domingo, 18 de agosto de 2013

DOMINGO XX DEL TIEMPO ORDINARIO

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS 12, 49-43
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
-- He venido a prender fuego en el mundo, ¡y ojalá estuviera ya ardiendo! Tengo que pasar por un bautismo, ¡y qué angustia hasta que se cumpla! ¿Pensáis que he venido a traer al mundo paz? No, sino división. En adelante, una familia de cinco estará dividida: tres contra dos y dos contra tres; estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra.
HOMILÍA
Palabras duras las que el Señor hoy nos dice en el Evangelio. Palabras que no se pueden entender sin fe, ya que la fe es la que nos hace ver el mundo de manera diferente, y sobre todo la que nos hace afrontar las dificultades de este mundo con una confianza total en Dios.
Cuentan que un alpinista se preparó durante varios años para conquistar el Aconcagua. Su desesperación por proeza era tal que, conociendo todos los riesgos, inició su travesía sin compañeros, en busca de la gloria sólo para él.

Empezó a subir y el día fue avanzando, se fue haciendo tarde y más tarde, y no se preparó para acampar, sino que decidió seguir subiendo para llegar a la cima ese mismo día. Pronto oscureció. La noche cayó con gran pesadez en la altura de la montaña y ya no se podía ver absolutamente nada.

Todo era negro, cero visibilidad, no había luna y las estrellas estaban cubiertas por las nubes. Subiendo por un acantilado, a unos cien metros de la cima, se resbaló y se desplomó por los aires.

Caía a una velocidad vertiginosa, sólo podía ver veloces manchas más oscuras que pasaban en la misma oscuridad y tenía la terrible sensación de ser succionado por la gravedad. Seguía cayendo...y en esos angustiantes momentos, pasaron por su mente todos los gratos y no tan gratos momentos de su vida, pensaba que iba a morir, pero de repente sintió un tirón muy fuerte que casi lo parte en dos...

Como todo alpinista experimentado, había clavado estacas de seguridad con candados a una larguísima soga que lo amarraba de la cintura.

En esos momentos de quietud, suspendido por los aires sin ver absolutamente nada en medio de la terrible oscuridad, no le quedo más que gritar: "¡Ayúdame Dios mío, ayúdame Dios mío!".

De repente una voz grave y profunda de los cielos le contestó:

"¿Qué quieres que haga?"

Él respondió: "Sálvame, Dios mío".

Dios le preguntó: "¿Realmente crees que yo te puedo salvar?"

"Por supuesto, Dios mío", respondió.

"Entonces, corta la cuerda que te sostiene", dijo Dios.

Siguió un momento de silencio y quietud. El hombre se aferró más a la cuerda y se puso a pensar sobre la propuesta de Dios...

Al día siguiente, el equipo de rescate que llegó en su búsqueda, lo encontró muerto, congelado, agarrado con fuerza, con las dos manos a la cuerda, colgado a sólo DOS METROS DEL SUELO... 
Muchas veces, nuestra fe, nuestro compromiso con Dios, nos hará hacer cosas que humanamente no tienen sentido: quitarme yo de lo mío para dárselo a los demás, perdonar a aquel que me ha herido profundamente, …
Pero es precisamente nuestra fe en Dios, y esa confianza en que él tiene un plan para mí y que no me va a fallar, lo que me hace afrontar todas esas tareas, que humanamente son inútiles, con una alegría tal, que para el que no crea es necedad, pero para nosotros los cristianos es nuestra forma de vivir.

FELIZ DOMINGO Y QUE DIOS OS BENDIGA.

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