domingo, 29 de julio de 2018

DOMINGO XVII DEL TIEMPO ORDINARIO


LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN 6, 1- 15

En aquel tiempo, Jesús se marchó a la otra parte del lago de Galilea (o de Tiberíades). Lo seguía mucha gente, porque habían visto los signos que hacía con los enfermos. Subió Jesús entonces a la montaña y se sentó allí con sus discípulos. Estaba cerca de la Pascua, la fiesta de los judíos. Jesús entonces levantó los ojos, y al ver que acudía mucha gente dijo a Felipe:

-- ¿Con qué compraremos panes para que coman estos? (lo decía para tentarlo pues bien sabía él lo que iba a hacer).

Felipe le contestó:

-- Doscientos denarios de pan no bastan para que a cada uno le toque un pedazo.

Uno de sus discípulos, Andrés el hermano de Simón Pedro, le dijo:

-- Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y un par de peces, pero, ¿qué es esto para tantos?

Jesús dijo:

-- Decid a la gente que se siente en el suelo.

Había mucha hierba en aquel sitio. Se sentaron: sólo los hombres eran unos cinco mil. Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados; lo mismo todo lo que quisieron del pescado. Cuando se saciaron, dijo a sus discípulos:

-- Recoged los pedazos que han sobrado; que nada se desperdicie.

Los recogieron y llenaron doce canastas con los pedazos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido.

La gente entonces, al ver el signo que había hecho, decía:

-- Este si que es el Profeta que tenía que venir al mundo.

Jesús sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró otra vez a la montaña, él solo.

HOMILÍA

De entre todos los pueblos que el mulá Nasrudin visitó en sus viajes, había uno que era especialmente famoso porque a sus habitantes se les daban muy bien los números. Nasrudín encontró alojamiento en la casa de un granjero. A la mañana siguiente se dio cuenta de que el pueblo no tenía pozo. Cada mañana, alguien de cada familia del pueblo cargaba uno o dos burros con garrafas de agua vacías y se iban a un riachuelo que estaba a una hora de camino, llenaban las garrafas y las llevaban de vuelta al pueblo, lo que les llevaba otra hora más.

- "¿No sería mejor si tuvieran agua en el pueblo?", preguntó Nasrudín al granjero de la casa en la que se alojaba.

- "¡Por supuesto que sería mucho mejor!", dijo el granjero. "El agua me cuesta cada día dos horas de trabajo para un burro y un chico que lleva el burro. Eso hace al año mil cuatrocientas sesenta horas, si cuentas las horas del burro como las horas del chico. Pero si el burro y el chico estuvieran trabajando en el campo todo ese tiempo, yo podría, por ejemplo, plantar todo un campo de calabazas y cosechar cuatrocientas cincuenta y siete calabazas más cada año."

- "Veo que lo tienes todo bien calculado", dijo Nasrudín admirado. "¿Por qué, entonces, no construyes un canal para traer el agua al río?"

- "¡Eso no es tan simple!", dijo el granjero. "En el camino hay una colina que deberíamos atravesar. Si pusiera a mi burro y a mi chico a construir un canal en vez de enviarlos por el agua, les llevaría quinientos años si trabajasen dos horas al día. Al menos me quedan otros treinta años más de vida, así que me es más barato enviarles por el agua."

- "Sí, ¿pero es que serías tú el único responsable de construir un canal? Son muchas familias en el pueblo."

- "Claro que sí", dijo el granjero. "Hay cien familias en el pueblo. Si cada familia enviase cada día dos horas un burro y un chico, el canal estaría hecho en cinco años. Y si trabajasen diez horas al día, estaría acabado un año."

- "Entonces, ¿por qué no se lo comentas a tus vecinos y les sugieres que todos juntos construyáis el canal?

- "Mira, si yo tengo que hablar de cosas importantes con un vecino, tengo que invitarle a mi casa, ofrecerle té y hablar con él del tiempo y de la nueva cosecha, luego de su familia, sus hijos, sus hijas, sus nietos. Después le tengo que dar de comer y después de comer otro té y él tiene que preguntarme entonces sobre mi granja y sobre mi familia para finalmente llegar con tranquilidad al tema y tratarlo con cautela. Eso lleva un día entero. Como somos cien familias en el pueblo, tendría que hablar con noventa y nueve cabezas de familia. Estarás de acuerdo conmigo que yo no puedo estar noventa y nueve días seguidos discutiendo con los vecinos. Mi granja se vendría abajo. Lo máximo que podría hacer sería invitar a un vecino a mi casa por semana. Como un año tiene sólo cincuenta y dos semanas, eso significa que me llevaría casi dos años hablar con mis vecinos. Conociendo a mis vecinos como les conozco, te aseguro que todos estarían de acuerdo con hacer llegar el agua al pueblo, porque todos ellos son buenos con los números. Y como les conozco, te digo, que cada uno prometería participar si los otros participasen también. Entonces, después de dos años, tendría que volver a empezar otra vez desde el principio, invitándoles de nuevo a mi casa y diciéndoles que todos están dispuestos a participar."

- "Vale", dijo Nasrudín, "pero entonces en cuatro años estarías preparados para comenzar el trabajo. ¡Y al año siguiente, el canal estaría construido!"

- "Hay otro problema", dijo el granjero. "Estarás de acuerdo conmigo que una vez que el canal esté construido, cualquiera podrá ir por agua, tanto como si ha o no contribuido con su parte de trabajo correspondiente."

- "Lo entiendo", dijo Nasrudín . "Incluso, si quisierais, no podríais vigilar todo el canal."

- "Pues no", dijo el granjero. "Cualquier caradura que se hubiera librado de trabajar, se beneficiaría de la misma manera que los demás y sin coste alguno."

- "Tengo que admitir que tienes razón", dijo Nasrudín.

- "Así que, como a cada uno de nosotros se nos dan bien los números, intentaremos escabullirnos. Un día el burro no tendrá fuerzas, el otro el chico de alguien tendrá tos, otro la mujer de alguien estará enferma, y el niño, el burro tendrán que ir a buscar al médico.

Como a nosotros se nos dan bien los números, intentaremos escurrirnos el bulto. Y como cada uno de nosotros sabe que los demás no harán lo que deben, ninguno mandará a su burro o a su chico a trabajar. Así, la construcción del canal ni siquiera se empezará."

- "Tengo que reconocer que tus razones suenan muy convincentes", dijo Nasrudín. Se quedó pensativo por un momento, pero de repente exclamó:

- "Conozco un pueblo al otro lado de la montaña que tiene el mismo problema que ustedes tienen. Pero ellos tienen un canal desde hace ya veinte años."

- "Efectivamente", dijo el granjero, "pero a ellos no se les dan bien los números."

Al que no se le daban bien los números era al Señor. Con cinco panes dio de comer a cinco mil. Y es que en cuestión de amor, los números, nunca llevan la razón.

Es una lástima que a los cristianos se nos den tan bien los números, y que pongamos miles de excusas para compartir, para dar. ¿Y si luego me hace falta?, ¿y si lo utiliza mal?, ¿Y si …..?

Ser cristiano no es cuestión de números, ni es cuestión de excusas, es cuestión de amar, de compartir, de generosidad. Porque sólo poniendo lo que tenemos y lo que somos en las manos del Señor, como hizo el hombre del evangelio, Él podrá multiplicarlo.

FELIZ DOMINGO Y QUE DIOS OS BENDIGA.

domingo, 22 de julio de 2018

DOMINGO XVI DEL TIEMPO ORDINARIO


LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MARCOS 6, 30- 34

En aquel tiempo los Apóstoles volvieron a reunirse con Jesús, y le contaron todo lo que había hecho y enseñado. Él les dijo:

-- Venid vosotros solos a un sitio tranquilo a descansar un poco.

Porque eran tantos los que iban y venían, que no encontraban tiempo ni para comer. Se fueron en barca a un sitio tranquilo y apartado. Muchos los vieron marcharse y los reconocieron; entonces de todas las aldeas fueron corriendo por tierra a aquel sitio y se les adelantaron. Al desembarcar, Jesús vio una multitud y le dio lástima de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor; y se puso a enseñarles con calma.

HOMILÍA

Nos encontramos inmersos en el mes de Julio, mes de vacaciones, de buscar momentos de relax, y escapar del ruidoso mundo en el que nos vemos inmersos a lo largo del año. También el Señor, cuando llegaron los discípulos de predicar, los llevó a un sitio tranquilo para descansar.

Pero al parecer, al Señor le pasa lo mismo que a nosotros. Cuando te vas de vacaciones o buscas un tiempo para relajarte, siempre surgen dificultades y complicaciones, que hacen imposible el descanso. Pero él no se quejó, al contrario “se puso a enseñarles con calma”. Y es que él conocía algo que a nosotros se nos escapa.

Cierto día, un rey decidió pedir a dos pintores famosos un cuadro que reflejara la paz perfecta. Durante muchos días los pintores realizaron sus trabajos, hasta que por fin un día le presentaron los dos cuadros al rey.

El primero era un lago muy tranquilo. Este lago era un espejo perfecto donde se reflejaban unas placidas montañas que lo rodeaban. Sobre estas se encontraba un cielo muy azul con tenues nubes blancas. Todos quienes miraron esta pintura pensaron que esta reflejaba la paz perfecta.

La segunda pintura también tenía montañas. Pero estas eran escabrosas y descubiertas. Sobre ellas había un cielo furioso del cual caía un impetuoso aguacero con rayos y truenos. Montaña abajo parecía retumbar  un espumoso torrente de agua. Todo esto parecía lo contrario a la paz perfecta.

Después de un tiempo observando los cuadros, el rey se decidió por la segunda. Todo el mundo se escandalizó, y comenzaron a preguntarle al rey cómo pretendiendo reflejar la paz perfecta había escogido la pintura de la tormenta. Entonces el rey les explicó: “fijaos en la cascada que aparece en el torrente. Justamente al pie de esa cascada hay un arbusto que está naciendo, y entre sus ramas hay un nido. Allí, en medio del rugir de la tormenta, plácidamente sentado aparece un pajarito. Ese es el verdadero sentido de la paz perfecta. Porque paz no significa estar en un lugar sin ruidos, sin problemas, sin trabajo duro o sin dolor. Paz significa que a pesar de estar en medio de todas estas cosas permanezcamos calmados dentro de nuestro corazón. Este es el verdadero significado de la paz."

El único que puede darnos a nosotros esa verdadera paz es el Señor. Ese buen Pastor que nos acoge con calma, que nos enseña con tranquilidad, que nos ama a pesar de nuestras traiciones. Sólo si buscamos a ese Dios, como hizo la gente, y nos quedamos con él, podremos encontrar el descanso y la serenidad para que en medio de nuestra propia tormenta encontremos la paz necesaria para hacer nosotros lo mismo con los demás.

FELIZ DOMINGO Y QUE DIOS OS BENDIGA.

domingo, 15 de julio de 2018

DOMINGO XV DEL TIEMPO ORDINARIO


LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MARCOS 6, 7- 13

En aquel tiempo llamó Jesús a los Doce y los fue enviando de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos. Les encargó que llevaran para el camino un bastón y nada más, pero ni pan ni alforja, ni dinero suelto en la faja; que llevasen sandalias, pero no, túnica de repuesto. Y añadió:

-- Quedaos en la casa donde entréis, hasta que os vayáis de aquel sitio. Y si un lugar no os recibe ni os escucha, al marcharos sacudíos el polvo de los pies, para probar su culpa.

Ellos salieron a predicar la conversión, echaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban.

HOMILÍA

Un hombre dormía en su cabaña cuando de repente una luz iluminó la habitación y apareció Dios.

El Señor le dijo que tenía un trabajo para él y le enseñó una gran roca frente a la cabaña. Le explicó que debía empujar la piedra con todas sus fuerzas. El hombre hizo lo que el Señor le pidió, día tras día. Por muchos años, desde que salía el sol hasta el ocaso, el hombre empujaba la fría piedra con todas sus fuerzas...y esta no se movía. Todas las noches el hombre regresaba a su cabaña muy cansado y sintiendo que todos sus esfuerzos eran en vano.

Como el hombre empezó a sentirse frustrado, Satanás decidió entrar en el juego trayendo pensamientos a su mente:
-"Has estado empujando esa roca por mucho tiempo, y no se ha movido". Le dio al hombre la impresión que la tarea que le había sido encomendada era imposible de realizar y que él era un fracaso. Estos pensamientos incrementaron su sentimiento de frustración y desilusión.
-Satanás le dijo: "¿Por qué esforzarte todo el día en esta tarea imposible? Solo haz un mínimo esfuerzo y será suficiente".

El hombre pensó en poner en práctica esto pero antes decidió elevar una oración al Señor y confesarle sus sentimientos:
-"Señor, he trabajado duro por mucho tiempo a tu servicio. He empleado toda mi fuerza para conseguir lo que me pediste, pero aún así, no he podido mover la roca ni un milímetro. ¿Qué pasa? ¿Por qué he fracasado? ".

El Señor le respondió con compasión:"Querido amigo, cuando te pedí que me sirvieras y tu aceptaste, te dije que tu tarea era empujar contra la roca con todas tus fuerzas, y lo has hecho. Nunca dije que esperaba que la movieras. Tu tarea era empujar. Ahora vienes a mi sin fuerzas a decirme que has fracasado, pero ¿en realidad fracasaste?. Mírate ahora, tus brazos están fuertes y musculosos, tu espalda fuerte y bronceada, tus manos callosas por la constante presión, tus piernas se han vuelto duras.

A pesar de la adversidad has crecido mucho y tus habilidades ahora son mayores que las que tuviste alguna vez. Cierto, no has movido la roca, pero tu misión era creer en mi. Eso lo has conseguido. Ahora, querido amigo, yo moveré la roca".

La misma tarea que Jesús encomendó a sus apóstoles, es la que hoy nos encomienda a cada uno de nosotros, los cristianos. Nos envía a predicar, a dar a conocer su mensaje y su vida. Y nos envía como a aquellos discípulos, sin nada más que nuestra fe en él. Para predicar sólo nos hace falta confiar en que él será el que mueva las rocas que nosotros empujamos, o los corazones a los que nosotros llegamos de manera imperfecta.

El predicar no es para nosotros, o no debería de ser, una carga, sino algo que nos libera y sobre todo que nos llena de felicidad, porque si somos capaces de predicar con nuestra vida, es que somos capaces de vivir, aunque de manera limitada, el mensaje del Evangelio.

FELIZ DOMINGO Y QUE DIOS OS BENDIGA.

domingo, 8 de julio de 2018

DOMIGO XIV DEL TIEMPO ORDINARIO


LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MARCOS 6, 1-6

En aquel tiempo fue Jesús a su tierra en compañía de sus discípulos. Cuando llegó el sábado, empezó a enseñar en la sinagoga; la multitud que le oía se preguntaba asombrada: "¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es esa que le han enseñado? ¿Y esos milagros de sus manos? ¿No es éste el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago y José y Judas y Simón? ¿Y sus hermanas no viven con nosotros aquí?" Y desconfiaban de él. Jesús les decía:

-- No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa.

No pudo hacer allí ningún milagro, solo curó a algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y se extraño de su falta de fe. Y recorría los pueblos del contorno enseñando.

HOMILÍA

No hay nada más contagioso que una gran muchedumbre sintiendo lo mismo, ya sea para alegrarse o para entristecerse. Si un grupo numeroso de personas se ponen de acuerdo para llevar a cabo algo, lo consiguen, o al contrario, si mucha gente se pone de acuerdo para rechazar algo, hasta el más fervoroso defensor comenzará a dudar.

Eso mismo le pasó al Señor en su pueblo. La gente comenzó a criticarlo, no creían en él, pero como siempre el Señor no sigue lo común y razonable, no se dejó vencer por el rechazo de sus paisanos, sino que siguió predicando por otros sitios, porque esa era su misión.

Y este es precisamente el mensaje que hoy nos deja el Evangelio. Vivimos en un mundo en el que el pasotismo y el rechazo a la Iglesia y a la fe es cada vez mayor, pero nosotros no podemos dejarnos llevar por ello, y mucho menos hacernos partícipes de su desánimo. Debemos ser como aquel gran violinista llamado Paganini. Algunos decían que él era muy extraño. Otros, que era sobrenatural. Las notas mágicas que salían de su violín tenían un sonido diferente, por eso nadie quería perder la oportunidad de ver su espectáculo.

Una cierta noche, el palco de un auditorio repleto de admiradores estaba preparado para recibirlo. La orquestra entró y fue aplaudida. El maestro fue ovacionado.

Mas cuando la figura de Paganini surgió, triunfante, el público deliró. Paganini coloca su violín
en el hombro y lo que se escucha es indescriptible. Breves y semibreves, fusas y semifusas, corcheas y semicorcheas parecen tener alas y volar con el toque de sus dedos encantados.

De repente, un sonido extraño interrumpe el solaz de la platea. Una de las cuerdas del violín de Paganini se rompió. El maestro paró. La orquestra paró. El público paró. Pero Paganini no paró. Mirando su partitura, continúa arrancando sonidos deliciosos de un violín con problemas. El maestro y la orquesta, exaltados, vuelven a tocar.

Antes de que el público se serenara, otro sonido perturbador derrumba la atención de los asistentes. Otra cuerda del violín de Paganini se rompe. El maestro paró nuevamente. La orquesta paró nuevamente. Paganini no paró. Como si nada hubiese sucedido, él olvidó las dificultades y avanzó sacando sonidos de lo imposible. El maestro y la orquesta, impresionados volvieron a tocar. Pero el público no podría imaginar lo que estaba por suceder.

Todas las personas, atónitas, exclamaron OHHH! Una tercera cuerda del violín de Paganini se rompe. El maestro se paralizó. La orquesta paró. La respiración del público se detuvo. Pero Paganini como si fuese un contorsionista musical, arranca todos los sonidos de la única cuerda que sobrara de su violín destruido. El público parte del silencio para la euforia, de la inercia para el delirio. Paganini alcanza la gloria.

Y es que no importa como sea El ambiente que nos rodea. Si nosotros confiamos en lo que creemos y sobre todo confiamos en que Dios está siempre con nosotros, podremos ser, aún en los ambientes más difíciles fieles a la misión que Dios nos encomendó, que no es otra que la de anunciar el Evangelio.

FELIZ DOMINGO Y QUE DIOS OS BENDIGA.

domingo, 1 de julio de 2018

DOMINGO XIII DEL TIEMPO ORDINARIO


LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MARCOS 5, 21-43
En aquel tiempo, Jesús atravesó de nuevo a la otra orilla, se le reunió mucha gente a su alrededor, y se quedó junto al lago. Se acercó un jefe de la sinagoga, que se llamaba Jairo, y al verlo se echo a sus pies, rogándole con insistencia:
-- Mi niña está en las últimas; ven, pon las manos sobre ella, para que se cure y viva.
Jesús se fue con el acompañado de mucha gente que lo apretujaba. Había una mujer que padecía flujos de sangre desde hacia doce años. Muchos médicos la habían sometido a toda clase de tratamientos y se había gastado en eso toda su fortuna; pero en vez de mejorar se había puesto peor. Oyó hablar de Jesús y acercándose por detrás, entre la gente, le tocó el manto, pensando que con sólo tocarle el vestido, curaría. Inmediatamente se secó la fuente de sus hemorragias y notó que su cuerpo estaba curado.
Jesús, notando que había salido una fuerza de él, se volvió enseguida en medio de la gente, preguntando:
-- ¿Quién me ha tocado el manto?
Los discípulos le contestaron:
--Ves como te apretuja la gente y preguntas: “¿quién me ha tocado?”
Él seguía mirando alrededor, para ver quién había sido. La mujer se acercó asustada y temblorosa, al comprender lo que había pasado, se le echo a los pies y le confesó todo. Él le dijo:
-- Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz y con salud.
Todavía estaba hablando, cuando llegaron de casa del jefe de la sinagoga para decirle:
-- Tu hija se ha muerto. ¿Para qué molestar más al maestro?
Jesús alcanzó a oír lo que hablaban y le dijo al jefe de la sinagoga:
-- No temas; basta que tengas fe.
No permitió que lo acompañara nadie, más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago. Llegaron a casa del jefe de la sinagoga y encontró el alboroto de los que lloraban y se lamentaban. Entró y les dijo:
-- ¿Qué estrépito y que lloros son estos? La niña no está muerta, está dormida.
Se reían de él. Pero él los echó fuera a todos, y con el padre y la madre de la niña y sus acompañantes entró donde estaba la niña, la cogió de la mano, y le dijo:
-- Talitha qumi (que significa: contigo hablo, niña, levántate).
La niña se puso en pie inmediatamente y echo a andar --tenía doce años--. Y se quedaron viendo visiones. Les insistió en que nadie se enterase; y les dijo que dieran de comer a la niña.
HOMILÍA
Resulta curioso, como los dos milagros que hoy nos cuenta el Evangelio, son frutos de la fe de las personas implicadas, más que obra directa del Señor.
El caso de la mujer con hemorragias, es quizá el más claro de los dos, ya que es el mismo Señor el que le dice: hija, tu fe te ha salvado. Pero con la hija de Jairo sucede lo mismo, Jesús le dice: basta que tengas fe.
Y es que nuestro Dios, es un Dios que nos ama tanto, que quiere que nosotros seamos parte activa en nuestra salvación. Necesita de nosotros, y sobre todo, de nuestra fe.
Por eso hoy es el día para plantearnos cómo anda nuestra fe. Todos creemos, todos sabemos que Dios nos ama, y le rezamos, pero ¿cuidamos nuestra fe?.
Había una vez un leñador que se presentó a trabajar en una maderera. El sueldo era bueno y las condiciones de trabajo mejores aún; así que un leñador se decidió a hacer buen papel.
El primer día se presentó al capataz, quien le dio un hacha y le designó una zona. El hombre entusiasmado salió al bosque a talar. En un solo día cortó dieciocho árboles.
— Te felicito – dijo el capataz — sigue así.
Animado por las palabras del capataz, un leñador se decidió a mejorar su propio record; así que esa noche se acostó bien temprano. Por la mañana se levantó antes que nadie y se fue al bosque. A pesar de todo el empeño, no consiguió cortar más que quince árboles.
— Me debo haber cansado – pensó y decidió acostarse con la puesta del sol.
Al amanecer, se levantó decidido a batir su marca de dieciocho árboles. Sin embargo, ese día no llegó ni a la mitad. Al día siguiente fueron siete, luego cinco y el último día estuvo toda la tarde tratando de cortar su segundo árbol.
Inquieto por lo que pensaría del capataz, un leñador se acercó a contarle lo que le estaba pasando y a jurarle y perjurarle que se esforzaba al límite de desfallecer. El capataz le preguntó:
— ¿cuánto hace que no afilas tu hacha?— ¿afilar? No he tenido tiempo de afilarla, he estado muy ocupado cortando árboles.
Pasamos por la vida muchas veces, sin darnos cuenta que para poder vivir en plenitud nuestra vida de cristianos, no basta con querer hacer las cosas bien, hay que cuidar nuestra vida interior. El ser cristianos no es sólo una forma ética de ver la vida, no es sólo querer mucho a los que nos rodean. El ser cristianos parte de nuestra experiencia de Dios, de nuestra fe en él, y será esa fe la que transforme nuestra forma de mirar a los demás.
Por eso hoy el Señor nos recuerda con estos dos milagros, que es fundamental cuidar nuestra fe, “afilar el hacha”, para que con una fe fuerte y apoyada en él, podamos salir al mundo a decirle a los demás que somos cristianos, y la única forma que hay para eso es amándolos como Cristo nos amó.
FELIZ DOMINGO Y QUE DIOS OS BENDIGA.