domingo, 29 de abril de 2018

DOMINGO V DE PASCUA


LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN 15, 1-8

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos:

-- Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento mío que no da fruto lo poda para que dé más fruto. Vosotros estáis limpios por las palabras que os he hablado; permaneced en mí y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada. Al que no permanece en mí, lo tiran fuera, como al sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden. Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pediréis lo que deseéis, y se realizará. Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos.

HOMILÍA

La anciana que vivía en una granja observó que su gallo cantaba siempre a la misma hora, minutos antes de comenzar el día; pensó entonces que era el canto de su gallo el que producía la salida del sol.

Los vecinos molestos por el canto, protestaron. La anciana decidió entonces irse a vivir a otro pueblo llevándose el gallo.

La primera madrugada en su nuevo hogar fue igual que siempre: el gallo cantó y el sol comenzó a elevarse sobre el horizonte. Poco a poco la claridad invadió el lugar.

La mujer pensó:

- "Lo lamento por la gente del otro pueblo a quienes dejé a oscuras para siempre".

Le extrañó que nunca la hubieran llamado para que regresara.

El pensamiento de la anciana parece de broma y sin embargo es tan real, ya que nosotros mismos lo hacemos real porque pensamos como ella cuando creemos que por nuestras propias fuerzas somos capaces de amar al que nos ha hecho daño, de perdonar una ofensa, de tener misericordia con los demás, de socorrer sin beneficio alguno al que lo necesita.

Todo eso lo podemos hacer sólo si hemos sido amados primero, si permanecemos en el que es todo amor, en el que nos da la fuerza necesaria para hacerlo.

Por eso el Señor repite hasta ocho veces la palabra permanecer, porque solo en Dios y por Dios podemos vivir como auténticos cristianos. Si fuera por nuestras propias fuerzas siempre lo podríamos hacer, y sabemos perfectamente que no es así.

Permanezcamos en el Señor y dejemos que él sea nuestra fuerza y sobre todo nuestro amor.

FELIZ DOMINGO Y QUE DIOS OS BENDIGA.

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