domingo, 24 de julio de 2016

DOMINGO XVII DEL TIEMPO ORDINARIO

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS 11, 1- 13
Una vez que estaba Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, uno de los discípulos le dijo:
-- Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos.
Él les dijo:
-- Cuando oréis, decid: Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino, danos cada día nuestro pan del mañana, perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que no debe algo, y no nos dejes caer en la tentación.
Y les dijo:
-- Si alguno de vosotros tiene un amigo y viene durante la medianoche para decirle: "Amigo, préstame tres panes pues uno de mis amigos ha venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle. Y, desde dentro el otro le responde: "No me molestes; la puerta está cerrada; mis niños y yo estamos acostados: no puedo levantarme para dártelos". Si el otro insiste llamando, yo os digo que si no se levanta y se los da por ser amigo suyo, al menos por la importunidad se levantará y le dará cuanto necesite. Pues, así os digo a vosotros: Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá; por que quien pide, recibe; quien busca, halla; y al que llama, se le abre. ¿Qué padre entre vosotros, cuando el hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿O si le pide un pez, le dará una serpiente? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión? Si vosotros que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo piden?

HOMILIA
Un padre estaba observando a su hijo pequeño que trataba de mover una maceta con flores muy pesada. El pequeño se esforzaba, sudaba, pero no conseguía desplazar la maceta ni un milímetro.

- “¿Has empleado todas tus fuerzas”, le preguntó el padre.

- “Sí”, respondió el niño.

- “No”, replicó el padre. “Aún no me has pedido que te ayude”.
Cuando los discípulos de Jesús le pidieron que los enseñase a leer, no fue porque no supieran rezar como cualquier judío, sino porque vieron que la oración que hacía Jesús era distinta, era un momento de intimidad con Dios, de dejarse amar por él, era el momento en el que hombre y Dios se hacía uno.
Y es que, todo el mensaje del Evangelio, humanamente es muy difícil de alcanzar. Las fuerzas que nosotros tenemos se ven empañadas por nuestra debilidad, y necesitamos de la ayuda de Dios para poder llevarlo a cabo. Nuestras fuerzas no bastan, y como Jesús lo sabía enseñó a sus discípulos y a nosotros que la única forma de mover y de cambiar el mundo es pidiéndoselo al Padre.
El Papa Francisco dijo que la verdadera evangelización se haría de rodillas, y es que la fuerza de la oración es tan grande como lo es el mismo Dios. Es dejar que el Padre sea el que mueva nuestra vida, el que nos mueva a nosotros.
Pongamos nuestras vidas en las manos del Señor, porque al que pide se le da, el que busca encuentra y al que llama se le abre.


FELIZ DOMINGO Y QUE DIOS OS BENDIGA.

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