domingo, 26 de mayo de 2019

DOMINGO VI DE PASCUA


LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN 14, 23-29
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
-- El que me ama guardará mi palabra y mi padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él. El que no me ama no guardará mis palabras. Y la palabra que estáis oyendo no es la mía, sino del Padre que me envió. Os he hablado ahora que estoy a vuestro lado; pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho. La Paz os dejo, mi Paz os doy: No os la doy como la da el mundo. Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde. Me habéis oído decir "Me voy y vuelvo a vuestro lado." Si me amarais os alegraríais de que me vaya al Padre, porque el Padre es más que yo. Os lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda, sigáis creyendo.

HOMILÍA

Un empresario agricultor, de poco estudio, participaba todos los años en la principal feria de agricultura de su ciudad. Lo más extraordinario es que él siempre ganaba año tras año, el trofeo: maíz del año. Entraba con su maíz en la feria y salía con la faja azul recubriendo su pecho. Su maíz era cada vez mejor.

En una ocasión de esas, un reportero de televisión abordó al agricultor después de la tradicional colocación de la faja de campeón. Él quedó muy intrigado con la revelación del agricultor, de como acostumbraba a cultivar su calificado y valioso producto. El reportero descubrió que el agricultor compartía buena parte de las mejores semillas de su plantación de maíz con sus vecinos.

- "¿Cómo puede usted compartir sus mejores semillas con sus vecinos, cuando ellos están compitiendo directamente con usted?"

El agricultor respondió:

- "¿Usted no sabe? ¡Es simple!. El viento recoge el polen del maíz maduro y lo lleva de campo en campo. Si mis vecinos cultivaran maíz inferior al mío, la polinización degradaría continuamente la calidad de mi maíz. Si yo quiero cultivar maíz bueno, tengo que ayudarlos a cultivar el mejor maíz, cediendo a ellos las mejores semillas."
No es cuestión de competir, en la vida, lo verdaderamente importante es compartir. Se parecen estas dos palabras pero no tienen nada que ver. Competir es querer ser más que los demás, querer que el otro baje para que yo suba. Compartir es hacer que tanto yo como el otro subamos y ganemos.
En esto consiste el amor, en esto consiste el mensaje de Jesús, en esto consiste el Evangelio. En compartir.
Pero no tiene que ser nada material, aún diría más, no se trata de eso. Se trata de compartir el amor, porque cuanto más amemos, más fácil le será al otro amar. Porque cuando alguien se siente amado, resulta muy fácil  darlo a los demás. Por eso Jesús nos amó primero, y lo hizo hasta el extremo. Ahora nos toca a nosotros hacer lo mismo.
No temamos amar, Él nos ha dejado su Espíritu para que podamos hacerlo. Porque sólo amando podremos crecer nosotros y hacer crecer a los demás.
FELIZ DOMINGO Y QUE DIOS OS BENDIGA.

domingo, 19 de mayo de 2019

DOMINGO V DE PASCUA


LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN 13, 31-33a.34-35
Cuando salió Judas del cenáculo, dijo Jesús:
-- Ahora es glorificado el Hijo del Hombre y Dios es glorificado en él. (Si Dios es glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo: pronto lo glorificará.) Hijos míos, me queda poco de estar con vosotros. Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros como yo os he amado, amaos también entre vosotros. La señal por la que conocerán todos que sois discípulos míos, será que os amáis unos a otros.

HOMILÍA

Una pareja de jóvenes estaban muy enamorados y se iban a casar. Unos meses antes de la boda, la novia tuvo un accidente y quedó con el rostro totalmente desfigurado.
 - “No puedo casarme contigo”, le comunicó en una carta a su novio. “Quedé marcada y muy fea para siempre, búscate a otra joven hermosa como tú te mereces, yo no soy digna de ti”
 A los pocos días la muchacha recibió esta respuesta de su novio: “El verdadero indigno soy yo, tengo que comunicarte que he enfermado de la vista y el médico me dijo que voy a quedar ciego... Si aún así estás dispuesta a aceptarme, yo sigo deseando casarme contigo”.
Y se casaron, y cuando lo hicieron, el novio estaba ya totalmente ciego. Vivieron 20 años de amor, felicidad y comprensión, ella fue su lazarillo, se convirtió en sus ojos, en su luz, el amor los fue guiando por ese túnel de tinieblas.
Un día ella enfermó gravemente y cuando agonizaba, se lamentaba por dejarlo solo entre esas tinieblas. El día que ella murió, él abrió sus ojos ante el desconcierto de todos.
- “No estaba ciego”, dijo. “Fingí serlo para que mi mujer no se afligiera al pensar que la veía con el rostro desfigurado. Ahora mi amor descansa en ella”

En esto consiste el mandamiento nuevo que nos dejó el Señor, en amarnos unos a otros simplemente porque sí. No porque lo merezcan, no porque sean mejores o peores, no porque sean más guapos o más feos. Amarnos porque cada uno, sea como sea y haga lo que haga merece la pena.
Pasamos la vida sin darnos cuenta que el amor que Dios nos tiene no es porque nos lo merezcamos, sino por ser nosotros, porque para Él cada uno de nosotros es especial, porque somos únicos e irrepetibles. Y justamente su mandato viene a recordarnos que cada persona es digna de ser amada no por lo que sea, sino por ser ella, por ser única.
El problema es que para poder hacer hay que mirar con los ojos de Dios, unos ojos que miran al corazón y que miran el valor de las personas en su interior.
Hoy Jesús nos recuerda que toda nuestra vida merecerá la pena ser vivida si cerramos los ojos y somos capaces de amar a todo el que esté a nuestro alrededor, porque solamente amando sin distinción es como conseguiremos llevar a cabo el mandamiento nuevo de Cristo, un mandamiento que el cumplió primero muriendo por nosotros sin importarle si éramos más buenos o más malos, simplemente murió porque éramos nosotros. Hagamos nosotros lo mismo.
FELIZ DOMINGO Y QUE DIOS OS BENDIGA.

domingo, 12 de mayo de 2019

DOMINGO IV DE PASCUA


LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN 10, 27-30
En aquel tiempo, dijo Jesús:
-- Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre y nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre, que me las ha dado, supera a todos y nadie puede arrebatarlas de la mano de mi Padre. Yo y el Padre somos uno

HOMILÍA

Un viejecito, ateo e incrédulo, fue a visitar a un sacerdote. Quería que le ayudase a resolver sus dudas de fe. No lograba convencerse de que Jesús de Nazareth hubiera resucitado. Buscaba pruebas de la resurrección.
 Cuando entró en casa del sacerdote, estaba ya alguien hablando con él. El sacerdote entrevió al anciano de pie en el pasillo, y corrió en seguida, sonriente, a ofrecerle una silla.
 Cuando el otro se despidió, el sacerdote hizo entrar al señor anciano. Una vez conocido su problema, le habló largamente y, después de un denso coloquio, el anciano de ateo se convirtió en creyente y quiso volver a ponerse en contacto con la Palabra de Dios, recibir los sacramentos y recobrar la confianza y devoción a la Virgen María. 
 El sacerdote satisfecho, pero también un poco sorprendido por el cambio, le preguntó:
 - Por favor, después de nuestro largo coloquio. ¿cuál ha sido el argumento teológico que yo le he dado y que le ha convencido de que Cristo de verdad ha resucitado y de que Dios existe?
 - El detalle de acercarme la silla para que no me cansase de esperar. – respondió el anciano.
Celebramos en este IV Domingo de Pascua el Domingo del Buen Pastor. Hoy Jesús nos recuerda que el vino a este mundo para guiarnos hacia el Padre, para hacer de nosotros, la Iglesia, su rebaño. Pero también para recordarnos que el rebaño está en nuestras manos y que es deber nuestro guiarlo y llevarlo hacia Dios.
El problema muchas veces está, en que dejamos esta tarea sólo a los curas y a los Obispos, y la cuestión es, que es tarea de todos. Está claro que el sacerdote debe guiar a su parroquia y que es el primero que debe dar ejemplo, y que muchos casos de escándalo sobre sacerdotes hace mucho daño a la Iglesia. Pero ¿y si unos padres dan mal ejemplo a sus hijos y después de bautizarlo no le enseñan a vivir como cristianos no pasa nada?, ¿y si las familias se rompen sólo por cuestiones de dinero y de herencia no pasa nada?, ¿y si los cristianos cada vez vivimos menos como cristianos dejando a Dios de lado no pasa nada?.
Hoy, Jesús nos recuerda que la Iglesia la dejó en manos de todos los cristianos, y si bien es verdad que los sacerdotes deben predicar con el ejemplo, somos todos los cristianos los que debemos ser buenos pastores los unos con los otros, haciendo que la Iglesia brille ante el mundo como el rebaño que Dios quiere.
FELIZ DOMINGO Y QUE DIOS OS BENDIGA.


domingo, 5 de mayo de 2019

DOMINGO III DE PASCUA


LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN 21. 1-19
En aquel tiempo, Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Y se apareció de esta manera:
Estaban juntos Simón Pedro, Tomás apodado el Mellizo, Natanael el de Caná de Galilea, los Zebedeos y otros dos discípulos suyos. Simón
Pedro les dice:
-- Me voy a pescar.
Ellos contestaban:
-- Vamos también nosotros contigo.
Salieron y se embarcaron; y aquella noche no cogieron nada.
Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús. Jesús les dice:
-- Muchachos, ¿tenéis pescado?
Ellos contestaron:
-- No.
Él les dice:
-- Echad la red a la derecha de la barca y encontrareis.
La echaron, y no tenían fuerzas para sacarla, por la multitud de peces. Y aquel discípulo que Jesús tanto quería le dice a Pedro.
-- Es el Señor.
Al oír que era el Señor. Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se echó al agua. Los demás discípulos se acercaron en la barca, porque no distaba de tierra más que unos cien metros, remolcando la red con los peces.
Al saltar a tierra, ven unas brasas con un pescado puesto encima y pan. Jesús les dice:
-- Traed de los peces que acabáis de coger.
Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red repleta de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y aunque eran tantos, no se rompió la red. Jesús les dice:
-- Vamos, almorzad.
Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quien era, porque sabían muy bien que era el Señor. Jesús se acerca, toma el pan y se lo da; y lo mismo el pescado. Esta fue la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos, después de resucitar de entre los muertos.
Después de comer dice Jesús a Simón Pedro:
-- Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos?
Él le contestó:
-- Sí, Señor, tu sabes que te quiero.
Jesús le dice:
-- Apacienta mis corderos.
Por segunda vez le pregunta:
-- Simón, hijo de Juan, ¿me amas?
Él le contesta:
-- Sí, Señor tu sabes que te quiero.
Él le dice:
-- Pastorea mis ovejas.
Por tercera vez le pregunta:
-- Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?
-- Se entristeció Pedro de que le preguntara por tercera vez si lo quería y le contesto:
-- Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero.
Jesús le dice:
-- Apacienta mis ovejas. Te lo aseguro: cuando eras joven, tú mismo te ceñías e ibas adonde querías; pero cuando seas viejo, extenderás las manos, otro te ceñirá y te llevará adonde no quieras.
Esto dijo aludiendo a la muerte con que iba a dar gloria a Dios.
Dicho esto, añadió:
-- Sígueme.

HOMILÍA
Existe un poema que se canta en la lengua de los indios cherokees de los Estados Unidos y que dice así: “Un hombre susurró: «Dios, habla conmigo». Y un ruiseñor comenzó a cantar, pero el hombre no oyó. Entonces el hombre repitió: «Dios, habla conmigo». Y el eco de un trueno se oyó. Pero el hombre fue incapaz de oír. El hombre miró alrededor y dijo: «Dios, déjame verte». Y una estrella brilló en el cielo. Pero el hombre no la vio. El hombre comenzó a gritar: «Dios, muéstrame un milagro». Y un niño nació. Pero el hombre no sintió el latir de la vida. Entonces el hombre comenzó a llorar y a desesperarse: «Dios, tócame y déjame saber que estás aquí conmigo...» Y una mariposa se posó suavemente en su hombro. El hombre espantó la mariposa con la mano y, desilusionado, continuó su camino, triste, solo y con miedo”.
Nos pasamos la vida buscando al Señor, intentando encontrarlo en los grandes acontecimientos, y en las grandes cosas, y no nos damos cuenta que está muy cerca de nosotros, en cada rincón de nuestra vida.
“Es el Señor”, dice el discípulo amado cuando ven al resucitado. Simplemente porque su corazón así se lo decía. “Es el Señor”, es lo que nosotros debemos decir cuando sentimos que ese Cristo vivo se hace presente en la Eucaristía, en cada persona que necesita de nuestro amor, de nuestro cariño. “Es el Señor”, es la frase que debemos interiorizar en nuestro corazón cada vez que llenos de oscuridad encontramos una luz que nos guía y nos acompaña.
Descubramos al Señor en toda nuestra vida, en las cosas buenas y malas, y sobre todo hagamos que los demás lo descubran a través de nuestros pequeños gestos de amor.
FELIZ DOMINGO, FELIZ SEMANA, FELIZ ENCUENTRO CON EL RESUCITADO.