domingo, 15 de junio de 2014

DOMINGO DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN 3, 16-18
Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios.

HOMILÍA
Cuenta San Agustín que escribiendo su libro “De Trinitate”, tuvo un sueño: iba caminando por la playa cuando vio a un niño que estaba echando agua en un agujero que había hecho en la arena.
San Agustín le pregunto: “¿Qué estás haciendo?”.
A lo que el niño le respondió: “Estoy intentando meter toda el agua del mar en este agujero”.
¡Eso es imposible!. Contestó San Agustín. “Nunca lograrás hacerlo, es una tarea que nunca se acabará”.
Y el niño respondió: Es lo mismo de imposible que intentar explicar en un libro el misterio de la Trinidad.
Nosotros creemos en un Dios Trinidad. En un Dios que es Padre, Hijo y Espíritu Santo. ¿Pero eso como se explica? De ninguna forma. No hace falta explicarlo. Hace falta creerlo, pero más aún, y es lo importante de esta fiesta, hace falta vivirlo.
Creer en el misterio de la Santísima Trinidad nos obliga a vivir según esa fe y por tanto a hacerla vida. Nos obliga a ser como el Padre, amando a todos sin importarnos su fe, sus ideas, o su condición social. Nos obliga a ser como el Hijo y entregarnos por completo ante las necesidades del otro. Y nos obliga a ser como el Espíritu Santo siempre dispuesto a ayudar donde se nos necesite.
Y para lograr vivir esta fe necesitamos también dejarnos amar por el Padre, siempre dispuesto a perdonarnos y a acogernos. Necesitamos dejarnos salvar por el Hijo, que vino a este mundo a liberarnos de la esclavitud de nosotros mismos, de nuestros egoísmos, de nuestras miserias. Y necesitamos de la fuerza del Espíritu Santo, siempre dispuesto a animarnos en nuestro camino y a darnos fuerzas para superar todas las dificultades.
El misterio de la Santísima Trinidad cobra sentido cuando lo llevamos a nuestra vida, cuando lo hacemos nuestro, pero sobre todo cuando lo damos a los demás, dándonos a nosotros mismos.
Que no nos haga falta nunca explicar en lo creemos, porque todo aquel que vea nuestra forma de vivir pueda decir: “mira, ese es cristiano, se le nota por sus obras que cree en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo”.

FELIZ DOMINGO Y QUE LA SANTÍSIMA TRINIDAD OS BENDIGA.

No hay comentarios:

Publicar un comentario