domingo, 20 de agosto de 2017

DOMINGO XX DEL TIEMPO ORDINARIO

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO 15, 21-28
En aquel tiempo, Jesús se marchó y se retiró al país de Tiro y Sidón. Entonces una mujer cananea, saliendo de uno de aquellos lugares, se puso a gritarle:
-- Ten compasión de mí, Señor, Hijo de David. Mi hija tiene un demonio muy malo.
Él no le respondió nada. Entonces los discípulos se le acercaron a decirle:
-- Atiéndela, que viene detrás gritando.
Él les contestó:
-- Sólo me han enviadlo a las ovejas descarriadas de Israel.
Ella los alcanzó y se postró ante él, y le pidió de rodillas:
-- Señor, socórreme.
Él le contestó:
-- No está bien echar a los perros el pan de los hijos.
Pero ella repuso:
--Tienes razón, Señor; pero también los perros se comen las migajas que caen de la mesa de los amos.
Jesús le respondió:
-- Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas.
En aquel momento quedó curada su hija.

HOMILÍA
¿Quién es este Jesús que me lo han cambiado? ¿Dónde está el dulce, el pacífico, el Señor que amaba a todos, que nos pedía que amásemos a todos? ¿Qué clase de respuesta es la que le da a aquella mujer que sólo quería una ayuda para su hija?.
Como siempre todo lo que hace Jesús lleva un sentido, una moraleja por así decirlo. Pero en este caso no es para la mujer cananea, no era para ponerla a prueba, El Señor ya sabía de la fe de aquella mujer. Esa reacción fue para poner a prueba a sus discípulos, y sobre todo para enseñarles una de las lecciones más maravillosas que podía enseñarles, y que hoy en día nos puede enseñar a nosotros.
Aquella mujer era una cananea, una mujer que no era judía, y que por consiguiente no podía tener trato con los judíos, y sin embargo, Jesús les quiere mostrar a sus discípulos, que por encima del lugar donde nazca uno, hay algo que los une con aquella mujer que es su fe y su amor.
Y esa es precisamente la lección que nos quiera dar a nosotros, hoy también. En nuestras iglesias hay gente de todos tipos, habrá gente de nuestros pueblos o de nuestras ciudades, y otros de fuera, habrá gente de izquierdas y gente de derechas, habrá gente que sea del Madrid y otros de Barcelona, y otros a los que no les guste el futbol, habrá gente a la que le guste la paella y otros a los que no, pero por encima de todas las diferencias hay algo que nos une, que es nuestra fe y nuestro amor a Dios.
Entonces, si lo que nos une es mucho más fuerte que lo que nos separa, ¿por qué dejamos que lo que nos diferencia nos separe tanto?, ¿Cómo es posible que en la Iglesia haya divisiones por tonterías, y no nos percatemos de aquello que en realidad nos une y que nos hace vernos como hermanos y tratarnos como hermanos?
Cierto día, un niño preguntó a su padre: ¿Papá, porqué cuando nos enfadamos nos gritamos?.
El padre le dijo: “mira, cuando nos enfadamos, nuestros corazones se distancian, y para que se puedan oír necesitan alzar la voz. Cuando nos queremos, nuestros corazones están juntos, y por tanto con un susurro se pueden escuchar.”
Cuando los cristianos vemos al otro como un hermano, por encima de divisiones y por encima de disputas, por muy serias que sean, nuestros corazones están unidos, porque creemos en un mismo Dios, en un mismo amor.
Entre nosotros no puede haber divisiones por ideologías, por estrato social o por lo que sea. A nosotros nos une alguien que está por encima de todo, no dejemos que nos separen tonterías. Mostrémosle al mundo nuestra unión, que puedan reconocernos, no porque llevemos un cartel, sino porque puedan decir, “mira como se aman”.

FELIZ DOMINGO Y QUE DIOS OS BENDIGA.

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