lunes, 2 de diciembre de 2013

I DOMINGO DEL TIEMPO DE ADVIENTO

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO 24, 37-44
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
-- Cuando venga el Hijo del hombre, pasará como en tiempo de Noé. Antes del diluvio, la gente comía y bebía y se casaba, hasta el día en que Noé entró en el arca; y cuando menos lo esperaban llegó el diluvio y se los llevó a todos; lo mismo sucederá cuando venga el Hijo del Hombre: Dos hombres estarán en el campo: a uno se lo llevarán y a otro lo dejarán; dos mujeres estarán moliendo: a una se la llevarán y a otra la dejarán. Por tanto estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor. Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora de la noche viene el ladrón, estaría en vela y no dejaría abrir un boquete en su casa. Por eso estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del Hombre.
HOMILÍA
Era un crudo día de invierno en que llovía torrencialmente. Una pobre mujer llegó a un pueblo e iba de casa en casa pidiendo limosna. Sus vestidos eran viejos pero muy limpios y llevaba en su cabeza un pañuelo, por lo que el viento y la lluvia no permitían ver casi su rostro. En la mano derecha sujetaba un viejo bastón y en su brazo izquierdo una cesta.
La pobre mujer pedía algo para comer. Algunos le dieron panes duros, otros le dieron una miserable moneda, otros no le dieron nada. Un solo vecino, de los menos acomodados del pueblo, la hizo entrar en su casa y le dijo que se acercara al fogón para secar un poco su ropa. Su mujer, que acababa de hacer un rico pastel, le dio un buen pedazo a la pobre mendiga.
Al día siguiente, todas las personas a cuya puerta había llamado la mendiga, fueron invitados a cenar en el castillo de un señor muy acaudalado que vivía en el pueblo. Nadie esperaba este honor y quedaron todos muy sorprendidos. Cuando entraron en el comedor, vieron dos mesas, una llena de exquisitos manjares y otra mucho más grande, en uno de cuyos platos sólo había un trozo de pan duro, en otro una pequeña moneda y la mayoría estaban completamente vacíos. Entonces apareció la dama del castillo, indicándole a sus invitados que tomaran asiento en la mesa más grande. Sólo un matrimonio fue invitado a que se sentaran junto a ella en la mesa llena de manjares. Y les dijo: “Aquella desgraciada mendiga que se presentó ayer a vuestra puerta, fui yo; pensando en los tiempos difíciles que vive tanta gente, he querido poner a prueba vuestra generosidad.
Estas dos buenas personas que veis aquí a mi lado, me permitieron entrar en su casa y me atendieron lo mejor que pudieron, me ofrecieron secar mi ropa en su fogón y me dieron de comer. Por eso ellos son mis invitados de honor, y además les daré una pensión para el resto de sus días. En cuanto a vosotros, comed lo que me disteis de limosna y que encontraréis en esos platos. Para que la próxima vez estéis más atentos a quienes os pidan ayudan”. 
Estad preparados, nos dice el Señor. Comenzamos el tiempo de Adviento con ese mensaje, un recordatorio de que en cualquier momento, y o sólo en los días de Navidad, ese Cristo pequeño y pobre puede tocar en nuestra puerta, puede acercarse a nosotros y espera que lo recibamos.
Estad preparados, porque su venida no se anuncia con grandes luces, como las de los comercios en Navidad, ni con villancicos, sino que viene en silencio, de manera callada, y sólo espera de nosotros una acogida desde el corazón.
Que este Adviento nos ayude a nosotros a tener siempre dispuesto nuestro corazón para acoger a ese niño pequeño que nació en Belén y que nace cada día en todos y especialmente en los que más sufren.

FELIZ SEMANA Y QUE DIOS OS BENDIGA.

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