domingo, 2 de octubre de 2016

DOMINGO XXVII DEL TIEMPO ORDINARIO

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS 17, 5-10
En aquel tiempo, los apóstoles le pidieron al Señor:
-- Auméntanos la fe.
El Señor contestó:
-- Si tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esa montaña: "Arráncate de raíz y plántate en el mar," y os obedecería. Suponed que un criado vuestro trabaja como labrador o como pastor; cuando vuelve del campo, ¿quién de vosotros le dice: "En seguida, ven y ponte a la mesa? ¿No le diréis: "Prepárame de cenar, cíñete y sírveme mientras como y bebo, y después comerás y beberás tú"? ¿Tenéis que estar agradecidos al criado porque ha hecho lo mandado? Lo mismo vosotros: Cuando hayáis hecho todo lo mandado, decid: "Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer."

HOMILÍA

Pablo VI, que era amigo de las parábolas, contaba la historia de Berdiaef, el gran pensador de la iglesia ortodoxa rusa. Un día éste pensador visitó uno de los más famosos monasterios ortodoxos construidos con un bellísimo claustro central sobre el que se abrían, las puertas de las celdas de los monjes. Las puertas eran todas iguales, distinguidas únicamente por el nombre de un santo diferente sobre el dintel.
Cuando llegó la noche cada monje ingresó en su celda y la paz se hizo dueña del claustro. Era una noche muy oscura; ni la luna brillaba en el cielo. Y Berdiaev, dado que no tenia sueño, decidió pasear un rato por el claustro, cuya belleza tanto le había impresionado. Se sintió lleno y feliz andando y viniendo por los corredores tanto que perdió la cuenta de las vueltas dadas por el ancho recinto.
Cuando al fin se sintió dominado por el sueño, tropezó con el problema de distinguir la puerta de su celda, siendo como eran todas idénticas. En una noche totalmente oscura era imposible distinguir los nombres de los santos que las diferenciaban; y no sabía dónde podrían estar las llaves de la luz. ¿Tendría que despertar a unos de los monjes? Su caridad se lo impedía. Sólo tenía la solución de continuar dando vuelvas y vueltas al claustro hasta que llegase la luz del día. Y así hizo.
Y la salida del sol le dio luz suficiente para distinguir su puerta de las demás. Había girado en torno a ella, había pasado ante ella docenas de veces sin llegar a verla, y ahora, ahí estaba facilísima y evidente. Gracias a la luz.
Y Pablo VI comentaba: así nos ocurre a los hombres con la verdad. Vivimos encerrados en la noche del mundo y con frecuencia nos es casi imposible distinguir la verdad de la mentira. Pero sólo la llegada de la luz - de la luz de Cristo - nos permitirá distinguir la puerta de la verdad.
Así pues, el tener fe no solo es cuestión de creer, sino también de dejarse guiar por Él, de amar. Por eso cuando los discípulos le dicen al Señor “auméntanos la fe”, no sólo le están diciendo que les ayude a creer, sino también a amar y a entregarse a los demás. Por eso nosotros le debemos hacer la misma petición, “auméntanos la fe” para que cada día podamos ver un poco más claro y sobre todo podamos amar un poco más a los que nos rodean.

FELIZ DOMINGO Y QUE DIOS OS BENDIGA.

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