domingo, 29 de enero de 2017

DOMINGO IV DEL TIEMPO ORDINARIO

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO 5, 1- 12a
En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió a la montaña, se sentó, y se acercaron sus discí
pulos; y él se puso a hablar, enseñándoles: 
--Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. 
· Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados. 
· Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la tierra. 
· Dichosos los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados. 
· Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. 
· Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. 
· Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos se llamarán los Hijos de Dios. 
· Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. 
· Dichosos vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi 
causa. 
· Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo.
HOMILÍA 
Leí alguna vez esta historia que me parece que puede ayudarnos a entender las 
Bienaventuranzas que nos presenta hoy san Mateo en su Evangelio. “El dueño de una tienda 
estaba clavando un letrero sobre la puerta que decía 'Cachorros para la venta'. Letreros como 
ese atraen a los niños, y tan es así que un niñito apareció bajo el letrero. –¿Cuánto cuestan los 
cachorros? – preguntó. – Entre 80 y 100 € – replicó el dueño. El niño buscó en sus bolsillos y 
sacó unas monedas. Tengo 50 € – dijo – ¿Puedo verlos, por favor? El dueño sonrió y dio un 
silbido, y de la perrera salió Laika, corriendo por el pasillo de la tienda seguida de cinco 
diminutas bolas plateadas de pelaje. Uno de los cachorros se retrasaba considerablemente 
detrás de los demás.
– ¿Qué pasa con ese perrito? – dijo el niño señalando al cachorro que cojeaba rezagado. El 
dueño de la tienda le explicó que el veterinario lo había examinado, y había descubierto que 
no tenía la cavidad del hueso de la cadera. Siempre sería cojo. El niño se emocionó. Ese es el 
cachorro que quiero comprar. No tienes que comprar ese perrito – le dijo el dueño de la tienda 
–. Si realmente lo quieres te lo daré. El niño se molestó un poco. Miró directamente a los ojos 
de dueño de la tienda, y señalándolo con el dedo dijo: – No quiero que me lo regale. Ese 
perrito vale tanto como los demás, y pagaré todo su valor. En efecto, le daré 50 € ahora, y 10 
€ mensuales hasta que lo haya pagado completamente. No creo que quieras comprar ese 
perrito – replicó el dueño –. Nunca va a poder correr ni jugar ni saltar contigo como los demás 
cachorros. En ese momento, el pequeño se agachó y arremangó su pantalón para mostrar una 
pierna malamente lisiada, retorcida y sujeta por una gran abrazadera de metal. ¡Bien – replicó suavemente el niño mirando al dueño de la tienda – yo tampoco corro muy bien, y el 
cachorrito necesitará a alguien que lo entienda! 
En efecto, sólo los que son pobres de espíritu podrán entender a los pobres de espíritu, sólo 
los que han sufrido, podrán entender a los que sufren, sólo los que han necesitado de la tard
misericordia de los demás, entenderán a los que necesitan de la suya, sólo los que buscan la 
paz, podrán hacer que haya paz a su alrededor, sólo los que tienen un corazón limpio pueden 
acercarse a los demás y limpiar su corazón.
El sentido de las bienaventuranzas no es hacernos infelices, sino todo lo contrario, es 
acercarnos a aquellos que están más necesitados y poder comprenderlos, poder acogerlos, ya 
que nosotros lo hemos necesitado antes. 
Vivamos según el Evangelio, ya que Dios ha escogido lo necio y lo pequeño de este mundo 
para mostrarle al mundo su verdadera grandeza, porque el más pequeño en el mundo, será el 
más grande en el reino de los cielos. 

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