domingo, 11 de marzo de 2018

DOMINGO IV DE CUARESMA


LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN 3, 14- 21

En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo:

-- Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna. Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él. El que cree en él no será condenado; el que no cree ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios. El juicio consiste en esto: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra perversamente detesta la luz y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras. En cambio, el que realiza la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios.

HOMILÍA

Una pareja de jóvenes estaban muy enamorados y se iban a casar. Unos meses antes de la boda, la novia tuvo un accidente y quedó con el rostro totalmente desfigurado.

 - “No puedo casarme contigo”, le comunicó en una carta a su novio. “Quedé marcada y muy fea para siempre, búscate a otra joven hermosa como tú te mereces, yo no soy digna de ti”

 A los pocos días la muchacha recibió esta respuesta de su novio: “El verdadero indigno soy yo, tengo que comunicarte que he enfermado de la vista y el médico me dijo que voy a quedar ciego... Si aún así estás dispuesta a aceptarme, yo sigo deseando casarme contigo”.

Y se casaron, y cuando lo hicieron, el novio estaba ya totalmente ciego. Vivieron 20 años de amor, felicidad y comprensión, ella fue su lazarillo, se convirtió en sus ojos, en su luz, el amor los fue guiando por ese túnel de tinieblas.

Un día ella enfermó gravemente y cuando agonizaba, se lamentaba por dejarlo solo entre esas tinieblas. El día que ella murió, él abrió sus ojos ante el desconcierto de todos.

- “No estaba ciego”, dijo. “Fingí serlo para que mi mujer no se afligiera al pensar que la veía con el rostro desfigurado. Ahora mi amor descansa en ella”

En nuestro mundo hay verdaderas historias de amor, corazones tan frágiles como los nuestros son capaces de sentir y experimentar un amor tan grande que hace lo que sea para que la otra persona se sienta viva y amada hasta el fin.

Sin embargo, en numerosas ocasiones se nos olvida que la verdadera historia de amor se realiza en nuestra vida cada día, porque es ahí donde Dios nos muestra el infinito amor con el que nos ha amado.

“Tanto amó Dios al mundo, que e entregó a su hijo para que el mundo se salve por él”. Un amor que debe hacer de nosotros vivir para corresponderlo. Vivir para amarlo en los hermanos que tenemos cerca, porque es ahí donde Dios se presenta en nuestras vidas. Una historia de amor que no podemos dejar escapar de nuestras vidas.

Dejemos que el amor de Dios se acerque a nosotros, porque, aunque nunca seremos dignos de tan grande sacrificio, Dios nunca se cansará de amarnos.

FELIZ DOMINGO Y QUE DIOS OS BENDIGA.

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