas mentiras donde encontrar descanso, algunos mitos e idealizaciones en los cuales refugiarse, algunas justificaciones para no tener que enfrentarse consigo mismo.

- "Quizás más adelante", pensó.
La Palabras del Señor son Espíritu y Vida, como decía San Pedro, pero también es verdad que son palabras que nunca nos dejan en paz, porque el elegir a Cristo como nuestro maestro, no es simplemente decir “soy cristiano”, sino dejarse llenar por esas palabras y darse por completo a aquellos que nos rodean.
Por eso, nosotros cada día debemos volver a repetir aquellas palabras de “¿Señor, a quien vamos a acudir?”, pero sobre todo debemos demostrarlo dejándonos llenar de Dios y llevándolo allí donde el Señor nos mande hacerlo.

FELIZ DOMINGO Y QUE DIOS OS BENDIGA.

domingo, 9 de agosto de 2015

DOMINGO XIX DEL TIEMPO ORDINARIO

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN 6, 41- 51
En aquel tiempo, los judíos criticaban a Jesús porque había dicho: "Yo soy el pan bajado del cielo", y decían:
-- ¿No es este Jesús, el hijo de José? ¿No conocemos a su padre y a su madre?, ¿cómo dice ahora que ha bajado del cielo?
Jesús tomó la palabra y les dijo:
-- No critiquéis. Nadie puede venir a mí, si no lo trae el Padre que me ha enviado." Y yo le resucitaré en el último día. Está escrito en los profetas: "Serán todos discípulos de Dios." Todo el que escucha lo que dice el Padre y aprende, viene a mí. No es que nadie haya visto al Padre, a no ser el que viene de Dios: este ha visto al Padre. Os lo aseguro: el que cree, tiene vida eterna. Yo soy el pan de vida. Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron: este es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo: el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne, para la vida del mundo.

HOMILÍA
Del 74 % de españoles que se definen católicos, sólo el 15% dice acudir semanalmente a la Eucaristía. ¿Dónde está el resto? ¿Por qué no acuden a la misa?. La respuesta puede ser muy variada: “son muy flojos y no quieren venir”, “los curas son muy aburridos”, “los horarios de misas coinciden con el futbol”, etc… Miles de razones, aunque yo me quedaría con la que nos da el Señor en el Evangelio de hoy. Me explico.
Un día, hablando con alguien sobre los incendios que asolan España, me comentaba que el incendio que ocurrió en Lanjarón, fue provocado por unos excursionistas, que al sentirse perdidos, decidieron hacer señales de humo para que los encontrasen. Y vaya si los encontraron. Quemaron medio monte, pero las señales las vieron. Y me comentaba, mi amigo, que cuando te pierdes en el monte, antes que hacer ninguna tontería, lo que debes hacer es quedarte quieto allí donde estás, y esperar a que te encuentren, porque si te mueves mucho, al final nadie puede dar contigo.
Pues fijaros, que yo pienso que todos los que no vienen a la Eucaristía, es porque están perdidos, y han decidido quedarse quietos, esperando que alguien los encuentre. Esperando a alguien que les muestre el camino hacia el Pan de la Vida, “Nadie puede venir a mí, si no lo trae el Padre que me ha enviado” nos dice el Señor. ¿Y sabes a quien le toca ir a buscarlos?, ¿sabes a quien envía el Padre?. Precisamente a los que ya hemos descubierto que al venir a la Eucaristía a encontrarnos con Jesús y a recibir su cuerpo, recibimos también la vida que no se acaba.
Es tarea nuestra traer a aquellos que no le encuentran sentido a la misa, y la única forma de hacerlo es demostrar que a nosotros si nos sirve recibir al mismo Cristo. Que nuestra comunión es algo más que un rito, y que se nos nota en nuestro día a día que nos hemos encontrado con el Pan de la Vida.
No perdamos la oportunidad de encontrar a todos aquellos que andan perdidos y mostrarles lo que Dios hace por nosotros y puede hacer por ellos.

FELIZ DOMINGO Y QUE DIOS OS BENDIGA

domingo, 2 de agosto de 2015

DOMINGO XVIII DEL TIEMPO ORDINARIO

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN 6, 24- 35
En aquel tiempo, cuando la gente vio que no estaban allí ni Jesús ni sus discípulos, subieron a las barcas y fueron a Cafarnaún en busca de Jesús. Lo encontraron al otro lado del lago, y le dijeron:
--Maestro, ¿cuándo has venido aquí?
Jesús les contestó:
--Os aseguro que no me buscáis porque habéis visto milagros, sino porque habéis comido pan hasta hartaros. Procuraos no el alimento que pasa, sino el que dura para la vida eterna; el que os da el hijo del hombre, a quien Dios Padre acreditó con su sello
Le preguntaron:
--¿Qué tenemos que hacer para trabajar como Dios quiere?
Jesús les respondió:
--Lo que Dios quiere que hagáis es que creáis en el que él ha enviado.
Le replicaron:
--¿Qué milagros haces tú para que los veamos y creamos en ti? ¿Cuál es tu obra? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: Les dio a comer pan del cielo».
Jesús les dijo:
--Os aseguro que no fue Moisés quien os dio el pan del cielo; mi Padre es el que os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da la vida al mundo
Ellos le dijeron:
--Señor, danos siempre de ese pan.
Jesús les dijo:
--Yo soy el pan de la vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás.

HOMILÍA
Continuamente se estaba quejando de que su mujer no le hacía arroz con leche, que le gustaba mucho. Y que cuando lo hacía y él llegaba a casa quedaba siempre muy poco, porque los niños se lo habían comido todo.
Harta de tantas quejas, la mujer decidió un día hacer cinco litros de arroz con leche y dejárselos sólo para él. Cuando él llegó de noche a su casa y vio aquella cantidad de arroz con leche se puso a llorar. ¿Qué te pasa, hombre? ¿No querías arroz con leche? A lo que el hombre respondió: si quería arroz con leche, pero si esto me lo habéis dejado a mí, que no os habréis comido vosotros.
Da lo mismo lo que nos den, nunca es suficiente. El Señor dio de comer a aquella multitud, la gente seguía buscándolo para que le dieran más. Pero cuando el Señor empezó a decir que él era el pan del cielo y que el comer ese pan tenía algunas exigencias, al final se quedó solo.
Cada domingo, nosotros venimos a la iglesia a encontrarnos con ese pan de vida, no porque nos vaya a dar algo, sino porque lo necesitamos para, en nuestra vida, ser capaces de vivir como él vivió. Porque comulgar no es solo una obligación ni una devoción, sino una necesidad para alimentar nuestra vida cristiana.
Que nunca nos falte el hambre de ese pan, que siempre que comulguemos, seamos capaces de ser nosotros alimento para aquellos que nos rodean.

FELIZ DOMINGO Y QUE DIOS OS BENDIGA.

domingo, 26 de julio de 2015

DOMINGO XVII DEL TIEMPO ORDINARIO

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN 6, 1- 15
En aquel tiempo, Jesús se marchó a la otra parte del lago de Galilea (o de Tiberíades). Lo seguía mucha gente, porque habían visto los signos que hacia con los enfermos. Subió Jesús entonces a la montaña y se sentó allí con sus discípulos. Estaba cerca de la Pascua, la fiesta de los judíos. Jesús entonces levantó los ojos, y al ver que acudía mucha gente dijo a Felipe:
-- ¿Con qué compraremos panes para que coman estos? (lo decía para tentarlo pues bien sabía él lo que iba a hacer).
Felipe le contestó:
-- Doscientos denarios de pan no bastan para que a cada uno le toque un pedazo.
Uno de sus discípulos, Andrés el hermano de Simón Pedro, le dijo:
-- Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y un par de peces, pero, ¿qué es esto para tantos?
Jesús dijo:
-- Decid a la gente que se siente en el suelo.
Había mucha hierba en aquel sitio. Se sentaron: sólo los hombres eran unos cinco mil. Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados; lo mismo todo lo que quisieron del pescado. Cuando se saciaron, dijo a sus discípulos:
-- Recoged los pedazos que han sobrado; que nada se desperdicie.
Los recogieron y llenaron doce canastas con los pedazos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido.
La gente entonces, al ver el signo que había hecho, decía:
-- Este si que es el Profeta que tenía que venir al mundo.
Jesús sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró otra vez a la montaña, él solo.

HOMILÍA
De entre todos los pueblos que el mulá Nasrudin visitó en sus viajes, había uno que era especialmente famoso porque a sus habitantes se les daban muy bien los números. Nasrudín encontró alojamiento en la casa de un granjero. A la mañana siguiente se dio cuenta de que el pueblo no tenía pozo. Cada mañana, alguien de cada familia del pueblo cargaba uno o dos burros con garrafas de agua vacías y se iban a un riachuelo que estaba a una hora de camino, llenaban las garrafas y las llevaban de vuelta al pueblo, lo que les llevaba otra hora más.

- "¿No sería mejor si tuvieran agua en el pueblo?", preguntó Nasrudín al granjero de la casa en la que se alojaba.

- "¡Por supuesto que sería mucho mejor!", dijo el granjero. "El agua me cuesta cada día dos horas de trabajo para un burro y un chico que lleva el burro. Eso hace al año mil cuatrocientas sesenta horas, si cuentas las horas del burro como las horas del chico. Pero si el burro y el chico estuvieran trabajando en el campo todo ese tiempo, yo podría, por ejemplo, plantar todo un campo de calabazas y cosechar cuatrocientas cincuenta y siete calabazas más cada año."

- "Veo que lo tienes todo bien calculado", dijo Nasrudín admirado. "¿Por qué, entonces, no construyes un canal para traer el agua al río?"

- "¡Eso no es tan simple!", dijo el granjero. "En el camino hay una colina que deberíamos atravesar. Si pusiera a mi burro y a mi chico a construir un canal en vez de enviarlos por el agua, les llevaría quinientos años si trabajasen dos horas al día. Al menos me quedan otros treinta años más de vida, así que me es más barato enviarles por el agua."

- "Sí, ¿pero es que serías tú el único responsable de construir un canal? Son muchas familias en el pueblo."

- "Claro que sí", dijo el granjero. "Hay cien familias en el pueblo. Si cada familia enviase cada día dos horas un burro y un chico, el canal estaría hecho en cinco años. Y si trabajasen diez horas al día, estaría acabado un año."

- "Entonces, ¿por qué no se lo comentas a tus vecinos y les sugieres que todos juntos construyáis el canal?

- "Mira, si yo tengo que hablar de cosas importantes con un vecino, tengo que invitarle a mi casa, ofrecerle té y halva, hablar con él del tiempo y de la nueva cosecha, luego de su familia, sus hijos, sus hijas, sus nietos. Después le tengo que dar de comer y después de comer otro té y él tiene que preguntarme entonces sobre mi granja y sobre mi familia para finalmente llegar con tranquilidad al tema y tratarlo con cautela. Eso lleva un día entero. Como somos cien familias en el pueblo, tendría que hablar con noventa y nueve cabezas de familia. Estarás de acuerdo conmigo que yo no puedo estar noventa y nueve días seguidos discutiendo con los vecinos. Mi granja se vendría abajo. Lo máximo que podría hacer sería invitar a un vecino a mi casa por semana. Como un año tiene sólo cincuenta y dos semanas, eso significa que me llevaría casi dos años hablar con mis vecinos. Conociendo a mis vecinos como les conozco, te aseguro que todos estarían de acuerdo con hacer llegar el agua al pueblo, porque todos ellos son buenos con los números. Y como les conozco, te digo, que cada uno prometería participar si los otros participasen también. Entonces, después de dos años, tendría que volver a empezar otra vez desde el principio, invitándoles de nuevo a mi casa y diciéndoles que todos están dispuestos a participar."

- "Vale", dijo Nasrudín, "pero entonces en cuatro años estarías preparados para comenzar el trabajo. ¡Y al año siguiente, el canal estaría construido!"

- "Hay otro problema", dijo el granjero. "Estarás de acuerdo conmigo que una vez que el canal esté construido, cualquiera podrá ir por agua, tanto como si ha o no contribuido con su parte de trabajo correspondiente."

- "Lo entiendo", dijo Nasrudín . "Incluso, si quisierais, no podríais vigilar todo el canal."

- "Pues no", dijo el granjero. "Cualquier caradura que se hubiera librado de trabajar, se beneficiaría de la misma manera que los demás y sin coste alguno."

- "Tengo que admitir que tienes razón", dijo Nasrudín.

- "Así que, como a cada uno de nosotros se nos dan bien los números, intentaremos escabullirnos. Un día el burro no tendrá fuerzas, el otro el chico de alguien tendrá tos, otro la mujer de alguien estará enferma, y el niño, el burro tendrán que ir a buscar al médico.

Como a nosotros se nos dan bien los números, intentaremos escurrirnos el bulto. Y como cada uno de nosotros sabe que los demás no harán lo que deben, ninguno mandará a su burro o a su chico a trabajar. Así, la construcción del canal ni siquiera se empezará."

- "Tengo que reconocer que tus razones suenan muy convincentes", dijo Nasrudín. Se quedó pensativo por un momento, pero de repente exclamó:

- "Conozco un pueblo al otro lado de la montaña que tiene el mismo problema que ustedes tienen. Pero ellos tienen un canal desde hace ya veinte años."

- "Efectivamente", dijo el granjero, "pero a ellos no se les dan bien los números."
Al que no se le daban bien los números era al Señor. Con cinco panes dio de comer a cinco mil. Y es que en cuestión de amor, los números, nunca llevan la razón.
Es una lástima que a los cristianos se nos den tan bien los números, y que pongamos miles de excusas para compartir, para dar. ¿Y si luego me hace falta?, ¿y si lo utiliza mal?, ¿Y si …..?
Ser cristiano no es cuestión de números, ni es cuestión de excusas, es cuestión de amar, de compartir, de generosidad. Porque sólo poniendo lo que tenemos y lo que somos en las manos del Señor, como hizo el hombre del evangelio, Él podrá multiplicarlo.

FELIZ DOMINGO Y QUE DIOS OS BENDIGA.

domingo, 19 de julio de 2015

DOMINGO XVI DEL TIEMPO ORDINARIO

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MARCOS 6, 30- 34
En aquel tiempo los Apóstoles volvieron a reunirse con Jesús, y le contaron todo lo que había hecho y enseñado. Él les dijo:
-- Venid vosotros solos a un sitio tranquilo a descansar un poco.
Porque eran tantos los que iban y venían, que no encontraban tiempo ni para comer. Se fueron en barca a un sitio tranquilo y apartado. Muchos los vieron marcharse y los reconocieron; entonces de todas las aldeas fueron corriendo por tierra a aquel sitio y se les adelantaron. Al desembarcar, Jesús vio una multitud y le dio lástima de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor; y se puso a enseñarles con calma.

HOMILÍA
Nos encontramos inmersos en el mes de Julio, mes de vacaciones, de buscar momentos de relax, y escapar del ruidoso mundo en el que nos vemos inmersos a lo largo del año. También el Señor, cuando llegaron los discípulos de predicar, los llevó a un sitio tranquilo para descansar.
Pero al parecer, al Señor le pasa lo mismo que a nosotros. Cuando te vas de vacaciones o buscas un tiempo para relajarte, siempre surgen dificultades y complicaciones, que hacen imposible el descanso. Pero él no se quejó, al contrario “se puso a enseñarles con calma”. Y es que él conocía algo que a nosotros se nos escapa.
Cierto día, un rey decidió pedir a dos pintores famosos un cuadro que reflejara la paz perfecta. Durante muchos días los pintores realizaron sus trabajos, hasta que por fin un día le presentaron los dos cuadros al rey.
El primero era un lago muy tranquilo. Este lago era un espejo perfecto donde se reflejaban unas placidas montañas que lo rodeaban. Sobre estas se encontraba un cielo muy azul con tenues nubes blancas. Todos quienes miraron esta pintura pensaron que esta reflejaba la paz perfecta.
La segunda pintura también tenía montañas. Pero estas eran escabrosas y descubiertas. Sobre ellas había un cielo furioso del cual caía un impetuoso aguacero con rayos y truenos. Montaña abajo parecía retumbar  un espumoso torrente de agua. Todo esto parecía lo contrario a la paz perfecta.
Después de un tiempo observando los cuadros, el rey se decidió por la segunda. Todo el mundo se escandalizó, y comenzaron a preguntarle al rey cómo pretendiendo reflejar la paz perfecta había escogido la pintura de la tormenta. Entonces el rey les explicó: “fijaos en la cascada que aparece en el torrente. Justamente al pie de esa cascada hay un arbusto que está naciendo, y entre sus ramas hay un nido. Allí, en medio del rugir de la tormenta, plácidamente sentado aparece un pajarito. Ese es el verdadero sentido de la paz perfecta. Porque paz no significa estar en un lugar sin ruidos, sin problemas, sin trabajo duro o sin dolor. Paz significa que a pesar de estar en medio de todas estas cosas permanezcamos calmados dentro de nuestro corazón. Este es el verdadero significado de la paz."
El único que puede darnos a nosotros esa verdadera paz es el Señor. Ese buen Pastor que nos acoge con calma, que nos enseña con tranquilidad, que nos ama a pesar de nuestras traiciones. Sólo si buscamos a ese Dios, como hizo la gente, y nos quedamos con él, podremos encontrar el descanso y la serenidad para que en medio de nuestra propia tormenta encontremos la paz necesaria para hacer nosotros lo mismo con los demás.

FELIZ DOMINGO Y QUE DIOS OS BENDIGA.

domingo, 12 de julio de 2015

DOMINGO XV DEL TIEMPO ORDINARIO

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MARCOS 6, 7- 13
En aquel tiempo llamó Jesús a los Doce y los fue enviando de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos. Les encargó que llevaran para el camino un bastón y nada más, pero ni pan ni alforja, ni dinero suelto en la faja; que llevasen sandalias, pero no, túnica de repuesto. Y añadió:
-- Quedaos en la casa donde entréis, hasta que os vayáis de aquel sitio. Y si un lugar no os recibe ni os escucha, al marcharos sacudíos el polvo de los pies, para probar su culpa.
Ellos salieron a predicar la conversión, echaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban.

HOMILÍA
Un hombre dormía en su cabaña cuando de repente una luz iluminó la habitación y apareció Dios.
El Señor le dijo que tenía un trabajo para él y le enseñó una gran roca frente a la cabaña. Le explicó que debía empujar la piedra con todas sus fuerzas. El hombre hizo lo que el Señor le pidió, día tras día. Por muchos años, desde que salía el sol hasta el ocaso, el hombre empujaba la fría piedra con todas sus fuerzas...y esta no se movía. Todas las noches el hombre regresaba a su cabaña muy cansado y sintiendo que todos sus esfuerzos eran en vano.
Como el hombre empezó a sentirse frustrado, Satanás decidió entrar en el juego trayendo pensamientos a su mente:
-"Has estado empujando esa roca por mucho tiempo, y no se ha movido". Le dio al hombre la impresión que la tarea que le había sido encomendada era imposible de realizar y que él era un fracaso. Estos pensamientos incrementaron su sentimiento de frustración y desilusión.
-Satanás le dijo: "¿Por qué esforzarte todo el día en esta tarea imposible? Solo haz un mínimo esfuerzo y será suficiente".
El hombre pensó en poner en práctica esto pero antes decidió elevar una oración al Señor y confesarle sus sentimientos:
-"Señor, he trabajado duro por mucho tiempo a tu servicio. He empleado toda mi fuerza para conseguir lo que me pediste, pero aún así, no he podido mover la roca ni un milímetro. ¿Qué pasa? ¿Por qué he fracasado? ".
El Señor le respondió con compasión:"Querido amigo, cuando te pedí que me sirvieras y tu aceptaste, te dije que tu tarea era empujar contra la roca con todas tus fuerzas, y lo has hecho. Nunca dije que esperaba que la movieras. Tu tarea era empujar. Ahora vienes a mi sin fuerzas a decirme que has fracasado, pero ¿en realidad fracasaste?. Mírate ahora, tus brazos están fuertes y musculosos, tu espalda fuerte y bronceada, tus manos callosas por la constante presión, tus piernas se han vuelto duras.
A pesar de la adversidad has crecido mucho y tus habilidades ahora son mayores que las que tuviste alguna vez. Cierto, no has movido la roca, pero tu misión era creer en mi. Eso lo has conseguido. Ahora, querido amigo, yo moveré la roca".
La misma tarea que Jesús encomendó a sus apóstoles, es la que hoy nos encomienda a cada uno de nosotros, los cristianos. Nos envía a predicar, a dar a conocer su mensaje y su vida. Y nos envía como a aquellos discípulos, sin nada más que nuestra fe en él. Para predicar sólo nos hace falta confiar en que él será el que mueva las rocas que nosotros empujamos, o los corazones a los que nosotros llegamos de manera imperfecta.
El predicar no es para nosotros, o no debería de ser, una carga, sino algo que nos libera y sobre todo que nos llena de felicidad, porque si somos capaces de predicar con nuestra vida, es que somos capaces de vivir, aunque de manera limitada, el mensaje del Evangelio.

FELIZ DOMINGO Y QUE DIOS OS BENDIGA.