domingo, 24 de mayo de 2015

DOMINGO DE PENTECOSTÉS

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN 20, 19-23
Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
-- Paz a vosotros
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
-- Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.
Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:
-- Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.

HOMILÍA

En un día caluroso de verano, en el sur de Florida, un niño decidió ir  a  nadar en la laguna detrás de su casa. Salió corriendo por la puerta trasera,  se tiró al agua y nadaba feliz. No se dio cuenta de que un cocodrilo se le  acercaba. Su madre, desde la casa, miraba por la ventana y vio con horror  lo que sucedía. Enseguida corrió hacia su hijo gritándole lo más fuerte que  podía. Al oírla, el niño se alarmó y comenzó a nadar hacia su madre. Pero  fue demasiado tarde. Desde el muelle, la mamá tomó al niño por sus  brazos justo cuando el caimán lo agarraba de las piernitas. La mujer tiraba  con todas la fuerza de su corazón. El cocodrilo era más fuerte, pero la  mamá era mucho más apasionada y su amor la fortalecía. Un señor que  escuchó los gritos se apresuró hacia el lugar con un rifle y mató al  cocodrilo. El niño sobrevivió y, aunque sus piernas sufrieron bastante,  incluso pudo volver a caminar. Cuando salió del trauma, un periodista le  preguntó al niño si le quería enseñar las cicatrices de sus pies. El niño  levantó las sábanas y se las mostró. Pero entonces, con gran orgullo, se  subió las mangas de su pijama y señalando hacia las cicatrices de sus  brazos, le dijo: “Pero lo que usted debe ver son éstas”. Eran las marcas de  las uñas de su madre que lo habían presionado con tanta fuerza. “Las tengo  porque mi mamá nunca me soltó y me salvó la vida”.

La fiesta que celebramos hoy es precisamente la fiesta de los brazos del Señor. Hoy el Señor nos vuelve a decir que no quiere dejarnos, que no nos va a soltar jamás, que nos envía su Espíritu Santo para quedarse para siempre con nosotros.

Hoy, en Pentecostés, la Iglesia celebra el gran amor que Dios nos tiene, y que nos lo quiere demostrar cada día, por eso nos envía su Espíritu Santo. Dios no se desentiende de nosotros, al contrario, nos agarra cada día con más fuerza, a través de su Espíritu, y sólo nos pide que recibamos con alegría ese amor, y seamos nosotros capaces de demostrárselo también a los demás.

FELIZ PENTECOSTÉS Y QUE DIOS OS BENDIGA.

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